Por MARTÍN PASCUAL / Productor asesor de seguros

Dicen que el gobierno de Javier Milei es “anti pueblo”. Que gobierna “para las corporaciones”, que “vende la patria” y que quiere “entregar el país a Estados Unidos”. Lo dicen con tono solemne, entre banderas rojas, carteles impresos con plata ajena y cafés pagados por el Estado. Lo grita La Cámpora desde una oficina pública. Lo repite la izquierda boutique desde Palermo. Lo susurra un radical confundido desde alguna banca que todavía cree que el estado puede ser bueno si se agranda lo suficiente.
Mientras tanto, ¿qué pasa en el mundo real, ese que los estatistas solo saben mirar por la ventanilla de un auto oficial? Por ejemplo: el gobierno de Chile estudia devolver el IVA a los turistas argentinos, en un intento desesperado por retener el aluvión de compras que generaban los argentinos que cruzaban desde Mendoza con pesos “devaluados” que buscaban precios no intervenidos. Sí, escuchaste bien: los chilenos —que hasta hace poco eran un aspiracional para la Argentina— ahora se preocupan por cómo competir con los precios del país que gobierna el Presidente Milei.
Durante años, el populismo distorsionó los precios y los servicios al punto de volver a la Argentina una especie de paraíso subsidiado… para los de afuera. La nafta, por ejemplo, artificialmente barata —gracias a subsidios financiados por los impuestos de los propios argentinos— se revendía en bidones del otro lado de la frontera, en Paraguay. Es decir, los argentinos pagaban su combustible y también el de los paraguayos. Lo mismo con los llamados tours sanitarios: contingentes de extranjeros que cruzaban a atenderse en hospitales públicos argentinos, porque acá la salud es “gratuita” para todos, (aunque la paga el que labura). El resultado de estas políticas socialistas fue que el argentino de a pie no tenga cama en un hospital o tenga que esperar meses por un turno médico, mientras el dinero del contribuyente se iba en atención médica a extranjeros no residentes.
¿Y quién sostenía esa distorsión? ¿La Cámpora, con sus operativos de control de precios armados con pecheras, planillas y el eterno dedito levantado? ¿O los burócratas del “estado presente”, convencidos de que el mercado es el enemigo y que el argentino debe resignarse a vivir con lo que el partido del estado le permita? Durante años impusieron esa lógica, que nos transformó en el hazmereir del mundo. Subsidios para todos menos para el que los paga y servicios colapsados.
La respuesta es clara, pero incómoda para algunos: es Milei el que más cuida al pueblo argentino. Porque cuidar no es regalar. No es inventar precios mágicos, ni estatizar industrias para fundirlas después ni mucho menos imprimir billetes. Cuidar al pueblo es devolverle la libertad. Es permitirle que su salario valga algo, que pueda elegir dónde comprar, a quién vender y cómo vivir.
A los del “partido del Estado” esto los desespera. Su dogma se deshace. Sus slogans pierden fuerza. Porque lo que para ellos es un “modelo de exclusión”, para millones de argentinos es la primera oportunidad en más de 80 años de volver a integrarse al mundo, saliendo del sueño socialista para recuperar la dignidad de ganarse la vida sin pedir permiso a los burócratas.
La verdadera defensa del pueblo no está en los micrófonos de los medios tradicionales ni mucho menos en las marchas con falsos jubilados financiadas por los integrantes del partido del estado. Está en cada pyme que vuelve a exportar, en cada turista que deja dólares en el país, en cada argentino que empieza a pensar que tal vez su futuro no dependa de la ciudadanía de sus abuelos… ni mucho menos del estado.