Cuando un Tesla se convierte en un lienzo de protesta

Por LUCÍA GASPARELLI / IG @lu_gaspa

Los Cybertrucks de Tesla pasaron de ser una promesa de innovación a convertirse en lienzos móviles para la crítica social. Antes de que los ataques callejeros y los memes los transformaran en símbolos de controversia, la obra Neotameme de Chavis Mármol ya había anticipado la sátira con una crítica más profunda: el artista destruyó un Cybertruck con una escultura de una cabeza olmeca.

¿Un acto de vandalismo simbólico o el primer golpe en una batalla cultural?

Desde Aristóteles hasta Oscar Wilde, la idea de que el arte imita a la vida ha sido un pilar de la filosofía estética. Para el filósofo griego, la mímesis no era una simple copia, sino una herramienta para revelar y transformar la realidad. Pero en la era de los multimillonarios performáticos y la viralización instantánea, la pregunta puede invertirse: ¿cuándo la vida empieza a parecerse a una instalación de arte conceptual?

La saga del Cybertruck en 2025 parece confirmar esta inversión. Lo que nació como ícono del futuro terminó convertido en blanco de ataques y símbolo de una grieta cultural. En este escenario, Neotameme, la obra de Chavis Mármol, pareció anticipar la controversia: una colisión entre la modernidad de Tesla y la historia mesoamericana, convertida en acto artístico de destrucción.

Más allá de la coincidencia, la pregunta sigue abierta: ¿el arte imita a la vida, o es la vida la que termina repitiendo sus propias ficciones?

I. ARTE Y REALIDAD: UN ANTIGUO DEBATE ACTUALIZADO

Desde la Antigüedad, la relación entre arte y realidad ha sido un tema central en la filosofía. Aristóteles sostenía que el arte no es una mera copia del mundo, sino una forma de revelar su esencia a través de la representación. A lo largo del tiempo, esta idea evolucionó: el arte no sólo reproduce, sino que configura los modos en que percibimos y construimos lo real.

Hoy, en un contexto marcado por la viralidad y la performatividad del discurso público, la frontera entre arte y vida, se vuelve cada vez más difusa. ¿El arte anticipa los eventos, o es la realidad la que se pliega a los relatos que crea?

II. CYBERTRUCKS, VIOLENCIA Y SÍMBOLOS EN 2025

Cuando Tesla presentó el Cybertruck, Elon Musk lo describió como “indestructible”. Cinco años después, esa promesa parece haberse convertido en una ironía. En 2025, los Cybertrucks dejaron de ser un emblema del futuro tecnológico para convertirse en blancos de ataques y vandalismo en múltiples ciudades de Estados Unidos y del mundo.

Pero lo que está en juego va mucho más allá de un vehículo de acero inoxidable: el Cybertruck se volvió un símbolo dentro de una fractura política y cultural creciente.

El resurgimiento de Donald Trump en el panorama político y la radicalización de sus seguidores coincidieron con una serie de polémicas en torno a Musk, quien ha sido acusado de coquetear con el supremacismo blanco, la misoginia extrema y el neonazismo. Su saludo con el brazo extendido en un acto público—defendido por sus seguidores como una “casualidad” o como un supuesto saludo romano (que en realidad no tiene sustento histórico)—fue simplemente uno de varios gestos que consolidaron su imagen como figura afín a ideologías reaccionarias.

En este contexto, el Cybertruck ya no es solo un auto: es una declaración ideológica. Su diseño, sacado de una distopía cyberpunk, encarna tanto una visión ultramilitarizada del futuro como las fantasías libertarias de un mundo sin regulaciones. Para sus defensores, representa una utopía tecnológica; para sus detractores, un emblema de la desconexión de Silicon Valley con las crisis sociales y ambientales actuales.

Los ataques—con piedras, pintura, fuego o incluso choques intencionales—no son meramente un rechazo a Tesla, sino una forma de canalizar el descontento con la figura de Musk y lo que representa. Él, por su parte, responde con sarcasmo en redes sociales, alimentando la polarización. Algunos propietarios de Cybertrucks incluso los exhiben en zonas de protesta como gesto provocador. Así, el vehículo se convirtió en un campo de batalla cultural.

III. CHAVIS MÁRMOL Y NEOTAMEME

El artista mexicano Chavis Mármol (Apan, Hidalgo, 1982) fusiona en su obra la crítica social con referencias a la cultura ancestral mexicana. Su serie Neotameme refleja esta síntesis: intervenciones artísticas que evocan símbolos prehispánicos para interpelar dinámicas contemporáneas.

El término tameme proviene del náhuatl tlamama, “cargar”. En las sociedades nahuas, los tamemes eran cargadores que transportaban mercancías sobre sus espaldas. En Neotameme (2021), Mármol reinterpreta esta figura mediante una acción performática en la que, disfrazado de repartidor de comida, recorre la Ciudad de México con una mochila en forma de cabeza olmeca. La intervención reflexiona sobre la precariedad laboral actual y su vínculo con cargas históricas de explotación y resistencia.

La pieza más resonante de la serie es la instalación de marzo de 2024, en la que una réplica de cabeza olmeca de nueve toneladas aplasta un Tesla. Exhibida en la colonia Roma, la obra confronta la herencia cultural mesoamericana con la tecnología contemporánea. Al yuxtaponer la monumentalidad de lo ancestral con un ícono del progreso moderno, Mármol plantea una crítica a la supuesta supremacía de la innovación tecnológica, reivindicando lo originario frente a lo futurista.

El concepto de resistencia es clave. Mármol no sólo interpela la relación entre pasado y presente, sino que cuestiona las estructuras de poder actuales. La elección de Tesla, empresa encabezada por Musk, añade una capa crítica al señalar cómo el avance tecnológico puede desentenderse de las implicancias sociales, culturales y ambientales de su tiempo.

IV. ARTE, VANDALISMO Y RESISTENCIA SIMBÓLICA

Arte y vandalismo siempre compartieron una frontera inestable, que cambia según el contexto, la intención y la mirada de quien observa. A lo largo de la historia, muchas expresiones inicialmente consideradas como actos destructivos fueron luego incorporadas al canon artístico.

Desde los ready-mades de Duchamp hasta las acciones urbanas del situacionismo, la apropiación del espacio público como plataforma crítica ha sido constante. En el caso de los Cybertrucks, lo que comenzó como una reacción espontánea se convirtió en ritual: cada ataque refuerza la idea de que el vehículo es más que un objeto—es un símbolo de poder a ser derribado.

Con Neotameme, Mármol canaliza esa destrucción en un marco artístico que le da significado. Al oponer una cabeza olmeca—símbolo del pasado mesoamericano—a un objeto tecnológico de vanguardia, establece un diálogo sobre resistencia cultural, memoria e imposición ideológica. No se trata de una simple descarga de rabia, sino de una performance donde la demolición se convierte en crítica.

Su intervención no es ajena a los ataques urbanos: los amplifica y resignifica. Aunque la diferencia radica en la intención y el marco conceptual, ambos gestos comparten un mensaje común: la destrucción como resistencia simbólica. Así, el Cybertruck deja de ser un auto para convertirse en territorio de disputa. ¿Dónde termina el vandalismo y dónde empieza el arte?

CONCLUSIÓN: EL ARTE COMO ANTICIPO DE LA REALIDAD

Neotameme no sólo dialoga con el presente: lo resignifica. Al enfrentar una cabeza olmeca con un Cybertruck, Mármol tensiona pasado y futuro en una escena que interpela los discursos del poder, la tecnología y la identidad.

En un mundo donde la tecnología y la política se funden en disputas ideológicas, el arte ya no es un gesto aislado. Es una herramienta que, como en los tiempos de Aristóteles, sigue revelando y transformando la realidad. Si la vida ha empezado a parecerse a una instalación de arte conceptual, Neotameme nos recuerda que el arte aún puede ir un paso adelante.