A contramano del mundo: los costos de disociarse en política exterior

Por JULIO COBOS

En el siglo XVII se libró en Europa la Guerra de los 30 Años, que enfrentó a protestantes (reformistas) y católicos (contrarreformistas). Francia, que se había mantenido neutral, apoyó a los reformistas no por convicción religiosa, sino por razones de Estado. El hombre detrás de esta maniobra no fue otro que el cardenal Richelieu, quien promovió esto para priorizar los intereses nacionales. Esta guerra general por toda Europa concluyó con la Paz de Westfalia, en 1648, y surgieron los Estados nacionales tal como los conocemos hoy.

Este ejemplo y la historia en general nos enseñan que los países, en materia de política exterior, se deben guiar por intereses nacionales y no por ideologías personales. Esto es fundamental, máxime teniendo en cuenta que las decisiones que adopta y las palabras que pronuncia una gestión de gobierno generan consecuencias que muchas veces la trascienden, por eso es tan importante la visión a largo plazo.

Lamentablemente, el domingo 22 de septiembre, durante el 79º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el gobierno nacional se ausentó de la votación del Pacto para el Futuro, desoyendo uno de los principales ejes rectores de política exterior.

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El Pacto para el Futuro es un acuerdo multilateral por el cual un gran número de países se comprometen a llevar a cabo acciones que impulsen el desarrollo sostenible, a poner a los jóvenes en el centro del cambio, a priorizar los derechos humanos, la ciencia y sus interrelaciones; expresa una línea de intenciones nobles y marca una hoja de ruta. Las cinco grandes áreas de interés del pacto son desarrollo sostenible; paz y seguridad internacionales; ciencia y tecnología; juventud y generaciones futuras, y transformación de la gobernanza mundial. El Pacto para el Futuro es una buena oportunidad para rediseñar el sistema multilateral y dirigir a la humanidad hacia un nuevo rumbo para cumplir los compromisos existentes y resolver los retos a largo plazo.

143 países votaron a favor, 7 en contra, 15 se abstuvieron y 28 se ausentaron de la votación, se “disociaron”, en palabras de la canciller Diana Mondino. Algunos de los que votaron a favor son Estados Unidos, Brasil, Chile, Alemania, Japón, Italia, Francia, Sudáfrica y el Reino Unido. Entre los 7 que votaron en contra: Rusia, Corea del Norte o Nicaragua. El grupo de los 28, que integra la Argentina, está compuesto, entre otros, por Venezuela y Afganistán.

En un par de ocasiones, el presidente Javier Milei ha dicho que “los países más libres son 12 veces más ricos que los países reprimidos”; veamos entonces cómo votaron los países más libres y cómo los “países reprimidos”, para saber dónde nos colocan este tipo de decisiones.

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Si tomamos como base el Índice de Libertad Económica de 2023, los países ubicados en el top 20, en su totalidad aprobaron el Pacto para el Futuro. Hay que ir hasta el puesto 38 para encontrar a Samoa como el primer país en el ranking que no lo aprobó. Esta isla de la Polinesia, cuya población es inferior a la del departamento de Guaymallén o el municipio de Lanús, pareciera compartir los intereses nacionales con nuestro país en lo que respecta a los próximos 21 años. Cabe preguntarle al Presidente o a la canciller cuáles son exactamente los beneficios para la Argentina de “disociarse” del mundo libre.

Nuestra política exterior debe alinearse de tal manera que podamos ingresar a organismos como la OCDE, y a su vez incorporar este tipo de acuerdos, que reafirman las mejoras en la gobernanza global. Podemos disentir en las formas y criticar aspectos, pero lo que no podemos es ir a contramano de nuestra propia historia y de lo que representa la inserción de la Argentina en el mundo.

En un mundo que se debate entre más nacionalismo o más cooperación internacional, creemos firmemente que estos esfuerzos de diversas naciones ayudan a sacar del estancamiento y del abismo al multilateralismo, en un momento crucial de la humanidad.

La decisión del Gobierno ha colocado a la Argentina del lado de gobiernos autocráticos que poca relación tienen con nuestro interés nacional y nuestra larga tradición en política exterior. Ojalá que no sea tarde para revertir los costos de disociarse.