Argentina desde un plano social y moral

Por GONZALO BRIASCO / Dirigente liberal

Desde un rincón de la ciudad de Bs. As. escribo esta nota, que no tiene como objetivo hablar sobre inflación, ni salario básico, ni PBI o tasa de desocupación. Tampoco voy a hablar de déficit fiscal o emisión monetaria. El liberalismo ya se hizo eco en materia económica, y los éxitos de este gobierno son por demás abrumadores.

Mi verdadera intención es ser un observador de la realidad, desde una perspectiva filosófica, ontológica y liberal; un fiscal de las políticas sociales, culturales, morales y éticas que tuvo Argentina el año pasado y su repercusión en la población. Sería lo que Adam Smith llama un “espectador imparcial”, actuando como un observador objetivo de la realidad, poniendo los valores, la libertad y las normas morales como eje de mi análisis.

Desde la oposición política se escuchan críticas como: “Milei fomenta el individualismo”; incluso CFK sacó un comunicado hablando de la “falta de empatía”. La pregunta es: ¿el egoísmo y la moral son opuestos? Ayn Rand explica claramente que la ambición individual es natural, y la persistencia, la persecución del éxito personal, fomentan el espíritu crítico y la creatividad, y por lo tanto son beneficiosas no solo para el individuo, sino para la sociedad en su conjunto.

La eliminación de la pauta oficial fue una de las primeras medidas del gobierno. A través del decreto 89/2023 (luego prorrogado por la Secretaría de Comunicación y Medios) el Estado se corre de los medios de comunicación, garantizando la libertad de expresión, la competencia y la pluralidad de voces. Para todos los gobiernos anteriores que por inacción u omisión nunca tocaron la pauta oficial… eso se llama liberalismo. “La posibilidad de poder escuchar todas las voces nos hace crecer moral e intelectualmente, mejora nuestros argumentos y expone nuestras falencias”, decía John Stuart Mill.

Pero no solo es la pauta oficial; la propaganda política en espacios públicos se cortó de cuajo. Estatuas, bustos, afiches, banderas, no se puede adoctrinar más dentro de edificios públicos. De nuevo… liberalismo.

El problema central es, en esencia, una cuestión filosófica y moral. Porque el denominador común es siempre el mismo, tanto para la corrupción financiera, como estructural y política: el uso indebido del espacio y/o erario público. Si es de todos, no es de nadie; si no es de nadie, es mío; si es mío, ya no es de todos. Este loop vicioso funcionó por décadas dentro de la cabeza de millones de argentinos.

En este sentido, es sumamente importante para cualquier liberal garantizar transparencia en el uso de los recursos del Estado. En diciembre pasado, Capital Humano incluyó a las universidades públicas en los sistemas electrónicos de compras y contrataciones (COMPR.AR y CONTRAT.AR) y Sistema Integrado de Información Financiera (e-SIDIF). De esta manera, se minimiza la posibilidad de irregularidades en las contrataciones dentro de las universidades, al mismo tiempo que se cuidan los recursos públicos.

El Ministerio de Desregulación cumple asimismo una función esencial en devolver libertades, corriendo al Estado del medio y garantizando que cada individuo se desarrolle plenamente según sus capacidades. Aun así, la verdadera libertad, la que Timothy Snyder, historiador y profesor en Yale, llama “positiva o aspiracional”, no se da solo con remover barreras y trabas burocráticas, sino que se da cuando el individuo ha creado las condiciones de dignidad, conexión y entendimiento, donde disfruta de sus plenas capacidades; esta libertad “positiva” no es hecha por ningún gobierno, sino a través del potencial de la propia gente.

No pierdo la esperanza. Aun con esta crisis de valores morales, los argentinos tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para alcanzar la cúspide del conocimiento y espiritualidad, donde anclaremos años oscuros y trágicos de nuestro país. Superaremos el nihilismo con optimismo y convicción, creando nuevos valores morales regidos por los pilares básicos de la libertad y el progreso. Como decía Sarmiento, la educación guiará nuestro camino, porque es la única que civiliza y desarrolla la moral de los pueblos.

Si así no fuera, que Dios y la patria os lo demanden.