De todos los tipos de alojamientos que hubo en la Ciudad de Buenos Aires, uno de los más emblemáticos era el Hotel de Inmigrantes. Este funcionó durante 96 años, en cuatro edificios diferentes, hasta que cerró sus puertas en 1953.
Como su nombre lo indica, el único objetivo de la institución era recibir huéspedes extranjeros, tras su llegada a la Argentina con intenciones de comenzar una nueva vida y encontrar una fuente de trabajo.
Por lo tanto, además de ofrecer sus amplias instalaciones, el personal del Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires también tenía que trabajar para mejorar el estilo de vida de sus visitantes.
Las primeras instalaciones del Hotel de Inmigrantes se inauguraron a mediados de 1857 en un terreno que hoy le pertenece a la Estación Retiro de la Ciudad de Buenos Aires, luego de un intenso trabajo de Asociación Filantrópica de Inmigración.
En simples palabras, era un edificio pequeño, ubicado en la intersección de la Avenida Leandro N. Alem y la calle Corrientes, que se estrenó con la llegada de un grupo de trabajadores suizos.
De todas formas, debido al incremento en la demanda de habitaciones, este primer edificio cerró en 1874 y el Hotel de Inmigrantes se trasladó a un nuevo recinto. Este se inauguró en 1881 y estaba ubicado en la calle Cerrito 1250 (actual sede del Centro Argentino de Ingenieros).
Al igual que sucedió con los dos establecimientos ya mencionados, las habitaciones quedaron pequeñas para cubrir la demanda y es por eso que, por tercera vez, el Hotel de Inmigrantes se mudó a un sitio más grande en 1888.
En esta ocasión, la institución se estableció en un edificio conocido bajo el nombre “rotondo” debido a su planta casi circular que, en realidad, era identificada de forma oficial como una estructura de polígono.
Otro punto interesante es que esta construcción, diseñada por el ingeniero civil escandinavo Hjalmar Fredrik Stavelius, se emplazó en el barrio porteño de Retiro, sobre la costa del Río de la Plata.
Es decir, a pesar de que los terrenos de la estación ferroviaria están muy lejos del agua en la actualidad, hace 135 años la costa del río cubría una mayor superficie sobre la joven ciudad de Buenos Aires.
Entonces, quienes llegaban a la ciudad luego de cruzar el Océano Atlántico, debían desembarcar en un puerto muy humilde y trasladarse, en carros, hasta el Hotel de Inmigrantes.
Y, aunque este edificio se lo recuerda como una de las instalaciones más emblemáticas de este tipo alojamiento, no fue la última.
Luego de 20 años, durante los cuales el Hotel de Inmigrantes recibió a miles de personas y resistió fuertes temporales, las instalaciones quedaron pequeñas y la institución debió concretar su cuarta y última mudanza.
Es por eso que, luego de terminar una construcción de cinco años, este hospedaje se mudó en 1911 a un enorme edificio con capacidad de hasta 3.000 huéspedes, que hasta el día de hoy sorprende con sus cuatro niveles.
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Por otro lado, como esta institución debía alimentar, cuidar, ayudar en las búsquedas de trabajo y hasta hospedar, de forma gratuita, a los inmigrantes durante un máximo de cinco días; no sorprende que el lugar también tenía:
-Espacio para 1.000 empleados.
-Un comedor que podía recibir hasta 1.000 personas al mismo tiempo.
-Una biblioteca repleta de publicaciones, mapas y libros.
-Sectores de aprendizaje para que los inmigrantes puedan mejorar sus habilidades.
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Finalmente, luego de más de nueve décadas en servicio, el Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires cerró en 1953 y 42 años después se declaró Monumento Histórico Nacional.
Es por eso que, actualmente, las instalaciones de este antiguo hospedaje son parte del Museo de la Inmigración y pueden ser visitadas, de forma gratuita, por vecinos, turistas y alumnos de todas las edades.