“El gobierno porteño quiere silenciar el arte callejero”

Por DANIEL RODEGHIERO / Director de Sección Ciudad

Murales que transforman medianeras grises, músicos que llenan de ritmo las esquinas y obras performáticas que se ganan la atención de los vecinos y turistas al paso. El arte callejero en la Ciudad de Buenos Aires es parte esencial de su identidad urbana. Sin embargo, la convivencia con el espacio público y la normativa vigente siguen siendo temas en constante tensión.

La Ciudad de Buenos Aires es reconocida como una de las capitales latinoamericanas del arte urbano. Barrios como Palermo, Colegiales, Barracas y La Boca son auténticas galerías a cielo abierto. Grupos de muralistas, colectivos de danza y músicos itinerantes conviven en un ecosistema que mezcla expresión artística con identidad barrial.

La Ciudad incluso cuenta con circuitos turísticos específicos, como los recorridos de murales en Villa Urquiza o Caminito. “El arte callejero no solo embellece, sino que también transforma la manera en que nos relacionamos con los espacios cotidianos”, sostienen desde el colectivo BA Mural.

REGISTRO DE ARTISTAS CALLEJEROS: ¿FOMENTO O PERSECUSIÓN?

Desde hace algunos años, el Gobierno porteño promueve la inscripción en el Registro Oficial de Artistas Callejeros, que permite a quienes realizan intervenciones en el espacio público hacerlo de manera regulada y sin costo.

El trámite es gratuito, se gestiona online y otorga un permiso válido por dos años. A cambio, se establece una normativa sobre lugares, horarios y tipos de expresión permitida, con el objetivo de garantizar la convivencia con comercios, tránsito y vecinos.

Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta política. “Regular no debería significar limitar. Hay artistas que sienten que el registro impone demasiadas condiciones y burocracia. Quieren silenciar el arte callejero”, advierten desde el Frente de Artistas Ambulantes Organizados (FAAO), una de las agrupaciones que desde hace años reclama mayor libertad en el uso del espacio público.

No es raro ver cómo en algunas plazas o esquinas la presencia de músicos o performers termina en discusiones con inspectores. En 2023, hubo más de 300 actas labradas por ocupación indebida del espacio público en actividades vinculadas al arte callejero.

Hay una delgada línea entre fomentar la cultura urbana y perseguirla”, señalan desde el Observatorio del Derecho a la Ciudad. En algunos casos, se registraron decomisos de instrumentos o el desalojo de artistas por no contar con habilitación.

La mayoría de los artistas callejeros coinciden en un punto: la Ciudad necesita reglas claras, pero también flexibles. “Muchos usamos el arte como forma de vida, y para otros es un canal de expresión social o política. Necesitamos ser parte del diseño de las políticas públicas que nos involucran”, afirman.

Desde el Ministerio de Cultura porteño aseguraron a SECCIÓN CIUDAD que “estamos trabajando en mesas de diálogo con colectivos artísticos para fortalecer espacios de expresión en plazas, centros culturales a cielo abierto y ferias barriales”.

EL ARTE CALLEJERO TAMBIÉN ES CULTURA

El arte callejero no solo embellece: interpela, denuncia, celebra. Desde el mimo que arranca una sonrisa hasta el mural que rescata una historia olvidada, forma parte del ADN porteño.

En una ciudad que muchas veces se vive con prisa, el arte urbano invita a detenerse. La pregunta no es si debe existir, sino cómo garantizar que lo haga con libertad, respeto y reconocimiento.