Por MARIO RIORDA / Consultor político
Sorpresa cero: las cuatro candidaturas con chances de llegar a la presidencia en Argentina son de quienes están al tope de las encuestas. Sorpresivo hubiera sido que alguno de estos nombres no compitiese. Hubo racionalidad estratégica en los espacios.
Las teorías dramáticas de la comunicación postulan que en la escena política hay libretos recíprocos preestablecidos. Esperamos que pasen ciertas cosas. Los hechos conmocionantes de Chaco y Jujuy alteraron el debate público, pero en un proceso de recambio de liderazgos en los grandes espacios coalicionales y con un sistema de partidos que cruje, lo sucedido no fue más ruidoso y espectacular que otros cierres. Ahora se abre otra etapa con dos ingredientes.
1. Competitividad total. Un escenario es competitivo si más de uno tiene chances de ganar. Hay una triple chance de victoria entre Unión por la Patria, Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza ¿Cómo leer eso? Cualquiera de las tres fuerzas (en las PASO y en hipótesis de primera vuelta) puede salir primera, segunda o tercera. Más simple: cualquiera puede quedar afuera del balotaje. Excluyo -por ahora- el efecto del ausentismo electoral que genera resultados sorpresivos en las provincias.
Primera encuesta luego de la oficialización de precandidatos
2. Diferencial negativo agravado en liderazgos. Traduzco: las cuatro candidaturas tienen dos porciones de negatividad frente a una de positividad. No son queridos más allá de su espacio. Eso encastra la preferencia. La restringe. Nadie podría crecer en PASO de modo sorpresivo porque no seducen fuera de sus límites.
El votante no filosofa su voto discutiendo causas finales y consecuencias últimas de sus acciones, pero suele tener un sistema jerarquizado de decisión en donde lo emocional e intuitivo no constituyen la dinámica única de apreciación. Repasemos y apliquemos una simple fórmula de Anthony Downs, pionero del racionalismo electoral, quien propone dos factores para corregir nuestra percepción a la hora de seleccionar al gobierno futuro:
a) El factor tendencia. Aparece, o bien cuando el gobierno actual, según el votante, comienza mal, pero mejora constantemente; o bien su inversa, un gobierno que comenzó bien pero su proyección viene en caída.
b) Tasas de éxito. Son un juicio sobre el pasado del partido en el poder. Se trata de una doble comparación entre las rentas de gratificación que efectivamente percibe un votante con las hipotéticas que percibiría si otro partido estuviera en el poder; tanto como el análisis de que tan bien o que tan mal le fue a cada partido cuando fue gobierno.
Encuesta: Así está el escenario en la Ciudad con los precandidatos ya designados
Unión por la Patria. Su gobierno empezó bien y termina mal. El 70% rechaza el rumbo actual de Argentina y más el 80% el rumbo económico. A partir de un punto se estabilizó la debacle. El debate en torno a la violencia en Jujuy activó el antikirchnerismo en segunda vuelta, pero abroqueló el tercio de este espacio (aún con el silencio de Sergio Massa) para las PASO.
La última tasa de éxito positiva fue alguna etapa del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, de la que precisamente el propio candidato Sergio Massa fue muy crítico entonces. Si el debate es económico -y obvio que lo será en parte-, el candidato podrá decir que evitó la explosión. Ese sería su éxito. Sólo que el fuego sigue activo.
Recuerdo un focus sobre atributos políticos: a los hábiles, híper pragmáticos, aunque la gente los calificara mal en general, solían verlos “más políticos”. Ahí puede haber una veta en un contexto de problemas de gobernabilidad. Su condición de “más político” frente al miedo o al caos.
Juntos por el Cambio. El factor tendencia no le suma tampoco. Horacio Rodríguez Larreta era un presidente “puesto” hasta hace poco. Mejor imagen nacional, mayor intención de voto e imbatible en balotaje. Se desplomó, aunque cerró con incorporaciones que fortalecen su perfil. Patricia Bullrich, tras un pico de ascenso, se desinfló. Con lo propio, su cierre de listas no tuvo estridencia, pero sí logró competitividad interna. Ambos, sumados, superaban el 40% de intención de voto hace un año, ahora, un cuarto del electorado. Individualmente, cualquiera es tercero cómodo. Ir a primarias, más que virtud, es una necesidad de supervivencia matemática que puede resultar bien.
“Les pido a los jóvenes que se queden en el país porque lo que viene es mucho mejor”
La tasa de éxito del espacio tampoco suma. El gobierno de Mauricio Macri terminó mal. Podría rastrearse la tasa de éxito individual. Horacio Rodríguez Larreta tiene una aprobación discreta en CABA (aún con una parafernalia comunicativa) que no le garantizó dos cosas: elegir su sucesión ni tampoco -de antemano- la victoria en las futuras primarias en su propio distrito. Patricia Bullrich es más premiada por su actitud y radicalidad discursiva que por sus logros (ministra de Fernando de la Rúa y de Mauricio Macri). Para colmo, quién gane en las PASO, podría sufrir fuga electoral hacia Javier Milei. Discutidos en lo económico, el orden y el discurso republicano es su pilar.
La Libertad Avanza. Su factor tendencia es un sube y baja. Ascenso espectacular de Javier Milei y descenso brutal (con la propuesta de venta de órganos). Luego, una recuperación para ser potencialmente el más votado en PASO -eso no queda claro ya-, ocupar el primer lugar en sondeos de primera vuelta, a un cierre lleno de controversias que pone dudas a su competitividad. El libertario comprendió como ser cauce para la catarsis con su anarquía llena de power mediático. En estudios cualitativos consulté sobre si preocupa su radicalidad, la respuesta: “lo voto por eso, para que rompa todo”. Pero en cuestiones de estrategia y armado: un bochazo. Su armado federal: una farsa.
¿Y su tasa de éxito? No tiene. Mucho voto sostenido en la ira le juega a favor. Ni hablar si el debate se centra en lo económico. Ahí juega cómodo, al igual que en denostar los pasados de quienes gobernaron (la casta).