Por LUIS ARAYA CASTILLO / Director de Postgrado en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello (Chile)
El sector de la educación superior opera en entornos que son cada vez más dinámicos, complejos y competitivos. En este escenario, las instituciones participantes deben actuar con una orientación a sus distintos grupos de intereses (estudiantes, personal administrativo, profesores, gobierno, familias, empresas y la sociedad en general), dentro de los cuales, los estudiantes son considerados como los principales beneficiarios de la educación. Los alumnos son los primeros beneficiarios de la educación, y por lo mismo, tienen la percepción más intuitiva de su calidad y son quienes mejor pueden valorarla y, aunque tienen una visión en particular, su opinión proporciona un referente que debe ser considerado.
En este escenario, algunas instituciones han respondido a los desafíos del entorno con la oferta de programas en modalidad no tradicional (distancia, semipresencial y e-learning). Estos establecimientos son sensibles a la ruptura de los paradigmas respecto de los procesos de enseñanza-aprendizaje, y reconocen la tendencia internacional hacia una población estudiantil más heterogénea, y la aparición de las redes, tecnologías de la información y medios ambientes virtuales.
Aunque en mayor o menor medida los diversos países cuentan con instituciones educativas que tienen experiencia en educación superior en modalidad no tradicional, la crisis sanitaria del covid-19, ha hecho que la misma se adopte por el conjunto de instituciones que desean seguir impartiendo sus programas académicos.
La educación a distancia no sólo permite que grupos diferentes de estudiantes puedan acceder al sistema de educación superior, sino que también una de sus grandes contribuciones ha sido la de elevar la calidad del diseño educativo, ya que se obtienen materiales de estudio de alta calidad producto de la experiencia y preparación de equipos de trabajo. Asimismo, la educación a distancia potencia cuestiones como la flexibilidad, comodidad, actualidad y personalización, con lo cual eleva su atractivo para los estudiantes y fomenta la eficiencia de los sistemas de aprendizaje, dando como resultado un mayor rendimiento académico.
Sin embargo, la educación a distancia ha recibido críticas, tales como aquellas que hacen referencia a un menor grado de calidad académica, que el aprendizaje recae en la responsabilidad de los alumnos y que existen problemas con la interacción. Además, se argumenta que la educación en formato no tradicional presenta altos niveles de deserción estudiantil, limitaciones técnicas en los programas y sistemas utilizados, que los insumos necesarios para realizar su seguimiento tienen un alto costo y que las plataformas son usadas únicamente como salas de reprografía.
Algunas mejoras que se han propuesto para responder a estas críticas han sido el uso de estrategias pedagógicas transformativas o la incorporación de foros de discusión, pero no se han enfocado de manera prioritaria en analizar la percepción que los estudiantes tienen sobre la calidad de servicio ofrecida. No obstante, la calidad de servicio percibida por los jovenes está recibiendo una atención creciente, debido a que las instituciones de educación superior se encuentran operando en entornos que les demandan comprender de forma creciente el rol e importancia de la calidad de servicio para el logro de altos estándares de calidad.
Por lo tanto, es necesario estudiar los sectores de educación superior -técnica, profesional y universitaria- desde una perspectiva de gestión, y no sólo desde la mirada tradicional proveniente de la educación o las ciencias sociales. Esta perspectiva se está presentado de manera creciente en la educación superior, ya que han pasado de una visión reduccionista a la de asumir una perspectiva global e integral en la cual se incluyen los sistemas de gestión de calidad y los procesos organizacionales.
Dado lo anterior, las entidades educativas deben reexaminar sus estructuras, estrategias y procesos, y adoptar capacidades que les permitan diferenciar sus ofertas, basándolas en niveles superiores de calidad. Ello implica que deban demostrar y garantizar la calidad de sus diferentes procesos y resultados, ya que una concepción de calidad de este sector debe ser aplicable y exigible a todas las modalidades, con la evidene diferenciación entre sus especificidades.
La educación a distancia es una modalidad de enseñanza que se caracteriza por la utilización de una gran diversidad de recursos pedagógicos que favorecen la construcción del conocimiento al permitir la autonomía de los estudiantes para elegir espacios y tiempo para el estudio, al mismo tiempo que no se encuentra limitada por la ocupación de éstos. Esto implica que el servicio prestado en un entorno virtual de aprendizaje presenta dos características particulares: (1) es un servicio puro, que no se materializa en transacciones puntuales, sino en una interacción prolongada en el tiempo, y, (2) complejo, al incluir la docencia y otros servicios complementarios.
En este contexto, el desarrollo de la educación superior no tradicional se presenta como una oportunidad para latinoamérica , razón por la cual este sector debe responder a la necesidad de diversificar la oferta académica y la del alumnado. Sin embargo, para que su modalidad a distancia favorezca la formación de un mayor número de profesionales y con esto que se mejoren los indicadores de competitividad a nivel país, no debe ser percibida como de menor calidad si se le compara con la formación que se imparte en formato tradicional.
Por lo tanto, las instituciones de educación superior deben conocer la percepción de sus estudiantes y desarrollar una base sólida que les permita alcanzar altos niveles de calidad a través de la creación de valor y la mejora continua de sus procesos organizacionales. Esto implica que la evaluación de la calidad de servicio se debe hacer considerando las variables que sus estudiantes consideran esenciales. De ser así, las instituciones educativas pueden implementar acciones para mejorar sus indicadores de calidad, diferenciarse en el sector, y tener una buena percepción entre sus estudiantes. Como resultado, un mayor número de personas optarán por esta modalidad de enseñanza, y esto impulsará a que crezca el número de instituciones que puedan satisfacer sus requerimientos a través de una mayor variedad de programas académicos.
La educación superior presenta dinámicas similares entre los diferentes países. Esto es relevante, ya que el sector de educación superior se relaciona en forma directa con el crecimiento de una sociedad y su desarrollo socioeconómico. La riqueza o la pobreza de los países depende en gran medida de la calidad de la educación superior , ya que la misma es reconocida como un elemento clave para la prosperidad económica, es vital para el progreso social, es el eslabón central en el desarrollo del talento y la cultura, y es fundamental para el desarrollo sostenible y mejora en el bienestar de las personas.