Por ENRIQUE AVOGADRO / Ministro de Cultura porteño
l 30 de octubre de 1983 terminaba una de las etapas más oscuras de nuestra historia y, como sociedad, comenzamos a repensarnos. Nada más potente que una metáfora para reflejar el ánimo colectivo: la “primavera democrática” remite justamente a ese período histórico en el cual la Argentina vio cómo terminaba la dictadura militar y florecían, nuevamente, la libre expresión de la cultura y el respeto a las instituciones.
Del rock nacional, los espectáculos masivos, de las nuevas búsquedas literarias a las películas que exploraban otras maneras de contar, las manifestaciones artísticas se transformaron en una forma de resiliencia colectiva.
“Lousteau escucha a los vecinos, están enojados con muchas cosas de la Ciudad”
Hoy, 40 años más tarde, todos los argentinos celebramos aquella recuperación de la democracia con la firme convicción de no olvidar el pasado, pero con la necesidad de mirar hacia adelante. Nuestro país se convirtió en un faro para la región y el mundo, pionero en la defensa de los derechos humanos y de las libertades civiles. Sin embargo, también es cierto que nuestra sociedad presenta grandes cuentas pendientes; los índices de pobreza, la exclusión y la falta de empleo son alarmantes.
Reconocer que no estamos en el mejor lugar, en el lugar que imaginamos hace 40 años, es el punto de partida para empezar a cambiar nuestro destino. Especialmente el de las futuras generaciones, para las cuales la libertad consagrada es condición necesaria pero insuficiente para su proyecto de vida.
En 1983, el entonces presidente Alfonsín proclamaba que con la democracia “se come, se educa y se cura”. 40 años después recuperar un sueño en común resulta fundamental para que las diferencias, siempre existentes, no afecten el avance colectivo.
La cultura tiene entonces un rol preponderante. En estos años hemos aprendido que permite construir lazos sociales y ciudadanía, y está por encima de cualquier grieta: es donde nos reconocemos y construimos nuestra identidad, tanto individual como colectiva. Ahí donde una obra musical nos envuelve, un libro nos transporta, una película nos hace vibrar, todos somos interpelados. Aunque no necesariamente de la misma forma, las emociones nos igualan de distintas maneras, y nos conducen a la dimensión de la reflexión colectiva.
El campo cultural es un espacio donde la diversidad (de acciones, de estéticas, de pensamientos) resulta enriquecedora. Aceptar esas diferencias con respeto es lo que permite, en definitiva, construir una historia común. Nosotros, los argentinos, celebramos esa tolerancia y diversidad cultural presente a lo largo y ancho de todo el país. Nuestra identidad nacional se construye por la confluencia de distintas geografías, corrientes ideológicas, dinámicas migratorias y civilizaciones nativas.
Por eso, la celebración de los 40 años de democracia nos invita a recordar, reconciliarnos y encontrarnos nuestra democracia, que es la forma que nos representa entendiendo el lugar donde estamos para reflexionar hacia dónde queremos ir.
Desde la Ciudad de Buenos Aires queremos que el espacio público vuelva a ser un lugar de encuentro y respeto entre ciudadanos como anticipo al 9 de Julio de los 40 años de democracia. Para conmemorar la fecha patria, pero también, como una oportunidad para reflexionar sobre nuestra democracia, valorar la libertad y los derechos, encontrar un horizonte en común que nos vuelva a entusiasmar, que nos permita avanzar priorizando todo lo que nos une en tanto argentinos. En ese marco, se realizará Ba Celebra 40 años de democracia.
Queremos que la celebración nos ayude a recordar lo que tuvimos que hacer para conservar la democracia. Hacer memoria es un ejercicio reflexivo que nos permite aprender de lo vivido y valorar lo conseguido. Sin estado de derecho, sin libertad y sin paz, no hay progreso.
También, reconciliarnos con aquello que somos y con lo que aún nos falta. Hacer autocrítica, el sueño democrático no alcanzó a todos. El progreso no llegó de manera equitativa. Pero esto no significa resignarnos, sino inaugurar una nueva etapa y saldar las promesas incumplidas. Nuestra identidad nacional se constituye a partir de la confluencia de diferencias culturales, y esa diversidad que nos enriquece debería ser un ejemplo para superar las antinomias políticas que marcaron estos tiempos.
Vamos a reencontrarnos con una nueva etapa democrática basada en el diálogo, en el bien común, de convivencia pacífica aún en los desacuerdos. Sabemos cómo hacerlo. Somos una sociedad que nunca bajó los brazos. Eso nos trajo a este presente de libertad y nos llevará a un futuro de progreso, desarrollo y trabajo. Que esta celebración nos sirva para pensar este aniversario como un umbral al futuro, en donde los valores que nos unen nos potencien y que, juntos, avancemos defendiendo y mejorando por siempre nuestra democracia.