Legalización del aborto: Justicia de hoy, fracaso presente y futuro

Por MAGDALENA ORDOÑEZ / Periodista

¿A los cuántos abortos se termina la violencia de género?

¿A los cuántos abortos se acaba la inseguridad en las calles?

¿A los cuántos abortos terminan con cadena perpetua los violadores?

¿A los cuántos abortos la mujer en situación de vulnerabilidad deja de ser pobre o vulnerable?

El aborto no es solución para las atrocidades existentes en la sociedad argentina, empezando por la violencia dentro y fuera de las casas, terminando por los centros clandestinos donde se cometen carnicerías. Es ingenuo creer que la legalización del aborto es justicia social. Todo lo contrario: forma parte de un plan bien detallado basado en lo que los antiguos romanos solían llamar “Pan y circo”. Darle al pueblo lo suficiente para distraerlo de sus verdaderas necesidades. Dejarlo contento por un rato, para tapar sus verdaderas carencias.

Lo que el país necesita son planes de educación y de contención, no más planes económicos en los que el pueblo se convierte en ente dependiente del Estado. La educación enaltece al ser humano, lo eleva por sobre sus necesidades. Y no se puede ser tan iluso como para dejar de ver las carencias concretas que cada vez más gente necesita. Pero sí se puede afirmar que personas educadas luchan por salir de su estado de indigencia para superarse a sí mismos.

Qué hipocresía hablar de derechos cuando eso implica anteponer el “derecho” de unas cuantas mujeres por sobre la vida de tantísimos niños. Quedar embarazada no te convierte en esclava. Y matar a un bebé no te hace libre. Qué dolor ver esta Argentina tan querida por muchos, ser desgarrada por aquellos que se llaman representantes del pueblo. Que se sepa bien fuerte y claro: el pueblo ya habló, y la mayoría se manifestó a favor de la vida. Que no engañen los medios ni los discursos liberales de unos pocos que, asentados en el Capitolio, pretenden defender el deseo de una mayoría inexistente. Este país se manifestó de norte a sur en contra del proyecto de ley y, sin embargo, votaron dejándose guiar únicamente por las presiones de grupos de poder de la capital. Qué ironía y qué conveniente olvidar justamente ahora que Argentina es un país federal.

Legalizar el aborto no va a solucionar ninguna cuestión social. Es absolutamente ingenuo creer que pone a unas y otros en igualdad de condiciones. Peor, es una mentira, porque para empezar se está considerando el derecho de una por sobre el de otro. Pero lo que es más, la violencia, más que sanearla, está siendo fomentada. Por si no quedó del todo claro: el violador tendrá mayores libertades ahora que se lo ha encubierto por ley. La mujer vulnerable se verá doblemente miserable, ahora también en su espíritu. El embarazo adolescente se multiplicará con creces. Y la falta de educación y la pobreza irán en aumento, ya que nadie ha planteado ninguna solución que implique prevenir que la mujer llegue a tener que tomar la decisión de abortar. Que se entienda claro: la legalización del aborto no es justicia social, es negocio.

Y la vida no se negocia.

La vida en ninguna de sus formas. El aborto es un parche que tapa esta gran herida que padece la Argentina. Y en vez de buscar soluciones de raíz para la actual carencia educacional, cultural y social que cuide tanto a la madre como al niño, el Congreso va y vota por el aborto. Y nos pone nuevamente en contra a los unos con los otros, generando una nueva brecha, o ampliando más la existente.

Sin embargo, la aprobación de esta ley es un llamado a la reflexión. De quiénes somos, dónde estamos y cómo llegamos hasta acá. Y también es un momento para entender, más que nunca, que la defensa de la vida no es para tibios. Es ahora cuando debemos salir a apostar y jugarnos por nuestros principios. Y a redoblar nuestros esfuerzos en pos de ellos.