Por CARLOS FARA / Consultor político
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Los discursos políticos siempre tienen varios destinatarios y objetivos. Un líder puede estar hablándole a la platea presente, a un público global, a un núcleo duro específicamente, entre otras variantes. También puede estar queriendo expresar sus posiciones, provocar una polémica ex profeso, y/o “darle letra” a sus más fieles para que puedan dar batallas en la opinión pública. De modo que nunca debe hacerse una lectura única, ya que casi siempre es una carambola a varias bandas. Desde este punto de vista, el discurso que dio el presidente argentino Javier Milei en el Foro de Davos, se lo debe leer con mucha atención para discriminar los objetivos perseguidos y el impacto en la opinión pública de su país.
Como ya es sabido, el primer mandatario busca convertirse en un líder global de la nueva derecha, asociado a figuras como Trump, Meloni, Bukele, Bolsonaro y Abascal, entre otros. Más allá de las conveniencias que eso podría generarle en materia de relaciones internacionales -por ejemplo, el apoyo de EE.UU. para un nuevo acuerdo con el FMI- Milei también buscar mostrar fronteras adentro que es valorado a nivel mundial, y con eso minimizar las críticas que pueda recibir por su estilo y por su fuerte plan de ajuste económico.
Dicho esto, entonces de debe dividir el análisis en dos planos: el global y el local. Desde el punto de vista internacional, a la corta o a la larga, los países definen sus actitudes y conductas en función de sus intereses estratégicos, más allá de las cercanías ideológicas. Éstas existen, no son mera cosmética, pero en las grandes ligas nadie arriesga tontamente si no hay alguna contrapartida. Como se dice popularmente, “nadie da puntada sin hilo”. Así como existe una entente China, Rusia, Irán, Venezuela que implica múltiples aristas geopolíticas y negocios, este otro eje también tendrá el mismo trasfondo. De modo que coincidencias valorativas no implican amistad sin condicionamientos. Pertenecer a un club tiene sus privilegios… siempre y cuando se respeten las normas internas. Algo de eso comprendió a tiempo Milei cuando pensaba hacer un desaire a Lula en la última reunión del G20.
Solo para muestra basta un botón: la actitud del presidente argentino frente a China. Pasó de ser una “dictadura comunista” a ser gente que solo quiere hacer negocios y no quiere que los molesten. Semejante giro pragmático tiene que ver con que Argentina tiene en la potencia asiática uno de sus mayores clientes en comercio exterior y, además, le ha hecho un préstamo al país, conocido como el “swap chino”, sin el cual el Banco Central estaría aun en mayores dificultades.
En ese liderazgo global que cultiva Milei se encuentra también una serie de definiciones axiomáticas que aluden a constituir un trípode con Trump y Meloni en defensa de los valores occidentales. No solo eso, sino que aludió a que el tiempo le dio la razón, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido entre su primer discurso en ese Foro a principios de 2024 y éste. El dato clave, para él, fue el triunfo del magnate americano, algo así como la recuperación moral del hermano mayor para conducir a la civilización hacia el camino correcto. Ahí, el presidente argentino se revela como un visionario, que además se jacta de habérselo advertido en sus caras al “establishment político, económico y mediático de Occidente”. Solo que en esta oportunidad tuvo mucho menos público en la sala que doce meses atrás.
El otro gran destinatario de su discurso fue la opinión pública nacional. Aquí surgen dos interrogantes: 1) ¿cuánto de ese discurso es relevante para el público argentino? Y 2) ¿cuán eficiente es para su propio núcleo duro? La respuesta a ambas preguntas es una sola: es poco importante.
Argentina está tratando de salir de una de sus crisis económicas más profundas. El gobierno ha tenido algunos éxitos económicos sustanciales, como la baja de la inflación y una cierta estabilidad económica general. Esa agenda será prioritaria durante mucho tiempo. Sin embargo, la lógica concentración mental en ese issue dificulta mucho la inserción de otras temáticas ajenas a esa prioridad. Esto es aplicable tanto al conjunto del electorado, como al propio núcleo duro, al menos el 30 % que votó a Milei en la primera vuelta electoral de 2023.
En la Argentina, en los últimos 15 años, se han aprobado leyes relevantes en el plano simbólico, como la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la Ley de Matrimonio Igualitario, que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo y el acceso a la adopción en igualdad de condiciones, y el decreto que incorporó la opción de género no binario en los documentos de identidad. Más allá del nivel de acuerdo de la sociedad en cada caso, a medida que pasa el tiempo es más difícil que el propio Congreso dé marcha atrás, sobre todo si no se instalan en la agenda ciudadana.
Una de las críticas que la mayoría social les hizo a los gobiernos de Cristina Kirchner fue cierto aislamiento del mundo y su encolumnamiento con los regímenes de Venezuela, Cuba, Bolivia, etc. La presidencia de Macri aprovechó eso para construir una contrafigura de apertura que recibió una valoración positiva. En ese sentido, la decisión de la administración libertaria de salir de la Organización Mundial de la Salud, seguramente no será vista con beneplácito por la población, sobre todo después de la experiencia de la pandemia.
Las críticas de Milei en Davos a la “agenda woke” no tienen mucha pregnancia en la mayoría social. De hecho, algunos dichos específicos como el de la eventual asociación de la homosexualidad con la pedofilia, generaron una reacción importante y derivó en marchas masivas el sábado 1 de Febrero. El propio gobierno luego relativizó esas declaraciones y trabajó para desviar la atención de la polémica.
Esas cuestiones están en el marco de lo que la administración Milei denomina “batallas culturales”, entre las que se encuentra alguna revisión sobre el debate acerca de la violación de los derechos humanos durante los ´70. Los estudios de opinión pública no arrojan un interés particular por incurrir en esos ítems, corriendo el oficialismo el riesgo de que se lo vea desenfocado de la cuestión central: salir de la crisis económica.
En síntesis, Javier Milei utilizó el Foro de Davos con propósitos de posicionamiento global y local, para dar satisfacción simbólica a algunos núcleos militantes. Sin embargo, esos debates no están muy presentes en la opinión pública.