Por MAXIMILIANO ABAD / Senador nacional por la UCR
n tema crucial monopoliza el debate público en estos días. La construcción de la planta de GNL, parte central del proyecto de YPF y Petronas para desarrollar Vaca Muerta, representa una inversión sin antecedentes, que llegaría a los 50.000 millones de dólares. Es un hecho que la Argentina tiene recursos estratégicos para sentarse en la mesa de los grandes exportadores de energía; la incógnita es si quienes toman las decisiones están a la altura de ese potencial.
Los movimientos erráticos del gobernador Kicillof pueden costarle muy caro a la provincia de Buenos Aires. Con el envío a la Legislatura de un régimen provincial de fomento a las inversiones -que aún no se concreta- quiere evitar el único camino posible para que la obra llegue a Bahía Blanca: la adhesión al RIGI que aprobó el Congreso Nacional y el llamado a un gran acuerdo multisectorial para impulsar la propuesta bonaerense.
El gobierno nacional anunció esta semana que el país logró un superávit comercial energético de 2758 millones de dólares en el primer semestre de 2024. YPF estima que, a partir de 2031, podríamos exportar cada año 30.000 millones de dólares entre petróleo y gas. Las cifras hablan por sí mismas. A través del desarrollo energético, la Argentina puede reinsertarse en el mundo y asegurar las divisas que necesita la economía para funcionar con estabilidad y previsibilidad.
La hoja de ruta que debe seguir Kicillof no es complicada ni mucho menos. No tiene que salir a vender algo que no existe. Para usar una terminología afín a él, podríamos decir que no hace falta hacer magia. ¿Por qué? Muy simple: Bahía Blanca es el mejor lugar para la instalación de la planta de licuefacción. En otras palabras, solamente no tiene que chocar la calesita.
La ciudad del sudoeste bonaerense cuenta con un puerto multipropósito conectado a oleoductos y gasoductos. Tiene infraestructura vial y energética. En la zona hay proveedores locales especializados y recursos humanos de alto nivel. Además, ya se realizaron los estudios de viabilidad técnica e impacto ambiental que le dan luz verde al proyecto.
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El gobernador bonaerense tiene la mejor mano, pero aun así Río Negro asoma como una alternativa competitiva, porque sabe lo que está en juego y dio los pasos necesarios para quedar en consideración. Preso de un capricho ideológico inexplicable y nocivo para los intereses de la provincia, Kicillof no rectifica e insiste en perder tiempo y rifar credibilidad de cara al mundo.
La (falta de) estrategia del gobierno provincial está colmada de condicionales: enviarían un proyecto a la Legislatura, solicitarían una reunión a YPF. No demos más vueltas. En lugar de organizar una excursión a Bahía Blanca, deben convocar a una sesión especial para adherir al Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones, y reunir a los sectores productivos, sociales y políticos en defensa de la provincia.
Me animo a ir un poco más allá. Este tema es tan significativo para el futuro de la provincia de Buenos Aires que un apoyo multisectorial puede ser el puntapié inicial para consolidar otros acuerdos importantes, en educación, salud, infraestructura y autonomías municipales. El gobierno provincial tiene la oportunidad de abandonar su letargo y coordinar una mesa operativa que implemente grandes transformaciones.
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Nos hizo mucho daño el discurso antiempresa y cortoplacista que aún es defendido -con más vehemencia que argumentos- por varios personajes que quieren volver para atrás. Es hora de superar el paradigma meramente distributivo que deja de lado el crecimiento. En un país estancado hace doce años, la misma torta se reparte entre más personas. Una postal cruda de inviabilidad.
Para erradicar la pobreza hay que aprovechar las oportunidades de desarrollo. Para reducir la informalidad laboral, y generar trabajo genuino, tenemos que exportar más y mejor, agregándole valor a nuestros productos. No miremos para otro lado mientras la falta de visión de unos pocos dirigentes puede costarle carísimo a millones de bonaerenses.