Un programa de cambio de régimen para la Argentina

Por CARLOS MELCONIAN, ENRIQUE SZEWACH, DANIEL ARTANA, FACUNDO MARTÍNEZ MAINO Y RODOLFO SANTÁNGELO

INTRODUCCIÓN

Aprincipios del 2022 nos sumamos al equipo del IERAL de la Fundación Mediterránea para, en conjunto, diseñar un programa económico integral de cambio de régimen para ponerlo a disposición del país y del presidente que asumiera su conducción el 10 de diciembre. Dicho programa, más allá de los siempre necesarios ajustes coyunturales, se terminó de elaborar en octubre.

La dirigencia argentina se encuentra ante una oportunidad extraordinaria para llevar a la práctica la vocación de cambio expresada por la sociedad argentina en los recientes comicios. El gobierno del presidente Alberto Fernández deja la peor herencia en materia económica de los últimos períodos presidenciales y la falta de una transición cooperativa agravó los problemas.

Pero combinando el mandato de la sociedad, con acuerdos y consensos políticos, programa y equipo, el nuevo gobierno podrá tener los instrumentos necesarios para sacar a la Argentina de la trayectoria de estancamiento y caída de la calidad de vida de la población, en particular la de menores recursos. Esta es la primera de una serie de notas para presentar las conclusiones de nuestro trabajo. Encaramos hace casi dos años nuestra tarea convencidos de que los graves problemas del país tienen solución. Al terminarla, ese convencimiento se consolidó. Un futuro mejor es posible.

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HERENCIA

Resulta imprescindible describir las condiciones iniciales que enmarcan el programa. La economía argentina está estancada desde el 2011. La pobreza supera el 45%, la tasa de inflación probablemente supere este año el 200%, el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones en los últimos cinco años cayó, en promedio, más del 25%.

Cualquier comparación con la evolución regional de la última década muestra para nuestro país un enorme retroceso relativo. A este panorama de largo plazo, hay que sumarle la situación actual. La herencia macro es la más complicada de los últimos ciclos de gobierno. Los problemas estructurales se han agravado y las cuestiones de corto plazo limitan seriamente los grados de libertad con los que se pueden encarar las soluciones.

Entre varios se destaca la situación fiscal consolidada, un régimen cambiario agotado, reservas negativas en el Banco Central, la fuerte distorsión de precios relativos, un sistema tributario ineficiente e inequitativo, el acuerdo caído con el FMI, deudas impagas de importaciones, vencimientos de deuda con bonistas ya en el primer mes del año y una deuda con el Banco Central de China que habrá que refinanciar por varios años.

Se acumulan, además, problemas estructurales de larga data. El más evidente es el sistema de previsional, que exige una reformulación y ordenamiento de los 240 regímenes diferentes en los que opera. La otra cuestión estructural que la política argentina se ha negado a enfrentar es el sistema impositivo y su relación con el régimen federal.

Asimismo, la herencia exige desembarazarse de las reglas discrecionales, contradictorias y obstructivas que vienen impidiendo a un sector privado competitivo ser el verdadero motor del crecimiento y la prosperidad. Basados en esta herencia macroeconómica y estructural diseñamos un programa, combinando las cuestiones macroeconómicas urgentes, con las medidas que puedan crear una verdadera irreversibilidad del camino elegido.

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EL TRÍPODE DEL PROGRAMA

Un plan de cambio de régimen se sostiene en tres pilares: un programa macroeconómico de estabilización, la reforma del sector público, y la reforma organizacional de las reglas para el funcionamiento de la economía. Los tres interactúan entre sí. No hay sustituto para un buen programa macroeconómico y sin reformas de fondo, el programa macroeconómico también termina naufragando.

De la misma manera, las mejores reformas micro sectoriales o el ordenamiento y modernización del sector público solo prosperan si se logra eliminar el déficit y se abate la tasa de inflación. La reforma del sector público abarca principalmente la reforma administrativa, las empresas públicas, la seguridad social, la reforma tributaria, y la administración tributaria.

La reorganización del sector privado incluye la modernización de la legislación laboral, la desregulación y defensa de la competencia, la política de inserción internacional y comercio exterior, la energía, el agro, la industria, la minería, los servicios, la revisión de los regímenes especiales y los incentivos sectoriales para la inversión.

Pero el corazón inicial que le dará o no vida a las reformas será el éxito de la estabilización macro. Sin estabilización, las reformas pierden gran parte de su valor. La experiencia muestra que la estabilización requiere un período inicial de medidas preparatorias. Simbólicamente unos “cien días”, reflejan que nada definitivo se puede lanzar el 10/12 pero que tampoco puede diferirse eternamente.

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Un primer gran desafío es el reacomodamiento de los precios relativos. En los últimos cinco años la inflación acumulada fue 1350% pero varios productos subieron “apenas” entre 500 y 800%. Pero cambiar precios relativos exige que los atrasados recuperen y otros “adelantados” se retrasen para que los reajustes no terminen en una espiralización de la nominalidad.

Un mecanismo de relojería que requerirá mucha coordinación política y económica. En sintonía, el ancla fiscal será clave: luego de un período inevitable de déficit residual financiado con una “última” emisión, será necesario un período “dos” a partir del cual el déficit primario debe ser inicialmente cero y en 2025 superavitario. El régimen monetario y cambiario es complemento necesario del ancla fiscal.

La unificación y liberación del mercado cambiario debiera ser la graduación universitaria al final del camino. Se requiere un régimen cambiario y monetario de transición que termine con el zafarrancho actual, pero que contemple las limitaciones y restricciones que imponen la realidad. Finalmente queda el arreglo de los stocks de deuda pública, en pesos y en dólares en todas sus variantes Todos estos temas serán tratados en notas posteriores.

Será clave que los inevitables meses duros iniciales conduzcan a un día D como fue el 14/4/1985 del plan Austral, el 1/4/1991 la convertibilidad o el 1/7/1994 el plan Real. Ahí se deberán quemar las naves e ir por el premio mayor.