Por DIEGO GUELAR / Ex Embajador argentino en la ONU, Estados Unidos, Brasil y China
A diferencia de la mayoría de nuestros vecinos, Argentina no pudo concluir, hasta ahora, la “transición democrática”, pese a los 40 años transcurridos.
El presidente Alfonsín entró en crisis terminal en 1987 y no pudo terminar su mandato. El presidente Menem gozó de estabilidad durante diez años y medio, pero sus reformas de apertura liberal entraron en inmediata crisis apenas salió del poder y, su sucesor, Fernando de la Rúa, cayó en dos años, ahogado en la peor crisis económica de nuestra historia (hasta el momento).
El interinato de Duhalde pudo estabilizar la situación y abrir las puertas a los 20 años de hegemonía kirchnerista (durante cuatro mandatos -Néstor y Cristina Kirchner + Alberto), que nos dejan en el desastre actual.
“Los que se resisten al cambio son los que quieren hacer del Estado un lugar propio”
Entre el 2015 y el 2019, el presidente Macri, intentó volver a los planteos que había ensayado Menem, pero no pudo concretar el objetivo de su reelección (que podría haber consolidado la modernización planteada).
El presidente Milei intentará profundizar en los objetivos planteados desde los 90’s, pero agregando -todavia tímidamente- una idea de “gobierno de coalición” (para compensar la debilidad institucional de no contar con mayorías parlamentarias ni control territorial) incorporando a la fórmula presidencial completa de JxC -Bullrich y Petri- como ministros de Seguridad y Defensa- y a Luis Caputo -ex ministro de Finanzas de Macri-, para la cartera de Economía.
No para ahí, también incorpora a importantes cargos a funcionarios del gobernador saliente Schiaretti -provincia de Córdoba- y a ex integrantes del gobierno Menem. Es decir, abre un diálogo con el “peronismo no kirchnerista” y, seguramente, dictará la “amnistía” a quienes acepten colaborar con el nuevo rumbo, aunque hayan participado de la administación kirchnerista.
Juraron los nuevos consejeros del Consejo de la Magistratura porteño
Aisla así al riñón duro de La Cámpora, los sectores más oligárquicos del sindicalismo y al sector del Radicalismo y el Pro más renuentes a cooperar con la nueva administración.
A mi juicio, no prosperará el intento de Cristina de ser la “interlocutora privilegiada” del presidente entrante.
Aunar una base política y social que sume al 70% de la ciudadania es alcanzar los parámetros internacionales de un gobierno “de unidad nacional” que permite entrever que los ambiciosos objetivos plantados en el Mensaje inicial de la Presidencia Milei,puedan ser cumplidos.
Nada de lo que ocurra en el futuro inmediato será fácil, ni las soluciones podrán ser alcanzadas en el corto plazo. Pero la ciudadanía, muy entrenada y dispuesta a ensayar caminos disruptivos, decepcionada por el comportamiento de la clase política, tiene expectativas muy definidas y ha otorgado un mandato contundente para que puedan ser concretadas. Sin lugar a dudas, hay luz al final del túnel.