Dame un respiro, Argentina querida

Por MAGDALENA ORDOÑEZ / Periodista

Desde chica me enseñaron a cuidarte, a respetarte, a cantar el himno nacional bien fuerte, con orgullo, a considerarme feliz de ser argentina. Mis papás dieron su vida por mi educación y la de mis hermanos. Nunca tuvimos mucho, pero sí suficiente. Y lo que no sobraba, era destinado a lo primordial: nuestra educación. Siempre nos empujaron a dar lo mejor de nosotros. Hoy en día soy consciente de lo privilegiados que somos.

Soy una convencida que para cuidar de nuestra Argentina no hay que ser un gran político. De hecho, dudo que existan de esos. Apuesto por la actitud individual, por empezar por los nuestros, siendo responsables y respetuosos, por generar buenos hábitos en la vida cotidiana, y contagiar esta predisposición a los que nos rodean. Cada uno según su edad, su sexo, su contexto y realidad social. Si todos hiciéramos bien lo poco que nos toca, quizás no tendríamos que discutir esto.

Sin embargo, en la calle se repite mucho una frase que dice algo así como: el problema del argentino es el argentino mismo, es cultural. ¿Cómo hacemos para cambiar una cultura y pretender ver los cambios en vida?

No estoy de acuerdo con esa frase. AMO a los argentinos y a su cultura, su familiaridad, su forma de relacionarse con la gente, su pasión por la vida, sus principios. Amo mi país, sus paisajes y sus ciudades, su comida, su gente. Como todos, tenemos defectos. Y personalmente creo que los dos grandes defectos del argentino son el rencor y el miedo. Ambos nos paralizan, no nos dejan crecer, nos atan al pasado y nos impiden vislumbrar un futuro. Nos obstaculizan nuestra mirada hacia nuevos proyectos, nos dificultan una libre expresión, nos llevan a buscar salvar nuestro propio bolsillo, a desconfiar de nuestros vecinos, a violentarnos en la calle. Finalmente, nos convierten en una masa dependiente del Estado.

Así como no podemos pretender que nos responsabilicen por las fallas de los de arriba, yo no puedo culpar al Estado por los horrores ocurridos en nuestra querida Argentina. Lo peor que nos está pasando no es el gobierno peronista de turno, es el pueblo que lo sigue eligiendo, que apuesta ciegamente por él, que cree irracionalmente en las mentiras que informa.

Una cuarentena eterna, la impunidad de la Vicepresidenta, los presos en la calle, los problemas de la coparticipación, la “legalización” de las tomas de los terrenos, el supercepo, los vergonzosos ministros “zaraza” que hablan del presupuesto nacional, un presidente que subestima el mérito y el esfuerzo personal. Pobre nuestra querida Argentina. Todas las semanas se presenta, invariablemente, una catástrofe distinta.

Reformulo la idea presentada al principio: perdón Argentina, te estamos ahogando. Vos tan buena, tan linda, nos diste tanto, y nosotros así te respondemos. No es de sorprenderse las masivas consultas actuales sobre la emigración. Los que elegimos quedarnos nos encontramos con la responsabilidad de cuidar de nuestra gente y luchar por nuestros derechos. Quizá mi pelea personal no sea pública, ni genere un debate en Twitter. Pero una vez más, estoy convencida de que de nada sirve dar grandes discursos ante miles de espectadores, si no empiezo con lo poco, si no llevo de manera responsable lo que me toca a mí en el día a día. No estoy segura de que vaya a generar cambios en nadie, pero mientras sea argentina, desde adentro o desde afuera, no puedo dejar de intentarlo.