Por DIEGO GUELAR / Ex Embajador argentino en Estados Unidos, China, Brasil y la Unión Europea
Donald Trump fundó un estilo, hace apenas siete años, que parecía destinado a quedar limitado al territorio norteamericano. Sin embargo, comenzó a extenderse por el mundo hacia algunos que lo precedieron y otros que se fueron sumando. Se lanzó como “libertario”, heredero del Tea Party, en el Partido Republicano, saliendo de la frontera del tradicional conservadurismo del partido fundado a mediados del siglo XIX por Abraham Lincoln.
Mezclaba liberalismo con populismo nacionalista y proteccionista -y lo sigue haciendo- con una capacidad mediática y una falta absoluta de escrúpulos para afirmar verdades y falsedades, que producen amores y odios incondicionales.
Sufrió una derrota al límite del empate en noviembre del 2020, pero nunca se amilanó y prometió volver al poder como el 47° presidente de los EE.UU. Rodeado de polémicas y causas penales de todo tipo -la más grave, haber incitado a un golpe de Estado el 6-1-2021.
Abanderado del rechazo a la inmigración ilegal y de la expansión del poder chino, ha hecho de la consigna MAGA -Make America Great again- una bandera que hoy provoca un apoyo que lo ubica como el favorito para las próximas elecciones.
Distintos líderes del mundo han ido adhiriendo a sus consignas…en Europa, Marine Le Pen en Francia, el partido VOX en España, la premier Meloni en Italia y Viktor Orban en Hungría, expresan su admiración e identificación hacia el lider republicano. En America latina, Jair Bolsonaro en Brasil y Nayib Bukele en El Salvador lo parafrasean e intentan imitarlo.
El último en sumarse al “Club” es Javier Milei, con nuestro propio folklore nacional.
¿Es el “Movimiento Libertario” una reacción contra la “Izquierda Populista”? ¿o una nueva ideología global que aspira a competir con las Internacionales Socialista, la Liberal y la Conservadora ?
Lo veremos. La Historia del Pensamiento Político requiere más que modas y carismas personales para afirmarse y, sobre todo, tiempo y realizaciones que le permitan fijar una doctrina transmisible de generación en generación.
Las redes y el relacionamiento con el show business, muestran su impacto y ponen de manifiesto las carencias de los liderazgos tradicionales. También, el desencanto de la gente con la política y sus magros resultados, teñidos de una pátina de corrupción y cinismo. Hay, también, un trasfondo religioso, una necesidad natural de creer que abastecían las grandes religiones y que luego fueron suplementadas por nuevas sectas laicas.
El mesianismo clásico era entrega y sacrificio -el “premio” para Jesús fue la crucifixión – con una promesa de vida eterna. Hoy aparece la propuesta más terrenal -de corto o largo plazo- de felicidad y prosperidad en envases marketineros y aspiracionales.
A nosotros, los argentinos, nos toca el desafío más básico pero imprescindible de terminar con la inflación y recuperar índices de inversión y creación de empleo razonables; y esto no es soplar y hacer botellas….nuestro estado de postración lo transforma en una inmensa tarea.
Quien lo logre, tendrá un lugar asegurado en la memoria colectiva. Todavía nos falta reconocer a Menem por ese “paraíso” de estabilidad de diez años, que todos, incluyendo él mismo, supimos tirar a la basura. Ojalá este sea el tiempo, el espacio y la nueva dirigencia que nos deje avizorar “la cima de la montaña”, aunque solo lleguen nuestros hijos y nietos, pero podamos abrir el sendero para lograrlo.