La verdadera generación diezmada sin voz ni voto

Por MARÍA EUGENIA ESTENSSORO / Ex Senadora Nacional

El sorpresivo triunfo de Javier Milei en las PASO es la expresión más contundente del enojo de la ciudadanía con los dirigentes políticos y los partidos tradicionales. Un voto bronca con ecos del “que se vayan todos” de 2001. Una realidad económica y social igualmente explosiva y frágil, pero con un porcentaje cada vez mayor de argentinos que viven en la miseria.

El brutal asesinato de Morena Domínguez enmudeció a la política argentina. La golpiza mortal que sufrió la nena de 11 años, cuando unos jóvenes en moto la atacaron para robarle un modesto celular, obligó a los candidatos presidenciales que disputaron las elecciones primarias a suspender los actos de cierre de campaña. La muerte de Morena instaló en el centro de la escena electoral un tema que había permanecido ausente del debate público. Algo inexplicable, ya que es el mayor desafío que enfrenta la Argentina de cara al futuro. El tema que debería desvelar a cualquier hombre o mujer de bien que desee mejorar los destinos de nuestro país: la pobreza, el desamparo, la violencia, la precariedad y la falta de futuro en que nacen, crecen y viven la mayoría de los niños y adolescentes de nuestro país.

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“Dos de cada tres niños de la Argentina (66%) son pobres por ingresos o están privados de derechos básicos, como el acceso a la educación, la protección social, una vivienda o un baño adecuado, al agua o a un hábitat seguro”, informó Unicef en abril. Diez millones de niños menores de 17 años, o 12 millones, si incluimos a los menores de 30 años que tampoco tuvieron oportunidades de progresar. Morena y sus aparentes victimarios, y los menores que asesinaron a Juan Carlos Cruz para robarle el auto, son parte de las verdaderas generaciones diezmadas de una Argentina que ostenta el vergonzoso récord de haber multiplicado los índices de pobreza de la población por 8 y de la infancia por 10 en pocas décadas. Si los niños son el porvenir de una nación, ¿qué futuro nos espera?

Como legisladora intenté en vano sancionar leyes (como existen en otros países) para crear miles de jardines maternales en los barrios más humildes de todo el país, supervisados por los ministerios de Educación y Salud. Centros educativos y no asistenciales, donde las madres y padres de hogares pobres pudieran dejar a sus bebés al cuidado de profesionales especializados, mientras ellos terminan el secundario o salen a trabajar. De esta manera, padres e hijos tendrían mejores posibilidades de integrarse a la sociedad, rompiendo el círculo de pobreza material, sanitaria, educativa y cultural que los mantiene aislados y esclavizados. Mis compañeros de diferentes partidos argumentaban que sería demasiado caro. No logré convencerlos de que no hacerlo será infinitamente más costoso, como estamos viendo, porque estaremos condenando a las nuevas generaciones a un futuro de dificultades, abandono escolar y pobreza, en un mundo cada vez más exigente, donde las destrezas cognitivas y emocionales, no las manuales, separarán a quienes tendrán trabajo de quienes no lo conseguirán.

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Si la mayoría de los niños y jóvenes en la Argentina crecen en contextos de pobreza y violencia, sin educación, salud y valores culturales adecuados, ¿cómo pensamos salir adelante como sociedad? El cuidado de la primera infancia, la urgente transformación de la educación pública para preparar a los niños y jóvenes de nuestro país para el complejo mundo tecnológico en el que vivirán, el combate al narcotráfico que está destruyendo los cimientos de nuestro sistema político y la convivencia social son políticas urgentes que no pueden estar ausentes del debate de cara a las elecciones de octubre. La ola de votos a favor de Javier Milei en casi todo el país y en contra de la “casta política”, como él la llama, no expresa un verdadero deseo de los argentinos de enfrentar las condiciones miserables en que viven millones de chicas y chicos de nuestro país, quienes, como Morena Domínguez, son hijos de generaciones diezmadas por la pobreza, la exclusión, la corrupción y la indiferencia de la política y el conjunto de la sociedad. Espero equivocarme. Es deseable que, hacia octubre, la dirigencia política tome conciencia de que el futuro de nuestro país atraviesa uno de sus momentos más oscuros y peligrosos. Nos queda poco tiempo para ser razonables y recapacitar.