MARINA KIENAST / Legisladora porteña por el Frente Liberal Republicano
Comienza otro año escolar en la Argentina, esta vez con un gobierno de un rumbo ideológico novedoso y, como nunca antes, tenemos la esperanza de que las circunstancias sean distintas. De que la Argentina tome, de una vez y por todas, otro rumbo. Y de que la educación sea, por primera vez, una prioridad del político de turno.
Falta poco para que empiecen las clases. Por más que duela reconocerlo, también falta poco para que comiencen los primeros paros, los cuales impedirán el derecho de cientos de miles de chicos a recibir educación. Nos hemos acostumbrado a los paros como una medida de fuerza válida ante cualquier tipo de reclamo, pero digamos las cosas como son: los paros son de tinte político y poco tienen que ver con una búsqueda de mejora en el sistema educativo. Así como aparecieron los Moyano en enero, sabemos que van a aparecer los Baradeles en marzo. ¿La razón? no son gobierno. En el mientras tanto, los chicos son arrastrados hasta quedar en medio de un conflicto de adultos del cual no tienen nada que ver y, ante el cual, solo tienen para perder.
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Las problemáticas en educación se han arrastrado durante décadas: desde fondos insuficientes, mal distribuidos o malversados que se traduce en problemas edilicios y condiciones laborales precarias, hasta sueldos poco acordes a la profesión más importante de nuestra sociedad. Todo esto sumado a la falta u ocultamiento de datos, que enlentece y hace imposible cualquier plan de acción que fije un curso distinto al que se viene siguiendo, el cual ya es evidente que solo nos conduce al fracaso.
A esta fórmula del fracaso la podríamos trasladar a prácticamente todos los ámbitos. Seguramente sea por esta razón, que más de la mitad de los argentinos optaron por elegir a un mandatario con voluntad de hacer las cosas de otra manera. No debemos dejar pasar esta oportunidad, animémonos a pensar una educación diferente, una educación que ponga el foco en nuestros chicos y les brinde verdaderamente las oportunidades que merecen. Perdamos el miedo a los Baradel de este mundo, mercenarios de la educación, que solo ven en ella un medio para llenarse los bolsillos a costa de estudiantes y docentes.
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Pero para que haya un cambio verdadero, resulta imprescindible la participación y el compromiso de la comunidad educativa en su totalidad. Son quienes la conforman, los que conocen de primera mano las problemáticas que afronta. Las políticas educativas no las tiene que definir un líder sindical, ni tampoco un funcionario designado a dedo. Las políticas educativas no pueden definirse sin escuchar a quienes viven el aula todos los días. Hay que trabajar para solucionar los problemas de raíz en conjunto con docentes, directivos, pedagogos, políticos y aquellos gremios que verdaderamente trabajan por un sistema educativo mejor. Solo así lograremos diseñar los mejores espacios y métodos de aprendizaje y enseñanza.
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Si hablamos de modernizar nuestra educación, no hace falta ni siquiera inventar fórmulas nuevas, ejemplos de enseñanza moderna exitosa sobran en el mundo. Pero sí hace falta coraje y determinación para explorarlas y adaptarlas a la realidad argentina. Esto debe ir si o si acompañado de mediciones. Lo que no se mide no se mejora. Necesitamos, al igual que se hizo con las pruebas Aprender, seguir implementando políticas que nos permitan determinar cuál es el nivel educativo en cada provincia, en cada escuela y en cada aula. Hay quienes nos quieren hacer creer que medir es igual a estigmatizar, que calificar es igual a discriminar, que las estadísticas son mala palabra porque hace una diferenciación entre los chicos y escuelas de bajos y altos recursos. Esto no es más que una excusa para no afrontar la cruda realidad de nuestras escuelas.
Pero los números por sí mismos no cambian nada. Ese diagnóstico debe traducirse a un plan de acción concreto del cual participen todos los actores del sistema educativo y de la política, dejando de lado los fundamentalismos y las mezquindades que nos llevaron a la situación en la cual estamos hoy.