Por LISANDRO RAMELLA / Consultor psicológico
En un contexto donde se exalta continuamente el egocentrismo como única forma de alcanzar la plenitud, resalto la figura de Carina Galucci quien se quedó al lado de Carlos Calvo hasta su muerte, llevando adelante su casa y la crianza de sus hijos. Y no del galán (irreal) de “amigos son los amigos” sino del HOMBRE vestido con chomba roja en la foto, el hombre real lleno de defectos (como todos los hombres) y enfermo desde muy joven. Aunque muchos y muchas se enojen, hoy rescato la figura de una MUJER DE VERDAD y con mayúsculas; Carina Galucci.

Y antes de que me ataquen los ismos ya sea de machismo, feminismo, capitalismo o cualquier otro que desde su óptica partidaria vea en mi publicación algo, justamente partidario, quiero decir ahora, ya que no tendré derecho a réplica luego, que esta reflexión que aquí escribo está mucho más allá de cualquier visión partidista de la realidad. Todavía me atrevo a avanzar mucho más en esta idea y digo, con total humildad, que si pensaste que mi lectura de la realidad era sobre que una mujer debe ser considerada como tal, solo si acompaña a un hombre hasta su muerte, no solo te equivocaste, sino que, justamente, estás sesgado o sesgada por esa idea que, casualmente es puramente egocéntrica, de ver todas las cosas bajo una lógica puramente egoísta la cual implica anteponer mis propios intereses bajo cualquier circunstancia y como condición innegociable, ya sea de manera individual o colectiva, pero siempre anteponiendo intereses propios.
Por el contrario, lo que rescato de la relación entre Carina Galucci y Carlín Calvo no es la figura incondicional de una mujer hacía un hombre ya que bien podría ser de un hombre hacía una mujer, de una persona hacía un perro o de un grupo de personas hacía otro grupo de personas vulnerables. En fin, lo que rescato definitivamente, es la capacidad de trascender sobre un mismo, la posibilidad de ver más allá de nuestras propias necesidades para ver desde las necesidades del otro, la posibilidad de ponerse en el zapato ajeno. Es decir, la posibilidad de que hayas podido leer este texto hasta el final sin pensar de que se trataba de un texto que reivindica la posición supuestamente dominante de unos por sobre otros o de la idea de que este escrito atenta contra tus derechos individuales. Si pudiste leer hasta el final sin caer en la trampa de verlo todo desde tu propia óptica partidista, entonces, puede que demos un paso adelante hacía una sociedad menos egocéntrica, más inclusiva que pueda mirar al otro como otro y no como extensión de uno mismo.