Por FERNANDO STRAFACE / Secretario General y de Relaciones Internacionales porteño
El mundo brinda a la Argentina una oportunidad excepcional para una inserción productiva internacional que genere trabajo y progreso. La pandemia, la invasión rusa a Ucrania, la creciente tensión entre China y Estados Unidos y el cambio climático reconfiguraron el mapa de poder global, los determinantes de la demanda en sectores estratégicos y los vínculos entre países para comerciar bienes y servicios.
Nuestros motores de crecimiento y el complejo industrial de bienes y servicios podrían duplicar las exportaciones en 4 a 6 años. Hoy exportamos solo un 18% del PBI, mientras que Chile exporta el 30%. Tenemos un gran potencial en alimentos, energía, minería, industrias basadas en el conocimiento y turismo, motores que están distribuidos federalmente y junto al entramado industrial nacional son clave para el desarrollo.
Para ello, la principal tarea del próximo gobierno es estabilizar la economía y generar acuerdos sobre reformas pro-crecimiento en el marco de un plan integral de desarrollo. La política exterior puede contribuir a ese plan expandiendo las oportunidades de los motores de crecimiento.
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En alimentos, donde casi todas las provincias son agropecuarias, ganaderas o pesqueras, la política exterior puede abrir mercados y aumentar las exportaciones. La Argentina debe promover la entrada en vigencia del acuerdo Mercosur-Unión Europea, que permitirá incrementar casi en un 40% las exportaciones del Mercosur a la UE, eliminando aranceles para el 82% de las exportaciones agrícolas. También podemos aumentar las exportaciones a Asia Pacífico, con foco en ASEAN, donde tenemos la relación comercial más superavitaria. Para ello, es clave rebalancear las representaciones en el exterior, afirmando la presencia en regiones con alto potencial para nuestras exportaciones, como los países árabes y Asia Pacifico. La Cancillería debe ser un instrumento de inserción productiva con una fuerte mirada federal.
El potencial en energía es enorme: somos el cuarto productor de petróleo no convencional a nivel global y Vaca Muerta es la segunda reserva de gas no convencional más grande del mundo. En minería, Jujuy, Salta y Catamarca tienen la segunda reserva mundial de litio, mineral estratégico para fabricar baterías y almacenar energías renovables. Asimismo, Mendoza tiene la cuenca potásica más grande de Latinoamérica, Santa Cruz puede expandir su producción de oro y plata y el cobre espera por inversión y planes sustentables.
En todos los casos, la política exterior puede ayudar a obtener financiamiento para obras de infraestructura como el gasoducto o la planta de gas licuado. En el litio, Argentina debería buscar unirse a iniciativas como la Minerals Security Partnership -conformada por EE.UU. Australia, Canadá, entre otros- que refuerza cadenas de suministro de minerales claves y canaliza inversiones públicas y privadas en los países donde yacen. También podemos jugar un rol clave en la seguridad energética regional profundizando la integración con Brasil.
Con 21 polos tecnológicos y 12 unicornios, tenemos uno de los ecosistemas tecnológicos más valiosos de Latinoamérica. Los servicios basados en conocimiento (SBC) representan un 8% de las exportaciones y generan un superávit de USD 450 millones. En el gobierno de Macri, la política exterior priorizó los SBC, por ejemplo, a través de la firma de protocolos adicionales al Acuerdo ACE 35 con Chile para reducir obstáculos técnicos y facilitar el comercio, permitiendo que los proveedores de servicios compitan en igualdad de condiciones con los de Chile.
Así como en 2016 Argentina y Brasil eliminaron la doble tributación para el comercio de servicios y mejoraron su competitividad, podemos promover nuevos convenios internacionales para evitar la doble imposición, incentivar inversiones y brindar seguridad jurídica.
En turismo, tenemos destinos reconocidos internacionalmente, como la Patagonia, Mendoza, Misiones, Corrientes, Salta o Jujuy. El turismo promueve la entrada de divisas, genera empleos de calidad y tiene un efecto multiplicador en la gastronomía, la cultura y el transporte. En 2019, alcanzamos un récord de 7,6 millones de turistas internacionales, pero tras la pandemia se perdieron 4,400 frecuencias aéreas, 632.000 asientos y 53 rutas. La recuperación del turismo tiene un techo si no retomamos la política de conectividad aerocomercial.
Para impulsar estos motores también es clave promover el acceso de Argentina a la OCDE, que fija estándares internacionales y es un sello de calidad para empresas e inversores internacionales.
Estos motores tienen gran potencial, pero la política exterior inconsistente que tiene el Frente de Todos es un obstáculo permanente. Un país con 40% de pobreza y que nunca logró crecer al 3% anual por más de 10 años seguidos tiene un único imperativo categórico: el desarrollo. Y la política exterior puede contribuir fuertemente con ese objetivo.