Por MARTÍN PASCUAL / Vicepresidente de la UCeDe de la Ciudad de Buenos Aires
En la Argentina existe un sector de la sociedad que manifiestamente dice ser el pueblo frase que salvando las diferencias me recuerda a Luis XIV, rey de Francia, a quien se le atribuye la expresión: “L’État, c’est moi” cuya traducción es “El Estado soy yo”. Bajo esta autopercepción, hoy colectiva, se esconde una profunda falta de empatía e intolerancia al que piensa diferente y sobre todo milita ideas diferentes, pues según su errónea concepción ellos son los únicos que tienen la capacidad de interpretar y generar soluciones para el pueblo ósea… ellos mismos.
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Esta apreciación autorrealizada al momento de ser gobierno se vuelve significativamente nociva pues termina generando una separación entre el gobierno y los ciudadanos dado que las políticas que llevan adelante estos gobiernos son sustentadas en el beneficio propio en vez de buscar el progreso y desarrollo de la sociedad.
Volviendo nuevamente a la comparación con la Francia de siglo XVIII, estas políticas generaron desigualdades sociales entre los estamentos privilegiados por el estado y el llamado “tercer estado” que estaba compuesto por la burguesía, los campesinos y la clase trabajadora. A su vez, estas desigualdades fueron acompañadas de escasez de alimentos, y una crisis financiera por los excesivos gastos del estado francés y por sustentar un sistema fiscal ineficiente y desigual.
Así como en aquella Francia hoy en Argentina el pueblo se rebeló contra ese Estado ciclópeo que constantemente imposibilita a los ciudadanos. Esto se torna evidente con el triunfo de Javier Milei, un outsider de la política embanderado en las ideas liberales, que vislumbra la falta de representación que tenía el pueblo con la política, y la influencia de las ideas de la ilustración que originaron la revolución francesa.
Si los que saben dicen que la historia se repite, estamos frente al comienzo de una nueva era en la historia Argentina y quien dice…mundial.