Por MARTÍN REDRADO / Secretario de Asuntos Estratégicos porteño
Argentina está sufriendo las consecuencias de la desastrosa política cambiaria de los últimos cuatro años. Ni el crujir del peso, ni la velocidad de su dinámica tienen miras de detenerse. Esto surge a las claras el poner la lupa en los números del Banco Central.
La sola comparación de la cantidad de pesos en poder del público de más de 6 billones, sumando pasivos monetarios de 23 billones, en relación a los dólares que posee la entidad monetaria, muestra una conclusión evidente: la presión cambiaria será una constante en la Argentina de los próximos meses.
En efecto, la evolución del tipo de cambio estuvo por debajo de le inflación durante todo 2021 (22% versus 50%), todo 2022 (72% versus 94%) y en 2023 (62% versus 70%, aprox.), lo que llevó a duplicar la brecha hasta superar al 100%. Por tanto, la evolución de esta conducta desemboca en un proceso natural de “desacumulación” de reservas internacionales, y esto pone de rodillas al Banco Central para los próximos meses.
Primera encuesta para las elecciones generales a gobernador bonaerense
Más allá de la conducta del dólar oficial, el riesgo de brecha cambiaria también es alto. El Banco Central no tiene capacidad de respuesta ya que en términos de stock no hay reservas internacionales netas (serán negativas aun después del desembolso del FMI). Hacia adelante no solo seguirá sin “reservas” si no que además el necesario financiamiento fiscal será con emisión monetaria en aumento.
De esta forma, las condiciones económicas para la transición política hasta el cambio de gobierno empeoran. Resulta evidente que a partir del 10 de diciembre será necesario un programa de estabilización y crecimiento. Sin embargo, para salir de esta encerrona de los próximos meses debemos buscar soluciones creativas.
La única salida de este callejón es que el Gobierno comience la corrección de las grandes distorsiones de precios relativos que ha generado en los últimos años y por su parte la oposición se comprometa a honrar la deuda en pesos y en dólares del Estado Nacional.
Esto le permitirá al actual equipo económico financiar esta transición sin emisión monetaria y al nuevo gobierno encontrar una situación de menores desequilibrios.
Encuesta: Cuánto miden los candidatos a presidente en la Ciudad de Buenos Aires
Para lograr este objetivo, solo una institución puede hacerlo, pues es la única que tiene diálogo con el oficialismo y la oposición, y además tiene intereses concretos en soluciones no traumáticas. Sí, estoy explicitando un rol proactivo para el Fondo Monetario Internacional en esta transición.
Más aun, con el resultado de “tercios” surgidos en las PASO, ganan probabilidad de ocurrencia los regímenes cambiarios más agresivos, en particular la dolarización. El mero anuncio de la aplicación de este enfoque en esta situación de fragilidad, presiona a una demanda de dinero en pesos que al someterse a un mayor “stress” genera mayores riesgos inflacionarios y cambiarios.
Por su parte, el salto cambiario en el dólar oficial acordado con el FMI, sin estar dentro de un plan integral de convergencia monetaria y fiscal, implica que la devaluación se trasladará muy rápido a la inflación siendo imposible la mejora del tipo de cambio real oficial.
Cierto es que la economía llegó a las elecciones primarias con varias luces de alerta encendidas que, hacia delante, se intensificarán. En efecto, la actividad ya presenta claros signos de retracción y la inflación volvió a tomar impulso tras la desaceleración de junio. Asimismo, la brecha cambiaria volvió a tensionarse y con una caja en dólares que cruje.
Primera encuesta para las elecciones a jefe de Gobierno de octubre
En este sentido, el riesgo cambiario va a seguir presente en la transición hacia el cambio de gobierno dada la amplia incertidumbre en un contexto de pocos dólares y muchos pesos.
La inflación se acelerará (piso del 8% mensual) sin espacio para anclas tarifarias y cambiarias y con una brecha cambiaria y emisión monetaria para asistir al fisco que continuarán presionando. Aún más, la recesión económica se va a mostrar con más fuerza: si bien hasta mayo el agro explicó buena parte de la caída del producto, las bajas serán más generalizadas en el marco de las mayores restricciones a la importación, ingresos de los hogares limitados y la creciente incertidumbre.
Por su parte, las reservas netas finalizarían el año en niveles muy negativos y habiéndose utilizado la totalidad del segundo tramo del swap con China. Además, la deuda por importaciones ingresadas y no pagadas alcanzaría los u$s 14.000 millones en diciembre, al que debe adicionarse el atraso en el giro de utilidades al exterior.
Asimismo, la administración central cuenta con una deuda bruta del 85,9% del PBI, siendo el 67% en moneda extranjera y un 33% restante en moneda local, con un gran porcentaje indexado al tipo de cambio o a la inflación (70% aproximadamente).
En este contexto, la próxima administración deberá hacer frente a elevados vencimientos de la deuda pública en moneda extranjera con tenedores privados por más u$s 10.000 millones anuales desde 2025, y además tendrá que encarar una nueva negociación con el FMI. Adicionalmente, tanto el balance del Banco Central como el del sistema financiero se han deteriorado.
A modo de ejemplo, la suma de letras intransferibles y otros títulos públicos superaron el 60% del activo del BCRA. Por su parte, la exposición del sistema financiero al sector público se expandió fuertemente, alcanzando el crédito a este sector el 16,6% del activo en mayo del 2023 (vs. 10,1% en dic-19).
La elección de política económica es clara: o continuamos con la sangría devaluación e inflación hasta el nuevo gobierno, o se crean las condiciones desde ahora para que el cambio profundo y necesario sea sustentable.