Emplazada en el barrio porteño de Puerto Madero, la Fuente de las Nereidas se erige como un gran monumento a la mujer y a quien fue su creadora, Lola Mora. Dicha escultura remite a la temática preferida de los pintores renacentistas italianos: la mitología. De este modo, la fuente refleja el nacimiento de Venus, la diosa romana del amor, la belleza y la fertilidad. Tal vez recordemos dicho acontecimiento mitológico gracias al cuadro del florentino Sandro Botticelli que recoge la misma historia.
LOLA MORA, UNA ARTISTA CON CORAZÓN TUCUMANO
Según relata Marina Artese Grillo, de ItBuenosAires, nació como Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández. Sin embargo, la sociedad y cultura argentina la reconoce con el inconfundible nombre de Lola Mora. Su fecha y lugar de nacimiento aun hoy se discuten. Hay quienes dicen que nació en noviembre de 1866 en Salta. Otros que fue en abril de 1867 en Tucumán. Lo cierto es que la artista siempre se sintió tucumana, tal vez porque fue en esa provincia donde ella dio sus primeros pasos en el mundo artístico, donde su vocación y la verdadera Lola Mora nacieron.
El punto de inflexión en su carrera profesional sucedió a sus 20 años, cuando conoció al pintor italiano Santiago Falcucci. Gracias a él, la joven Lola pudo profundizar sus conocimientos de pintura y dibujo. Le interesaban especialmente el neoclasicismo y el romanticismo italiano, movimientos que luego influenciarían su obra. Durante esa época, comenzó a hacer retratos sobre ciertas personalidades de la alta sociedad tucumana, hecho bastante raro para una mujer de aquellos tiempos. En 1895, siendo ya una artista reconocida en Tucumán, viajó a Buenos Aires para postularse a una beca que le permitirían perfeccionar sus estudios en Europa. El resultado de ese concurso ya lo sabemos, es más que obvio.
SU LLEGADA A ROMA
Lola se instaló en Roma, la “ciudad eterna”. Allí estudió bajo el ala protectora del pintor italiano Francesco Paolo Michetti y con el escultor Giulio Monteverde. Este último era conocido como “el nuevo Miguel Ángel”, por sus dotes artísticos que resaltaban al trabajar el mármol. De la mano de Monteverde, Lola abandonó la pintura para dedicarse de lleno a la escultura, aunque esto significara perder la beca a la que se había postulado.
Mientras se encontraba en Italia, la artista tucumana ingresó a los círculos europeos culturales y artísticos. Asimismo, la prensa argentina comenzó a volcar en los medios su éxito en el exterior. Frente a la popularidad de la incipiente escultora, los trabajos no tardaron en llegar. A su regreso a Buenos Aires, en 1900, le encargaron la estatua de Juan Bautista Alberdi para Tucumán y la conocida Fuente de las Nereidas. Lola volvió a su taller de Roma para preparar las esculturas y regresó, en 1902, para hacer el ensamble.
NUESTRA FUENTE DE LAS NEREIDAS
La idea original era que la Fuente decorara el paisaje de Plaza de Mayo, frente a la Catedral, donde actualmente se encuentra la Pirámide de Mayo. Sin embargo, sus figuras femeninas desnudas hicieron cambiar de opinión a algunos sectores porteños. Finalmente, fue inaugurada en 1903 pero no en el sitio para el cual se había pensado. En primer lugar, se emplazó en la esquina de la actual Avenida Leandro N. Alem y Teniente General Juan Domingo Perón. Aun cuando estaba situada lejos de la Casa Rosada, las críticas a la fuente continuaron. Por lo tanto, en 1918, se decidió mudarla a “un sitio más alejado”, a la Costanera Sur que se estaba urbanizando. Desde ese momento, espera nuestra visita en la entrada de la Reserva Ecológica para deslumbrarnos con su belleza y transmitirnos los ecos de su autora.
La Fuente está construida con mármol de Carrara. Representa el nacimiento de la diosa Venus en la valva de un molusco. Esta es sostenida por dos ninfas de mar, concretamente son Nereidas, hijas de Nereo. Alrededor de estas figuras principales, se extienden tres conjuntos formados por un caballo sumergido en el agua y un tritón que sostiene sus riendas. Toda la escultura cobra vida al reflejarse en la fuente de agua circundante. Tal vez recordemos el famoso cuadro del italiano Botticelli que representa el mismo acontecimiento pero con algunas diferencias. En su obra, Venus está acompañada por otros personajes: el viento Céfiro, Cloris (la diosa de los jardines) y la Primavera.
LOLA MORA POR TODA LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
Tal vez nos resulte extraño pero es posible encontrarse con diversos seres mitológicos en las calles de la ciudad. Y, cabe aclarar que no estamos dentro de un cuento de Mujica Láinez, en su Misteriosa Buenos Aires. Algunas de las esculturas se encuentran en el Jardín Botánico. Allí hallamos un Mercurio alado propio del arte romano y la Ondina proveniente del mundo escandinavo. Asimismo, el centauro herido nos espera en los alrededores del Museo de Bellas Artes. El Parque Centenario no se queda atrás. Es cuna de la Victoria Alada y de la Aurora. La colección mitológica se completa con nuestra Fuente de las Nereidas que mitifica el mapa porteño.
UNA DE LAS PIONERAS DE LA MUJER EN EL ARTE
Lola Mora fue y es un emblema para el arte nacional. En honor a ella, cada 17 de noviembre se celebra el Día del Escultor y las Artes Plásticas. Asimismo, su figura y su ímpetu son un modelo a seguir. Se podría decir que hoy el mundo está más acostumbrado a mujeres como Lola Mora. Sin embargo, la sociedad de su tiempo no la veía con buenos ojos porque no hacía “cosas de mujeres”. Cuentan las fuentes históricas que ella misma se encargó de ensamblar sus obras, supervisarlas y que vestía pantalones para caminar cómodamente entre los andamios. Dicha vestimenta fue considerada un agravio para la moral de la época.
Además, aun cuando fuera reconocida mundialmente, algunos sectores desconfiaban de la autoría de sus obras, solo por el hecho de ser mujer. De todos modos, Lola Mora supo enfrentarse a las críticas y mantener su postura, lo cual la transformó en una mujer moderna. Hoy recordamos una de sus obras más famosas, la Fuente de las Nereidas, que nos invita a ver el mundo y Buenos Aires desde la perspectiva de esta gran artista.