Por CARLOS FARA / Consultor político
Faltan solo 3 semanas para las PASO. Para el común de los mortales es el año que viene. Para la política es mañana. Así de relativas son las cosas. Las horas vuelan y es más difícil torcer cualquier rumbo. Pero como los actores en el fondo son basquetbolistas, reaccionan como si un pase largo generase un triple que achique la diferencia o dé vuelta un resultado reñido.
Como lo venimos anticipando, dado que no se registran ventajas definitorias en términos individuales, la vehemencia y los ataques no bajarán. Por ejemplo, Patricia Reina aprovecha cada oportunidad para transmitir sistemáticamente su clásico “conmigo esto se acaba”, para profundizar su diferencia de perfil con el pelado. En esta semana hubo 3 motivos: 1) la carta que envió para pedir un rechazo a los dichos del lilito López, 2) el paro de subtes y 3) la crítica por el aprovechamiento del triunfo de Pullaro en Santa Fe (¿esto es política, no? ¿O me equivoqué de película?).
El “peludo y pelado” –como siempre lo describió en la intimidad el Emir de Cumelén- respondió al “si no es todo, es nada”, con un spot donde hace referencia a sus ventajas. Habla de escuchar, construir, respeto, equipos, como contraposición a soberbia, dinamitar, agresión y liderazgo mesiánico. Un detalle particular es que –al igual que en la pieza de su adversaria- en un momento deja la pantalla en negro y en silencio, solo que Ella dice “es nada” y El apunta “yo voy a estar ahí”. Por último, a la apelación de “la fuerza del cambio”, Horacio responde que quiere “no cualquier cambio, sino el cambio de nuestras vidas”. Cuál sirve más, lo vamos a saber recién el 13 de agosto.
El clima de calle / política / medios sigue siendo favorable a la Pato. Es difícil que algún colega que monitorea las preferencias electorales lo ubique a él por encima de ella, cualquiera sea el distrito. ¿Esto es definitivo? Como apuntamos en esta columna la semana pasada, las decisiones son un poco lábiles y nadie lo sabe a ciencia cierta. Existe el temor al dato oculto, generado por una gran mayoría que no acepta responder encuestas, sobre todo las telefónicas. ¿Tenemos alguna pista al respecto?
Viajemos por unos minutos a la provincia de Santa Fe que tuvo primarias el pasado domingo 16. Lo más inquietante era la puja dentro del “frente de frentes” opositor, sobre todo entre Pullaro (Larreta) vs. Losada (Bullrich). Las apuestas + encuestas + análisis periodísticos + comandos de campaña imaginaban una puja muy reñida, y que el hombre del alcalde podría hacer alguna ventaja por estructura territorial. Pero claro, la gente vota como se le canta, sin respetar opiniones de líderes locales, de modo que los armados pueden ser relativos. Termina ganando Pullaro, que sobre todo arrasa en el interior, por una diferencia mucho más amplia que la esperada: 11 puntos.
Como siempre, no existe un solo factor que explique un triunfo. Seguro que las estructuras hicieron lo suyo (al final, alguien tiene que militar una candidatura, distribuir folletos, llamar a una larga lista de contactos, poner mesas en las esquinas, movilizar en zonas sin transporte… bah, hacer campaña). Pero hubo además otra pelea de fondo: la vehemencia (los ataques personales de Losada a Pullaro por supuestos vínculos con el narcotráfico) vs. la moderación. Entonces vienen la pregunta conceptual del millón: ¿cuánto paga la confrontación? Los triunfos opositores en las provincias están viniendo de la mano de la moderación. Así ganaron Orrego en San Juan y Poggi en San Luis. ¿Acaso los que no responden encuestas –probablemente menos politizados, que se definen más sobre la fecha de votación- pueden mostrarnos una foto distinta? ¿O esto es, como algunos dicen, Menem vs. Cafiero, el carisma vs. el aparato? Hasta acá las encuestas se vuelcan por este segundo eje.
Del otro lado del río hay una disidencia pactada, lo cual es una señal de madurez teniendo en cuenta las enormes dificultades oficialistas. A medida que van pasando los días Grabois ha dejado de ser un error estadístico y ha pasado a ser un contribuyente interesante al capital accionario. Arrancó con ese impreciso espacio de las pocas décimas, para pasar a ser el chico que asoma con 5 puntos. Por supuesto eso no cambiará la historia de una diferencia abrumadora a favor de Sergio Tomás Copperfield. Sin embargo, ahí puede estar despuntando otra cosa mirando más allá de 2023. En círculos anti K llamó la atención favorablemente el desempeño de “el hijo de pajarito” (perdón por la jerga setentista, pero es que está de moda en distintos campamentos) en el programa de Carlos Pagni del lunes 17. Es un tema largo de analizar: ¿es Grabois la agenda 2027?
Uno de los interrogantes de la semana fue si le sirve o le complica a Massa el apoyo de CFK en la campaña “Según cómo se mire, todo depende”, canta Jarabe de Palo. La lógica estratégica indica que hay que armar el equipo de atrás para adelante, esto es, empezando por solidificar y entusiasmar al voto duro, para luego ir virando hacia la captación de los blandos y la recuperación de los decepcionados. En ese sentido Cristina, la figura que por lejos más votos tenía dentro del espacio, ayuda a esa fidelización.
¿Pero no le pone un techo para la segunda fase? Sí, pero empecemos por la primera, porque si no, no hay segunda. Y además toda estrategia tiene beneficios y riesgos, nunca nada está totalmente garantizado. El punto es si Ella comprenderá el sentido de su rol circunstancial y luego hará mutis por el foro. Hasta acá el ministro de economía acumula la enorme mayoría del piso unionista (término odioso para la prosapia peronista). El problema es que el piso está roto y –como se vio en Santa Fe y otras provincias- hay mucho voto propio dispuesto a quedarse en casa. Danger.
Mientras la economía se estanca, el blue se dispara y el FMI hará de perdonavidas hasta las PASO, la coalición oficialista podría hacer caso del consejo jocoso que daba Johnny Tedesco en el Club del Clan: “olvida toda molestia y conmigo canta ya, ´ya no tengo más problemas´”.