Por FERNANDA REYES / Dirigenta de la Coalición Cívica
“Nada me preocupa más que el hambre de los argentinos” decía Alberto Fernández en mayo del 2021 y le declaraba la guerra a la inflación en marzo del 2022, mientras meses más tarde nombraba al Súper ministro Massa como comandante en jefe para esa batalla.
¿El resultado? No bajó la inflación, ni la pobreza, ni la indigencia. Lamentablemente para todos los argentino nos hemos empobrecido aún más, pero el responsable no es solo Alberto, también lo son Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa.
La situación económica del país es preocupante, la gente no miente sobre la pobreza, es el resultado de la incapacidad de quienes estuvieron a cargo del Gobierno para equilibrar la macroeconomía y no lo hicieron. La zozobra se ve potenciada por la incertidumbre, la falta de confianza generada por las disputas internas y las erráticas medidas tomadas. Los programas sociales no alcanzaron para atenuar la crisis, siempre estuvieron detrás de la inflación, tampoco sirvieron para ser generadores de nuevas oportunidades a través de programas reales de trabajo.
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Los datos son contundentes: hay más de 1.6 millones de personas en situación de pobreza que cuando este Gobierno empezó, y la mitad son niños, niñas y adolescentes. Estos datos no son menores, ya que ellos son los que más vieron vulnerados sus derechos. Primero fue la pandemia y las restricciones prolongadas sin sentido. Escuelas cerradas, pérdida de aprendizaje, encierro en el hogar sin poder relacionarse con otros chicos, aumento de los abusos intrafamiliares y la imposibilidad de poder detectarlos, entre otros.
Sumado a que las asignaciones a la niñez perdieron constantemente con la inflación, cubriendo solo el 22% de la canasta básica total sin poder sostener una alimentación básica y acceso a bienes y servicios esenciales que aseguren el presente y el futuro.
En cuanto a los jubilados y pensionados, muchos de ellos hoy se ven sumidos en la pobreza o en riesgo de ser pobres.
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En lo que respecta al empleo, la informalidad ha crecido durante la gestión del Frente de Todos. Se ha precarizado el mercado laboral y se han erosionado los salarios hasta llegar a una situación en la que trabajar no garantiza llegar a fin de mes.
El Gobierno eligió priorizar la discrecionalidad como respuesta por sobre las políticas universales. La principal política fue el programa Potenciar Trabajo, del que Emilio Pérsico y su Movimiento Evita se llevaron la mayor parte. Los hemos denunciado por incumplimiento de los deberes de funcionario público e incompatibilidad de funciones, por estar de los dos lados del mostrador.
Desde este programa no se logró reinsertar personas en el mercado de trabajo ni generar mecanismos reales de formación. Fracasaron como consecuencia del aprovechamiento político de algunos intermediarios, por la extorsión, por la falta de controles y, principalmente, porque no buscaban que funcione. El objetivo era otro: el desarrollo territorial, la acumulación de poder y la generación de dependencia. Las personas, no importan.
Se tejió un sistema hecho a la medida de quienes lejos de terminar con la pobreza buscan perpetuarla para también perpetuarse en el poder. Se profundizó el asistencialismo en los programas sociales, junto con el aumento de la discrecionalidad e intermediación para el beneficio de unos pocos, y el empobrecimiento de políticas universales tales como las asignaciones a la niñez, la salud y la educación.
En definitiva, el camino elegido por el Gobierno fue el modelo de las políticas clientelares, segmentadas, desarticuladas, arbitrarias, extorsivas y discrecionales, lo que tuvo como consecuencia una ausencia absoluta del Estado para llegar a aquellos que más necesitan de su presencia.
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Lo que debe cambiar para que todo cambie es la visión, los objetivos y la gobernanza de la política social, además de una macro estable. El centro deben ser las personas, su potencial y desarrollo. La superposición de programas destinados a lo socio laboral, presupuestos y enfoques sin coordinación los hace ineficaces y presos de las cajas políticas. Se debe terminar con la intermediación, deben existir reglas claras, controles y evaluación para cumplir con los objetivos propuestos.
En cuanto a la niñez, debemos ir hacia un Ingreso Ciudadano a la Niñez que garantice un piso de igualdad para uno de los sectores más vulnerables de nuestro país. Todos los niños, niñas y adolescentes deben tener asegurada la cobertura de la canasta básica alimentaria independientemente de la situación laboral de sus padres. Hemos avanzado mucho en la Argentina en este sentido, pero seguimos sin dar respuestas efectivas. La tríada alimentación, salud y educación es la base para construir el país que los niños se merecen.
Lo que nos dejaron Alberto, Cristina y Sergio es una forma perversa e irresponsable de ejercer el poder a la que se le dijo basta. Sin embargo, la salida no puede llevarnos por el atajo del “sálvese quien pueda”, sino entender la complejidad ante la que nos encontramos.
El camino es construir un Estado donde se reconozca a las personas y se las ponga en el centro de la escena. Donde se dé respuesta promoviendo su desarrollo y autonomía. Es con humanismo y libertad. Es sin violencia y en paz.