Cuarentena día doscientos y pico…

Por MAGDALENA ORDOÑEZ / Periodista

Hace casi un año, el mundo se despertaba con una noticia de película: en un pueblito de China había aparecido un virus extremadamente contagioso, que se estaba cobrando miles de vidas. El mal se fue esparciendo por todo el país asiático. En Occidente, la rueda seguía girando. Mientras los chinos eran aislados en sus casas, y las fronteras quedaban cerradas, separándolos del mundo entero, de este lado discutíamos sobre los regalos de Navidad, los festejos de año nuevo, las vacaciones. En Argentina, el nuevo Presidente Alberto Fernandez debutaba en su trono de poder, generando debates internos entre la población. Veíamos el mal como perteneciente a una realidad paralela, que podíamos ver en las televisiones de nuestras casas, en la comodidad de nuestro hogar, sin ser conscientes de lo que se avecinaba. Porque no tardó en llegar a este lado.

Todos los países se pusieron en cuarentena, cerraron las fronteras, la gente se aisló en sus casas. Por semanas, salieron a la calle con el miedo de no saber si volverían sanos, si contagiarían a sus familias, si matarían a sus seres queridos por ser trasmisores del virus. La situación se volvió dramática de un día para el otro. Pasamos a ser parte de esa película. Porque eso debía ser, ¿no? Una película de esas apocalípticas, con el fin de que la humanidad tome conciencia del daño que se está haciendo a sí misma y a la Tierra.

Se empezó a hablar de conspiraciones, de una guerra entre Estados Unidos y China. La gente también desconfiaba de Rusia, porque, ¿por qué no?. Se decía que una mente siniestra era quien estaba orquestando todo. Llegué a escuchar que era un plan macabro para deshacerse de los ancianos de la sociedad.

En definitiva, es la primera vez en la historia que un virus y una pandemia se encuentran con la tecnología, la velocidad y la capacidad de difusión que existe en el siglo XXI. Porque de seguro que no es el primer virus ni la primera pandemia que hay en el mundo. Y la humanidad los ha sobrevivido más de una vez. En algunos lugares de Europa, mismo en China, se ha vuelto a “la nueva normalidad”, han clausurado todo y han vuelto a abrir más de una vez.

En Argentina, actualmente los contagios reportados han superado el millón de personas, y los fallecidos serían más de 32 mil. En China, lugar donde empezó la película, hay 92 mil contagiados y casi 4600 muertes. Y en Italia, uno de los países más afectados en el mundo por el virus, hoy hay 790 mil contagiados y 39.700 muertes. Y que conste que ya atravesaron la fase de “la nueva normalidad”. Mientras, en Argentina estuvimos seis meses esperando el pico, a la vez que seguíamos encerrados. No quiero detenerme mucho en resaltar que por año mueren aproximadamente 32 mil personas por otras enfermedades respiratorias. Aunque nadie frena un país entero por ellas. En definitiva, personalmente creo que la extrañeza de estos números habla por sí sola.

Doscientos y pico de días de cuarentena no son para los tibios. Es hora de entender que esto no es una película, es nuestra realidad de hoy. Y que la forma de solucionar las cosas no es esquivando el problema, encerrando a la gente, manipulando a la sociedad. Tampoco me quiero enfocar en la cantidad de barbaridades a las que dedicó su tiempo el gobierno en este tiempo, mientras obligaba al pueblo a que se quede en su casa. Pero sí quiero resaltar una necesidad económica, social y psicológica de retomar nuestras vidas, puestas en pausa desde hace ocho meses. Pareciera ser que los medios, los periodistas, los funcionarios públicos, y todas las figuras de alguna manera influyentes, se pusieron de acuerdo para seguir promulgando este discurso. Si la cuestión es sanitaria, fomentemos la educación en la higiene y en la salud: enseñen a la gente a cuidarse. Pero seamos conscientes de que, si no lo hacemos, si nos callamos, si elegimos quedar al margen, estamos respaldando este ahogo a la economía del país, esta coartación a la libertad y a nuestros derechos como ciudadanos. Necesitamos que nuestros representantes nos representen y dejen de tomar decisiones inútiles en nuestro nombre, como si fuéramos niños que se juegan constantemente a meter los dedos en el enchufe. Doscientos y pico de días de cuarentena no dejan espacio para los tibios. El pueblo ya habló, y el presidente dijo que no le preocupa lo que manifestemos porque somos “gente que está confundida”. ¿Qué podemos esperar? ¿En quién se puede esperar?