Harrods: Su historia y más de 20 fotos para conocer la tienda que marcó Buenos Aires

Durante más de 80 años, la tradicional tienda Harrods fascinó a la aristocracia porteña con sus negocios. Un lugar elegante, con buen gusto y una ubicación privilegiada. Acá te contamos el nacimiento, apogeo y ocaso de la tienda que logró ser la más importante de Latinoamérica.

EL GLAMOUR LLEGA A BUENOS AIRES

Tal como cuenta ItBuenosAires, en los primeros años del Siglo XX, la Argentina tenía una economía era pujante y fuerte. La Ciudad de Buenos Aires tenía el parecido a las principales capitales de Europa, con edificios de estilo inglés y francés, calles impolutas y una aristocracia porteña que crecía a la par de esa bonanza económica.

Para satisfacer las demandas de la clase alta, las principales marcas del mundo comenzaron a abrir sus negocios en la Reina del Plata. En ese contexto, a principios de 1910, Harrods decidió instalar en Buenos Aires su primera y única sucursal en el extranjero. Cuatro años más tarde, con un gran evento quedó inaugurada la gran tienda que durante años fue epicentro y testigo del crecimiento y declive de la alta sociedad porteña.

La tienda original de Harrods había sido fundada en 1834 en pleno centro de Londres con negocios de moda y artículos de lujo.

La construcción de la sucursal argentina, de 47 mil metros cuadrados, no tenía nada que envidiarle a su par londinense. Las personas detrás del proyecto no escatimaron en gastos ni en lujos. La tienda además estaba ubicada en plena calle Florida al 800, lo cual le daba un lugar de privilegio. En un primer momento, solo se habilitaron dos pisos. Pero, poco después el edificio quedó terminado en su totalidad con siete pisos que combinaban negocios, salones de té, una barbería y hasta una biblioteca.

Columnas de marmol, pisos de cedro, vestidos elegantes y sofisticados, hombres de galera y bastón recorriendo los amplios pasillos era una de las escenas habituales dentro del imponente complejo. En una sociedad muy diferente a la de hoy, las mujeres admiraban los vestidos y las telas refinadas de alta costura, mientras los hombres se reunían a hablar de política y negocios en el salón de fumadores o en la barbería.
Desde pequeños objetos de decoración hasta pianos, alfombras y sillones. Digno antecesor de lo que serian los shoppings años después, el lugar tenía todo lo que uno pudiera imaginar.

Incluso en las fiestas, Harrods era un punto de encuentro ineludible para los niños que deseaban conocer a Papá Noel. El hombre de la barba blanca recibía pacientemente a todos los pequeños que acudían felices con sus cartas y pedidos.

Desde el ex Presidente Julio Argentino Roca hasta el inolvidable Jorge Luis Borges, las figuras que pasaron por Harrods son muchas. Dicen que el escritor Adolfo Bioy Casares acudía religiosamente cada 15 días a cortarse el pelo en el salón, mientras que Borges solía tomar un café en una de las mesas que estaban próximas al ventanal que daba a la calle Florida. Hasta una joven actriz Mirtha Legrand filmó allí “La vendedora de fantasías” cuando ir a Harrods era una cita casi obligada que podía llevar varias horas y el prestigio del que gozaba el lugar hacía que muchos quisieran aprovechar esa locación.

En 1922, Harrods se fusiona con el comercio también de origen inglés Gath & Chaves. En 1970, la sociedad Almacenes Argentinos adquirió ambas tiendas, cuyo apogeo ya había pasado hacía años. Para 1977, Harrods fue adquirida por un conglomerado encabezado por Pérez Companc y Tornquist. En 1985, la compra el egipcio Mohamed Al-Fayed, quien intentó tener el control de la sucursal argentina, en ese momento en manos de CBC Interconfianz y Atilio Gilbertoni.​ La insistencia del propietario local con respecto a la independencia de la tienda argentina llevó a un extenso juicio que se resolvió en 1998 a favor de la autonomía de Harrods Buenos Aires. Allí salió a remate. Falabella estaba interesado en la compra pero al final no efectivizó la adquisición.

TIEMPOS GRISES

En 1936, el complejo fue remodelado acorde a los tiempos que corrían; se instalaron ascensores, se ensancharon las escaleras, se redistribuyeron los comercios, pero el lujo seguía primando. Sin embargo, el tiempo del ocaso estaba próximo.

A medida que fueron pasando los años, y el país cayó en varias y pronunciadas crisis económicas, Harrods fue perdiendo protagonismo. La gente dejó de ir, la clase alta porteña se redujo y lo que alguna vez había sido lujo y modernidad, ahora era algo anacrónico. Poco a poco, algunos pisos se fueron cerrando, el five o’clock tea ya no era más un ritual y la moda cambió en un abrir y cerrar de ojos.

De todas formas, Papá Noel y los Reyes Magos seguían asistiendo a Harrods, y en un momento hasta un elefante de la India desfiló en el salón de la planta baja, para deleite de propios y extraños. Otros recuerdan que hubo incluso una réplica de los famosos coches rojos de doble piso que circulan en Londres, dentro del edificio.

Cerró definitivamente sus puertas en 1988. Luego reabrió esporádicamente para algunas exposiciones. El edificio se encuentra en un gran deterioro y espera su restauración.