Por WALDO WOLFF / Secretario de Asuntos Públicos porteño
Ayer se realizó un acto en la Plaza Shoá para conmemorar el 80° aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia en el barrio de Palermo, organizado por el Museo del Holocausto y por la fundación Keren Kayemet de Argentina.
Fue en verdadero acto, por muchas razones. Hubo discursos, pero también una acción. Las palabras son indispensables, porque son las que permiten mantener viva la antorcha de la memoria, y las acciones -concretas y simbólicas, siempre al mismo tiempo- hacen que la memoria de materialice y le dan perdurabilidad.
Fue conmovedor el discurso de la embajadora de Polonia, Alexandra Piatkowska, no solo por su contundencia, sino porque la reparación histórica es indispensable para entender que los hechos ocasionados por un gobierno determinado en un tiempo específico no condenan a un país ni a los siguientes gobiernos, pero para que ello ocurra tienen que expresarse como así lo ha hecho la embajadora.
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El acto relevante es que se plantó un árbol en la plaza, facilitado por la Dirección General de Espacios Verdes y Arbolado de la Ciudad de Buenos Aires. Se cavó la tierra con una pala y varios dirigentes de la comunidad judía hicieron la plantación.
La pala es, para muchos judíos, un ícono. Con la pala nuestros abuelos y padres trabajaron la tierra en una Argentina que los recibía expulsados por persecuciones, matanzas y guerras, incluso escapados del mismo gueto de Varsovia. Con la pala enterramos a nuestros seres queridos en la tierra sagrada y a su vez, porque la vida es paradojal, plantamos árboles para dejarles a nuestros hijos y a toda la sociedad.
El árbol es símbolo de vida, de nutrición, de sombra, de resistencia a las inclemencias del tiempo y de lucha por encontrar la luz.
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En Varsovia, muchos judíos valientes dijeron “no” al sometimiento y se rebelaron, por eso también se denomina Iom Hashoá Vehagvura, Día del Holocausto y el Heroísmo. Muchos judíos dijeron “Mir zainen do”, “Acá estamos”. Lo gritaron con palabras y con actos. Lo tengo tatuado en un brazo porque me identifico con los que no se quedan callados. De ellos también aprendimos que estar es palabra y acto, que implica trabajo, pero que deja marcas indelebles.
En este día de memoria y celebración de la resistencia, en un país que nos recibió cuando en otros solo querían exterminarnos, dejar un árbol es otra de las tantas maneras de decir “acá estamos”.
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