Por DIEGO BOSSIO / Ex Diputado Nacional y actual jefe de campaña de Juan Schiaretti
Estamos entrando en la recta final. Se aproxima el cierre de listas de una elección que no se parecerá a ninguna otra. Porque la crisis económica y social que atraviesa Argentina desde hace una década está alcanzado su cenit.
Enumerar lo que todos conocemos es salirse por la tangente. Limitarse al “rasguido de vestiduras” por la inflación y la inseguridad desbocadas, una forma del onanismo. Pero buena parte de la dirigencia se ha resignado a estas tareas. Como si hacer política fuera meramente elaborar diagnósticos.
No es de extrañar, por tanto, la bronca y el hastío que atraviesa toda la sociedad. Ni que los consultores de opinión admitan, con desconcierto, que poca gente quiere responder las encuestas. Ni tampoco que en esos sondeos piquen en punta los que proponen salidas fáciles e irresponsables.
La situación dramática que vivimos, con jubilaciones por debajo de la línea de pobreza, con millones de trabajadores sin derechos, con empresarios que ya se acostumbraron a vivir en la incertidumbre, con miles de jóvenes a los que ya ni siquiera se les ocurre proyectar un futuro, requiere un enfoque distinto: Argentina necesita más política.
Suena naif decirlo. Más cuando la antipolítica parece ser el signo de la época. Sin embargo, estamos convencidos de eso. Argentina necesita más política, pero no más política de panel, no más política que anuncia voluntades que nunca se concretan. Hablamos de política en su más hondo, y simple a la vez, significado: la búsqueda de acuerdos para que el país salga adelante.
Por eso siempre celebramos la propuesta de Juan Schiaretti. Que fue muy clara desde el principio: necesitamos conformar un frente de frentes, una coalición lo suficientemente amplia para lograr acuerdos en los temas fundamentales. Porque acá no sobra nadie.
Juan Schiaretti, con el aval de su gestión intachable como gobernador, y desde el concepto frente de frentes, está convocando a peronistas federales y republicanos, radicales, socialistas y dirigentes y militantes de otras fuerzas políticas a transformar la crisis en una oportunidad. A consensuar un programa de gobierno de cara a la sociedad, definir la oferta en una gran interna patriótica y, si la sociedad ratifica con sus votos la propuesta, diseñar un gobierno de unidad nacional.
No se trata de juntar lo que ya está fracturado. Ese es el problema de expresiones políticas cuyos líderes tienen estrategias acentuadamente distantes, aunque muchos prefieran tirar la pelota afuera de la cancha. Se trata de reordenar un sistema político, devolverle una nueva centralidad y recuperar la capacidad de la política para reformar y modernizar.
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No hay excusas ni atajos. No hay lugar para solistas en este concierto. Hace falta generosidad, hace falta tener perspectiva y también hace falta audacia. Ser audaz no es ser temerario, es animarse a hacer cosas diferentes.
¿Diferentes a qué? A la política entendida como mero diagnóstico. O a algo todavía más dañino: el cuanto peor, mejor. Como si fueran trotskistas de derecha. Que quieren que el país caiga en una catástrofe, como la de 1989 o 2001, para poder avanzar con determinadas reformas. Muchas de las cuales el país necesita, cierto. Pero la Argentina no va a salir de sus crisis cíclicas con dirigentes que se calcen para la foto el uniforme militar. La verdadera fortaleza política es construir acuerdos que sostengan a las políticas en el tiempo.
Esta es una idea que venimos planteando desde que la maldita grieta se adueño de la práctica política actual. Por eso que sectores de Juntos se acercaron a conversar. Ellos, en su espacio, deberán resolver si ponen la grandeza que demanda la Nación delante de las presiones fratricidas a las que están sometidos.
Dicho esto, nuestra vocación para construir ese espacio es indeclinable, como la candidatura de Juan Schiaretti a Presidente. Sé que los acuerdos de este estilo son difíciles y tienen límites. Lo viví en carne propia. Muchos de los que hoy se oponen a formar una coalición amplia son los mismos que sabotearon toda posibilidad de diálogo cuando se creyeron que la sociedad les había dado un cheque en blanco en las elecciones legislativas de 2017. A los pocos meses se pusieron el país de sombrero y le abrieron la puerta al regreso del kirchnerismo.
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Viéndolo en perspectiva, es lógico que hayan actuado así, y que sigan haciéndolo: están chipeados en la lógica de la Grieta. Pero aquello no funcionó, ni va a funcionar. Votar al menos malo tampoco. Argentina necesita más política, porque necesita volver a convencerse de que el diálogo es posible.
El diálogo no significa suprimir las diferencias. Que existen, y que está bien que existan. Se puede discutir, se puede incluso disentir. Pero si no encontramos puntos en común, es muy difícil que podamos solucionar los problemas a los que nos enfrentamos. Que son muchos, y que van a multiplicarse. Por más difícil que parezca, si no lo hacemos, cualquiera que gane las elecciones va a encontrase con que gobernar será imposible.
Es por eso que sostenemos nuestra voluntad de encontrar un método que permita resolver los conflictos que ha bloqueado política e institucionalmente a la Argentina, sostenemos que es necesario conformar un espacio político amplio. Más allá del desfile de vanidades que atraviesa la política, mientras el país aguanta para no estallar.