Por EMILIO OCAMPO / Economista, asesor de Javier Milei
Hace casi tres años organizamos en la UCEMA un seminario titulado “¿Cómo terminar con la inflación en la Argentina?”. Logramos convocar a muchos de los protagonistas de los planes de estabilización más importantes de los últimos sesenta años.
Quedó claro de las presentaciones, que la principal razón por la cual no hemos podido erradicar la inflación, ha sido la tendencia de sucesivos gobiernos a priorizar los resultados de corto plazo por sobre los de largo plazo. Esto ha llevado a déficits fiscales recurrentes y al abuso de la emisión monetaria como principal mecanismo para financiarlos.
En su estudio de las hiperinflaciones europeas, el premio Nobel de economía Thomas Sargent enfatizó que eliminar la inflación de manera que no sufra la actividad económica requiere un cambio de régimen de política monetaria y fiscal creíble. Esto, a su vez, requiere imponer limitaciones efectivas y duraderas a la prodigalidad fiscal. Es decir, asegurar la consistencia temporal de las políticas. Más fácil es decirlo que diseñarlo, y sobre todo, implementarlo, especialmente en un país adicto al populismo, y que, además, sufre de anomia institucional crónica.
El gobierno que asuma el próximo 10 de diciembre tendrá la oportunidad de implementar un régimen monetario y fiscal creíble como propuso Sargent.
Primera encuesta para las elecciones a jefe de Gobierno de octubre
Alguien quizás piense que no es necesario ya que, salvo en el improbable caso de que el ganador de las elecciones fuera Sergio Massa, ese gobierno hará un ajuste fiscal ortodoxo. Pero como probó la experiencia del período 2015-2019, incluso los gobernantes bien intencionados pueden sucumbir a la presión de los lobbies, la política, y/o los mercados, y terminan cambiando radicalmente la orientación de sus propias políticas (recordemos el famoso “28D” de 2017).
Un escenario aún menos favorable sería que, en las elecciones de 2027, o las siguientes, el populismo retome la Casa Rosada. Sería también ingenuo, por no decir peligroso, creer que será posible en el corto plazo erradicar fácilmente el virus populista, ya que desde hace varias generaciones contamina la política argentina. Es decir, en diciembre debemos establecer un régimen de política monetaria y fiscal que minimice lo más posible los daños que pueda infligir. El arma más dañina en el arsenal del populismo ha probado ser la emisión de moneda, que le ha servido como principal mecanismo para financiar un gasto público excesivo e ineficiente.
Primera encuesta para las elecciones generales a gobernador bonaerense
Es obvio que los problemas estructurales requieren para su solución reformas estructurales. Por eso, la prioridad del gobierno entrante debe ser erradicar la inflación rápidamente y dedicar todo su foco y energía a avanzar con esas reformas. Sin ellas, la economía no podrá crecer. Además, la desinflación rápida permitirá ganar elecciones, lo cual le dará mayor fortaleza política y efectividad a un programa integral de reformas.
Para erradicar la inflación en un escenario de alta inflación como el actual es necesario estabilizar o fijar el tipo de cambio. Cualquier régimen monetario que se perciba como vulnerable a una reversión en el futuro, carecerá de la credibilidad necesaria, y, por ende, tendrá poca efectividad para alcanzar ese objetivo sin provocar daños colaterales en la economía.
Entre las alternativas bajo consideración, la que a mi juicio ofrece menor vulnerabilidad a los embates del populismo es una dolarización oficial, es decir, el reconocimiento del dólar como moneda de curso legal. Por esta misma razón, es la que tendría mayor credibilidad y efectividad.
La dolarización ecuatoriana resistió una década de populismo virulento. La economía sufrió, pero no tanto como si hubiera tenido la posibilidad de imprimir dinero libremente. No existen obstáculos financieros, legales o jurídicos que impidan su implementación. Además, los argentinos ya han elegido el dólar para cumplir funciones esenciales de la moneda. Según algunas estimaciones, hay cerca de US$200.000 millones de dólares billete en cajas de seguridad o “bajo el colchón”.
Una dolarización oficial admite múltiples variantes, basta ver lo que han hecho otros países. En lo puramente monetario un requisito esencial es preservar al sistema bancario del abuso fiscal y minimizar el riesgo macro-financiero.
Es imposible saber exactamente en qué condiciones recibirá la economía el próximo gobierno. En diciembre habrá que evaluar la situación y adaptar cualquier plan a la realidad del momento para maximizar sus probabilidades de éxito. Un cambio positivo pero efímero sería el peor de los escenarios, ya que los más jóvenes perderán la esperanza y buscarán emigrar. Otro fracaso profundizará la pobreza y acelerará nuestra decadencia.
El desafío es inmenso y no tenemos mucho margen para el error. Insistir una vez más con lo que ya probamos y ha fracasado, inevitablemente nos condenará a seguir la misma trayectoria que hasta ahora.