¿Este era el plan para insertar al país en el mundo?

Por FERNANDO GRAY / Intendente de Esteban Echeverría

Hace una semana, 143 países aprobaron en la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el Pacto para el Futuro, un acuerdo global que establece un plan de acción para dar respuesta a los desafíos actuales y futuros, y proteger a los seres humanos y al planeta. Su puesta en marcha supone 56 acciones que buscan hacer frente a los “mayores retos que tiene la humanidad”, entre los que se privilegian la paz y la seguridad, la acción climática, los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la cooperación digital, la equidad de género, las juventudes y las potenciales amenazas de la inteligencia artificial.

La votación fue considerada como una de las más contundentes de la historia del organismo transnacional, ya que solo registró 7 rechazos y 15 abstenciones.

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Entre las abstenciones encontramos el voto de nuestro país, que denota una disidencia inédita en la relación de la Argentina con la ONU, fijando una posición que nos deja a contramano de la agenda mundial por cuestiones ideológicas. El gobierno argentino se opuso en la ONU a las principales potencias como Francia, Italia, Japón o Israel, en una decisión basada exclusivamente en un sesgo ideológico del presidente Milei. Una posición que no puede sostener con argumentos rigurosos, serios ni responsables. Si bien se muestra alineado con “valores de libertad económica” a los países centrales, desestima el rol de organismos internacionales históricos como la ONU, la Organización Mundial de la Salud (OMS) a los que Milei considera “cooptados por el socialismo”. Milei se paró en la ONU, ante el mundo, y señaló a la organización “como un dinosaurio que agoniza”.

Mientras la provincia de Córdoba sufre incendios devastadores, nuestro Presidente no acuerda con la mayoría de los países del mundo en las acciones referidas al cambio climático, ni coincide en que “los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa”, como establece el pacto votado. También rechaza cuestiones de género, como la acción que propone lograr “la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas como contribución decisiva para avanzar en todos los Objetivos de Desarrollos Sostenible y sus metas”. La Argentina rechazó un acuerdo que se propone multiplicar los esfuerzos “en la erradicación de la pobreza”, y poner “fin al hambre” y eliminar “la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición”.

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En una falaz pretendida búsqueda por ser el país “más libre de la comunidad internacional”, Milei no solo nos aísla del mundo sino que nos emparenta con regímenes autoritarios y poco democráticos. Ésta decisión jaquea, por ejemplo, la posibilidad de que nuestro país se inserte en un contexto global que impulse el desarrollo.

Adoptar, o no, un Pacto internacional no puede limitarse a decisiones personales, sectoriales ni voluntades surgidas por una agenda partidaria de coyuntura. Milei debe asumirse presidente de todas las argentinas y todos los argentinos; de quienes lo votaron y de quienes no lo votaron; y actuar en consecuencia. La Argentina no lo eligió para agraviar e insultar a los presidentes de Brasil, México, Chile o Colombia; para cuestionar la continuidad del Mercosur; ni para tensar una relación que terminó con España retirando formalmente a su embajador de nuestro país.

El presidente Milei parece enfocado en superar la verborragia efectista y la agresividad dialéctica de Trump y Bolsonaro cuando debiera asumir que mientras se esfuerza por el déficit cero, la pobreza subió más de 10 puntos porcentuales en 8 meses.

La convivencia democrática hace necesaria que quienes fuimos elegidos como oposición sentemos posturas, reflexionemos y formulemos propuestas constructivas. El silencio atroz de la dirigencia política argentina no se hace eco de la realidad que afecta en forma creciente a millones de compatriotas, mientras desde el oficialismo copan la agenda con excentricidades y transgresiones inconducentes.