Diccionario rosquero argentino

Por LA ROSCA DIGITAL Canal de WhatsApp / Instagram

¿Quién es quién en la política que no se ve?

En la política argentina hay cargos, hay nombres y hay escenografías. Pero también hay
códigos, figuras que operan en la sombra y roles que no figuran en el organigrama oficial.
Mientras los titulares se reparten entre candidaturas, escándalos y debates televisivos, el
poder real muchas veces circula por los pasillos sin cámaras, entre planillas de Excel,
reuniones barriales y llamadas que nunca se graban.

Este glosario —urgente, informal y genuino— busca ponerle nombre a esa fauna política
que existe, aunque no siempre se vea.

El puntero: músculo del territorio

Es el primer eslabón. El que camina la manzana, conoce a cada familia y sabe quién
necesita qué. El puntero no da discursos, no escribe hilos en redes y rara vez aparece en una
boleta.

Pero sin él no hay campaña, no hay movilización, no hay fiscalización. Reparte bolsones,
organiza los remises del acto, coordina la garrafa y te consigue el turno que no aparece en
la web.

Obedece a un dirigente, pero en su barrio manda él. Tiene votos, aunque no tenga likes.

El dirigente: la cara visible.

El dirigente es el que tiene cargo, estructura o título. Puede ser legislador, presidente de
comité, sindicalista o referente de algún sector. Vive entre el Zoom con funcionarios y el
acto con bombos. Tiene asesores, cuida su imagen, se mide en encuestas.

Está en la política visible, pero no siempre manda. A veces habla más de lo que decide. Otras, decide sin que se note.

El referente: el que tiene palabra

No necesita tener cargo para ser escuchado. El referente puede ser el pastor del barrio, la
madre de una víctima o el vecino que paró una topadora. Es simbólico, respetado,
necesario.

Cuando él habla, los demás callan. No siempre ordena, pero siempre define. Es el equilibrio
en territorios donde la rosca se tensa demasiado.

El operador: poder en la sombra

Si un juez se baja, un pliego entra o un intendente se cambia de bando, probablemente hubo
un operador en el medio.

No figura en las fotos ni en las listas. Su poder es inversamente proporcional a su
exposición. No milita, pero mueve. No promete, pero cumple. Y si no sabés quién es el
operador de tu espacio… probablemente estén operándote a vos.

El armador: ingeniero electoral

Hay quien piensa la política en términos de narrativa, y hay quien la piensa en términos de
números. El armador pertenece al segundo grupo.

Cuenta votos como otros cuentan billetes. Sabe cuántos electores hay por barrio, cuántos
por apellido y cuántos por necesidad. Es quien arma las listas, cierra internas, ordena el
caos y diseña frentes que nadie entendía hasta que él los construyó.

El gestor: el que resuelve

No es un militante ideológico, sino un solucionador técnico. Hace que el expediente
avance, que el subsidio baje, que la licitación se destrabe.

Vive entre mails oficiales, carpetas compartidas y audios con frases como “ya lo
mandamos”, “está para firmar” o “en breve lo liquidan”. Cobra si hay resultado. Si no, no
existe.

El asesor: el cerebro prestado

No tiene banca, pero arma el discurso del que sí la tiene. Escribe proyectos, revisa
estrategias, edita tweets.

Sabe más de derecho parlamentario que muchos abogados, y más de comunicación que
varios consultores. Su nombre no aparece, pero está en todo. Si el político tiene una buena
idea, lo más probable es que no sea suya.

El cacique: poder histórico

Es un barón, un patriarca, un líder de peso. Conoce a todos los actores locales: cura,
comisario, empresario, narco, juez.

Su poder no es de este turno electoral, viene de antes. Controla su distrito como una
estancia. Tiene mural en la básica, aunque aún esté vivo. A su territorio no se entra sin
permiso.

Una selva con roles precisos

La política argentina está llena de etiquetas incompletas. Se habla de “la casta”, de “los
políticos”, de “los militantes”, como si todo fuera lo mismo. Pero en la trastienda del poder,
los roles están definidos con precisión quirúrgica.

Saber quién es quién no solo permite entender mejor las noticias: permite leer entrelíneas lo
que realmente pasa.

Porque la política no es solo lo que aparece en Twitter.

Es un entramado de favores, miedos, lealtades y silencios.

Y muchas veces, quienes deciden no están frente a cámara, sino detrás del telón.