La primavera de 1987 asomaba cuando Fidel Verón, con 19 años, fue a buscar su primer empleo. Al llegar, vio cinco cuadras de fila por un puesto. Eso lo desalentó, pero se quedó. Sus esperanzas cayeron cuando a los últimos de la fila les pidieron que regresaran al otro día. Así lo hizo y pese a volver a pasar horas allí logró llegar hasta la entrevista.
El trabajo que esperaba era para ser recolector de residuos en los camiones de la empresa Cliba, pero ya no había más cupo y le ofrecieron el de barrendero.
“Desde chico que veía desde una de las ventanas de mi casa a los trabajadores de la limpieza de mi barrio. Me llamaba mucho la atención. Sabía que ahí estaba mi destino”, asegura hoy a los 55 años y casi cuatro décadas de oficio. Aunque ahora le toca las calles de Recoleta, el hombre pasó por otros barrios de la ciudad. Orgulloso, cuenta que lo que más disfruta es compartir oficio con Emanuel.
“ME EMOCIONA TRABAJAR JUNTO A MI HIJO”
Feliz por haber logrado su primer empleo formal, Fidel comenzó a trabajar: debía recorrer las calles de la Ciudad con el escobillón, rastrillo y el cesto que le entregaban en la base.
Aunque le tocaron varios, hoy recuerda con cariño su paso por los barrios de Flores, Balvanera y de su actual recorrido por Recoleta. Con 25 años y seis de experiencia, llegó su primer hijo, Emanuel, a quien crio y educó con su trabajo.
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“Poder compartir esta actividad con mi papá no tiene precio. Es un orgullo verlo trabajar”, dice emocionado el joven de 30 años que desde 2016 trabaja junto a su padre en la misma empresa de higiene urbana.
Lo mismo destaca Fidel: “Me emociona y me pone feliz y cuando lo veo llegar a la base. Estoy muy orgulloso por él”, dice mientras mira a los ojos a su hijo.
Ambos cuentan que suelen compartir los momentos previos y posteriores de cada jornada en la base, el lugar en el que se reúnen los trabajadores de la higiene urbana, espacio al que ya consideran “una segunda casa”.
A segundos de iniciar el recorrido, Fidel le dice a su hijo: “Nos vemos cuando salimos”. Y el chico, le pide: “Si llueve mucho, cuidate. No te hagas el pibe”.
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“SOMOS UN VECINO MÁS”
El de barrendero es un trabajo clave en una ciudad como la de Buenos Aires ya que circulan más de seis millones de personas a diario y recibe millones de turistas de todo el mundo. Esto, los convierte en uno de los pilares fundamentales y ya son parte de la identidad de cada barrio.
“Yo me considero como un vecino más”, asevera Fidel, quien no solamente se encarga de la limpieza de cada calzada, sino que muchas veces se convierte en la persona de confianza para los vecinos. “Algunos me cuentan sus problemas, sus angustias, sus tristezas y también sus alegrías”, dice y en la búsqueda de esas escenas cotidianas, que define como un plus de su labor, asegura que “lo más lindo es conocer a la gente y sus historias”.
Igual de cómodo se siente Emanuel con los vecinos del barrio. “En verano, con las altas temperaturas, siempre se acercan con bebidas frescas”, recuerda agradecido.
UNA TAREA FUNDAMENTAL
Actualmente, en la Ciudad hay 2.700 barrenderos que se encargan de limpiar cada día las más 27 mil calles de las 15 comunas porteñas. Hay calles que se limpian con más frecuencia que otras, dependiendo de la transitabilidad de la misma. Cabe recordar que al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le corresponde el barrido de la calzada, pero la de la vereda es responsabilidad de cada frentista mantenerla limpia.
“Es importante que los vecinos mantengan los frentes de sus casas en condiciones, embolsando lo que juntan de sus veredas y dejando las bolsas de basura cerradas dentro de los contenedores; siempre de domingo a viernes de 19 a 21”, pide Ignacio Baistrocchi, ministro de Espacio Público e Higiene Urbana porteño.
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En general, los trabajos se distribuyen de lunes a sábados: durante la mañana se realiza el barrido de todas las cuadras, al menos una vez por día; a veces, por la tarde y en ocasiones durante la noche se refuerzan los sectores de alto tránsito peatonal como son las zonas turísticas, los centros de trasbordo, centros comerciales o gastronómicos. En otoño y luego de fuertes tormentas se refuerza el barrido manual y mecánico, haciendo especial hincapié en la limpieza de los sumideros y los conductos para retirar las hojas y residuos que se hayan acumulado allí e impidan el escurrimiento del agua a fin de evitar que se obstruya la red pluvial y se generen posibles anegamientos en el territorio porteño.