Por OSCAR MOSCARIELLO / Secretario General del Partido Demócrata Progresista (PDP)
a Argentina cumple este año 40 años de democracia consolidando el sistema institucional. Sin embargo, aún está muy lejos de aquella afirmación de Raúl Alfonsín: “con la democracia se come, se cura y se educa”. Muy por el contrario, muchos sectores de la sociedad han retrocedido y los niveles de pobreza alcanzan niveles de angustia.
El filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio definió claramente, en diversas obras, cuál es la “finalidad utópica de la democracia”, si bien se refiere a una visión idealizada de lo que la democracia podría lograr en su forma más pura. La democracia, en su concepto fundamental, busca promover la participación ciudadana, la igualdad de derechos y la toma de decisiones colectivas. Algunos argumentan que la finalidad utópica de la democracia es alcanzar una sociedad perfectamente justa, equitativa y libre.
En una sociedad democrática utópica, todos los ciudadanos tendrían igualdad de oportunidades, se respetarían sus derechos humanos y se garantizarían sus libertades individuales. Habría una distribución equitativa de los recursos y una participación activa de todos los miembros de la sociedad en la toma de decisiones. Se promovería el diálogo, la tolerancia y el respeto mutuo, y se evitarían las desigualdades sociales, económicas y políticas.
En esta visión utópica, la democracia sería un sistema en el que todas las voces serían escuchadas y todos los intereses considerados de manera justa. No habría opresión ni discriminación, y los ciudadanos podrían vivir en armonía, colaborando para el bienestar común.
Sin embargo, es importante reconocer que esta visión utópica de la democracia puede ser difícil de alcanzar en la realidad. Los sistemas democráticos actuales enfrentan desafíos y limitaciones: la influencia del dinero en la política, la polarización, la corrupción y la falta de participación ciudadana. Además, existen realidades sociales y económicas complejas que dificultan la realización completa de los ideales democráticos.
Aunque la utopía democrática puede parecer inalcanzable, muchos consideran que es un ideal valioso y una meta a la que se debe aspirar. Buscar constantemente una democracia más inclusiva, justa y participativa puede conducir a avances significativos en la promoción de los derechos humanos, la igualdad y el progreso.
En cuanto al futuro de la democracia, Bobbio no ofreció predicciones específicas, pero abogó por la importancia de mantener un espíritu crítico y vigilante. Consideraba que el futuro de la democracia dependería de la capacidad de las sociedades para abordar sus desafíos y adaptarse a los cambios, preservando al mismo tiempo los valores fundamentales de la libertad, la igualdad y la justicia.
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En los próximos meses los argentinos tendremos una nueva oportunidad de ejercer nuestro derecho de elegir a un nuevo gobierno. No hay demasiado margen a la equivocación o a caer nuevamente en las falsas promesas. El país reclama un cambio profundo, asumir responsablemente la cuestión del déficit fiscal, reducir el costo del gasto público. Ajustar la política, encarar con valentía una reforma laboral que termine con los privilegios corporativos.
La mayoría de los argentinos vive de ingresos fijos y la inflación les carcome los bolsillos todos los días. El narcotráfico y el narcomenudeo rompe lazos con la sociedad y construyen un estado sin ley en muchos lugares del país.
Por ello, la necesidad de apelar a la austeridad republicana, impulsar políticas que tiendan al diseño de políticas de estado para liberar a las fuerzas productivas y reducir la presión impositiva. Todas decisiones políticas que pongan en marcha al país con un crecimiento incremental que resuelvan las angustias y los dramas que padece la sociedad argentina.
Fuerza, coraje y cambio. La utopía democrática se puede cristalizar solo si los argentinos deciden por un verdadero cambio de paradigma.