JOSÉ MARÍA DI PAOLA (PADRE PEPE) / Sacerdote católico
Desde el principio de la historia, siempre existieron grupos poderosos que construyeron grandes imperios, sojuzgando a diversos pueblos al ritmo de su paso conquistador. Invadieron territorios ajenos, llegaron a su esplendor y decayeron hasta desaparecer. A la vez surgieron líderes que supieron enfrentarlos, ponerlos en crisis e -inclusive- derrotarlos.
La humanidad, a pesar del desarrollo científico-tecnológico alcanzado, pareciera no haber aprendido que los ciclos vuelven a repetirse con distintas formas y metodologías, pero siguiendo un mismo curso histórico.
Hoy padecemos lo que el papa Pío XI calificó como “el imperialismo internacional del dinero”.
La consigna es destruir cualquier esquema valorativo, de toda religión, pensamiento filosófico o ética de vida. Hay que lograr el “todo vale” y dar luz a la anomia de los pueblos del planeta en su conjunto. Es decir: nivelar para abajo, establecer la ley de la selva y facilitar el camino del acaparamiento irracional de riquezas sin ningún sentido. Y ya sabemos que todo proceso de acumulación implica otro de empobrecimiento del resto que se quedó afuera.
Entonces la vida no vale nada, los valores y las costumbres son despreciados, se envenena y mata a nuestros jóvenes mediante la droga, se proscribe el pensamiento de modo de asegurarse el aborto seguro de los liderazgos, la solidaridad y el bien común.
En las villas y los barrios populares en los que vivo y recorro desde hace muchos años, subsisten saberes intrínsecos al espíritu de nuestro pueblo argentino. La gauchada, la mano tendida, el convencimiento de que donde comen dos comen tres y la seguridad -probada en carne propia y más después de la pandemia- de que nadie se salva solo. Es decir: para mejorar su condición y defender lo poco que tienen, las barriadas saben que hace falta organizar la comunidad poniendo el bien común adelante casi con un instinto natural.
Argentina y nuestro mundo han vivido tiempos mejores -y volverán a vivirlos- pero hoy estamos en un momento de caída moral y material. Una vieja canción le decía a un marciano que llegaba a la Tierra que “una mayoría se murió de hambre y una minoría de indigestión” y así fue como se terminó el género humano. La descripción era correcta; la conclusión confiamos que no.
Sin embargo, un hombre de las periferias y armado solamente con sólidas verdades expresadas en palabras, es capaz de enfrentar a los poderosos de hoy y dice desde el 13 de marzo del 2013 ¡basta! Basta de destruir el planeta, basta de que las guerras asesinen a millones de hombres y mujeres, basta de una “economía que mata”. Ese hombre es argentino. Es nuestro querido papa Francisco.
Dick Morris, consultor político de Clinton y Trump, analizó el escenario electoral argentino
La acción concreta y decidida del papa Francisco a favor de la paz, del cuidado del medio ambiente, de la justicia social y en contra del tráfico de armas y de drogas tiene un costo. Y lo estamos pagando a la vista de todos.
En nuestro país el Sr. Milei y algunos otros que tienen menor repercusión porque no son candidatos a presidente, han atacado, denigrado e insultado al líder global más respetado del planeta y más querido por nuestro pueblo. Y, aunque las palabras e injurias de Milei no son importantes en sí mismas, lo grave está en que aún los poderosos de este tiempo no terminan de darse cuenta de que para poder sobrevivir en este planeta -que es el único que tenemos aunque suene obvio- precisamos restablecer la convivencia y la paz mundial, repartiendo con justicia las riquezas entre los pueblos.
Cómo molestó y molesta la búsqueda de justicia, ¿no es así? El pensamiento social de la Iglesia se remonta a los primeros libros del Antiguo Testamento, continuó en el Nuevo Testamento y lo reafirmaron una y otra vez los Padres de la Iglesia y también muchos de sus destacados pensadores.
Miremos a la gente, a los humildes de la Tierra, a los que llegan a fin de mes y a los que no. No es cuestión de ser “de derecha” o “de izquierda”. La cuestión es comenzar a construir un mundo mejor sustentado en el bien común.
La convocatoria que los curas de villas y barrios populares hicimos a la misa en desagravio al Papa y que celebramos esta semana, recibió la adhesión de hombres y mujeres del pensamiento, la cultura, el deporte, las artes, trabajadores y empresarios pymes y múltiples organizaciones. Somos muchos los que pensamos que la salida a esta crisis solo se dará si nos unimos y respetándonos unos a otros, y no a los gritos mientras algunos se animan a peligrosísimos guiños con la violencia y el descontrol. Ya sabemos en la Argentina lo que pasa cuando la violencia elige quedarse. Y ahí no queremos volver nunca más.
Esta partecita del Antiguo Testamento viene muy bien para entender “por dónde va la cosa” entre los cristianos. Se ve que el Señor estaba enojado y dijo: “¡Ustedes han arrasado la viña, tienen en su casa lo que arrebataron al pobre! ¿Con qué derecho aplastan a mi pueblo y trituran el rostro de los pobres?”. (Isaías, Capítulo 3)