Por CARLOS FARA / Consultor político
El Frente de Todos empezó por hacer un cambio -cambió el nombre- y Juntos por el Cambio no cambió nada, por ahora. De todos modos, no era lo relevante. La misma denominación con candidatos competitivos puede relucir, mientras que una nueva marca sin figuras con valor agregado propio, no incide fuera del voto duro (que es donde se define la elección). Sin nuevas ideas, figuras, metodología o estilos, es lo de antes con un nuevo branding. Para una parte importante del electorado, el ex Frente eran “los peronistas” o “el kirchnerismo”.
Como lo anticipamos varias veces en esta columna, el incentivo a la ruptura en las dos coaliciones era muy bajo. Si un espacio puede ganar, el que rompe pierde, salvo que tenga un capital propio muy grande. Y para el que puede perder, mejor atravesar la derrota dentro de una marca más contenedora, y no arriando jirones nostálgicos de lo que fue y ya no es. Tampoco se pudo materializar el sueño de una nueva gran coalición de centro moderado, una neo “ancha avenida del medio”. No todo lo que es reconocible en términos sociológicos, puede transformarse luego en un proyecto político.
Dado que al final no hubo grandes novedades en materia de alianzas –hasta la izquierda se mantuvo unida- lo más interesante vendrá dentro de una semana cuando se conozcan las candidaturas concretas. Hay que advertir que la inscripción de un partido o frente no necesariamente significa que habrá un candidato presidencial concreto, sino que en algún caso pueda ser una coartada para amargar competir, pero al final estar como independiente en otro espacio (¿puede ser aun el caso de Schiaretti?). Diez días entre una presentación y otra puede ser una eternidad.
Dado que en Juntos el agua no llegó al río –y la ampliación del espacio estuvo dentro de lo previsible- el mayor atractivo lo tuvo la semi plena prueba de que el peronismo volverá a tener una primaria presidencial después de 35 años. Claro, aquella de Menem vs. Cafiero fue una gran puja de liderazgos dentro de una ola renovadora. Esta quizá sea una simple pelea deslucida entre un histórico y uno más joven, ambos con baja probabilidad de éxito en el comicio general. Sería una primaria porque “no queda otra”: la líder se auto excluyó, su alternativa ¿no puede / quiere competir?, y un gobernador con potencialidad electoral en su distrito que no acepta salir al ruedo. Dado que el experimento Alberto fracasó, mejor cumplir con la consigna de que “mi único heredero es el pueblo” (siempre hay consigna de Perón a mano): tiene menos costos políticos, el más votado tendrá un hándicap de ganador y de paso nadie podrá decir que no hay democracia interna.
Hoy por hoy, cada “junto” y cada “unido” obtendrían menos votos que el “león” Milei. ¿Es eso tan importante? Relativamente. Al final, si cada espacio consolida sus votos de las PASO, ahí irá el ojo un poquito (no mucho) más sofisticado de los mercados. Si por alguna curiosidad sociológica, los candidatos de la nueva Unión suman más que las otras fuerzas, no será relevante quién salgo segundo, tercero, cuarto o quinto, pues el mundo de los negocios se inquietará (equivocados o no).
Ya analizamos aquí hace un par de semanas las potencialidades de Scioli y Wado. El “Pichichi” fue uno de los protagonistas de la semana. Siempre fue particular: no deslumbra, no propone nada nuevo, se ríe de sus defectos y hace spots sobre eso, no tiene al apoyo de las estructuras y desafía al consenso de la liga de gobernadores. Cualquier en su caso ya hubiese abandonado, pero él se empecina en revivir su actitud resiliente post accidente náutico. ¿Cree que es la hora de los héroes contra los aparatos? ¿Le alcanzará a este modelo Scioli 2023? ¿Acaso esta resistencia a Cristina debería haber sido su estrategia en 2015? Aunque los números no le sonríen, habrá que observarlo con detenimiento los próximos dos meses (si es que le dejan inscribir su candidatura).
En la realidad política – mediática, cuando se instala un interrogante es el prólogo de un pronóstico negativo. La duda metafísica de esta semana que concluye es respecto a la potencialidad de Milei post fracaso de su socio Bussi en Tucumán. Hay varias cosas para señalar:
1. si se produce una polarización como en aquella provincia, el tercero es “el pato de la boda” (la libertad parece que no avanza indefinidamente);
2. el mal desempeño es más notorio porque se trató de una fuerza con piso histórico, pero le fue mucho peor; y
3. el electorado del libertario es en su mayoría independiente y despolitizado, ergo votará lo que se le cante en cada circunstancia.
En síntesis, que no le haya ido bien a sus candidatos locales, no se debe extrapolar a la presidencial. Pero aquí viene otra percepción respecto a que “peluca” se pinchó y está bajando. Claro, al ritmo que venía creciendo entró en una meseta, lo cual no significa un descenso. De todos modos, es legítima la pregunta respecto a si es un fenómeno en las encuestas, pero que luego no se verificaría en las urnas (cuesta creer a esta altura que no hará una buena elección tratándose de un outsider).
En una semana tan prolífica en detalles jugosos, quedan muchísimas cosas en el tintero, como las curiosas primarias en Mendoza. Al final De Marchi tenía un capital propio y Cornejo no era tan rey como se decía, más allá del papelón peronista en una provincia que supo tener gobernadores justicialistas de lujo como Bordón.
La gran mayoría de los oficialismos provinciales sigue ganando, y si pierden es con una astilla del mismo palo. Lo que también se verifica es: 1) peronismos oficialistas que sacan menos votos comparado con 2019, 2) los juntos que son oposición crecen un poco, y 3) escenarios de mayor abstención y/o voto en blanco.
Mientras la inflación le sigue pisando los talones a los ingresos, no sabemos si la casta tiene miedo -porque no le va mal electoralmente- pero es evidente que hay fatiga de materiales. Tomando a Engels (y el maravilloso libro de Andrés Rivera): todos tienen ya “un verdugo en el umbral”.