Por JORGE GIORNO / Presidente del Partido de las Ciudades en Acción
En un mundo cada vez más globalizado y conectado, la integración de un país al sistema económico mundial se ha vuelto esencial para su desarrollo y fortalecimiento en diversos aspectos, especialmente en lo que respecta a la balanza comercial y las políticas económicas urbanas.
Esta integración permite no solo expandir los mercados y atraer inversiones, sino también aprovechar los avances tecnológicos y crear oportunidades de empleo y de generación de nuevos negocios para sus ciudadanos.
Uno de los principales beneficios de integrarse al sistema económico mundial es el fortalecimiento de la balanza comercial. Al abrir las puertas al comercio internacional, un país tiene la oportunidad de exportar sus productos y servicios a nuevos mercados, aumentando así sus ingresos y generando un flujo de divisas positivo.
Esta expansión de las exportaciones no solo impulsa el crecimiento económico, sino que también diversifica la economía nacional, reduciendo la dependencia de sectores específicos y promoviendo la innovación y la competitividad.
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La integración en el sistema económico mundial también brinda la posibilidad de acceder a tecnologías y conocimientos de vanguardia. En un entorno globalizado, los avances tecnológicos se difunden rápidamente, y las empresas que se mantienen a la vanguardia tienen una ventaja competitiva significativa. Las empresas nacionales pueden establecer alianzas estratégicas con socios internacionales, adquirir tecnología de punta y mejorar sus procesos productivos, lo que les permite ser más eficientes y competitivas tanto en el mercado nacional como en los mercados globales.
Asimismo, facilita la atracción de inversiones extranjeras directas. Los inversores buscan oportunidades en países con una economía estable y en crecimiento, y la apertura propuesta envía una señal positiva a los mercados internacionales. Estas inversiones no solo generan empleo, sino que también aportan conocimientos y tecnología a la economía local, fomentando la creación de nuevos sectores y estimulando la innovación.
Sin embargo, la integración económica global no implica simplemente abrir las puertas sin control. Es allí donde el rol regulador del estado adquiere relevancia. No solo controlando que no se produzcan abusos sino, propiciando nuevas legislaciones locales que permitan desarrollar un sistema propio de políticas económicas urbanas que garanticen la reconstrucción del empleo, el trabajo y las oportunidades de negocios en las ciudades del país.
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Esto implica diseñar políticas que promuevan la creación de empleo de calidad, la formación y capacitación de la fuerza laboral acorde a las demandas del mercado, así como políticas de desarrollo urbano sostenible que impulsen la inversión en infraestructuras, vivienda y servicios públicos.
Resulta fundamental aprovechar los nuevos desarrollos tecnológicos para impulsar el crecimiento económico y mejorar la competitividad. La digitalización, la inteligencia artificial, el internet de las cosas y otras tecnologías emergentes ofrecen enormes oportunidades para la mejora de los procesos productivos, la creación de nuevos productos y servicios, y la optimización de la cadena de valor. Integrarnos implica estar conectados con las tendencias y los avances tecnológicos globales, y adaptarlos a las necesidades y características propias de nuestro país.
La apertura de fronteras comerciales permite a las empresas nacionales acceder a un mercado mucho más amplio, compitiendo con empresas de todo el mundo. Esto implica un desafío, pero también una oportunidad, ya que la competencia global fomenta la innovación, la mejora de la calidad y la eficiencia.
Vale resumir que la integración de nuestro país al sistema económico mundial es fundamental para fortalecer nuestra balanza comercial y desarrollar un sistema propio de políticas económicas urbanas. Esta integración nos permite expandir nuestros mercados, atraer inversiones, aprovechar los avances tecnológicos y crear oportunidades de empleo y negocios.
Sin embargo, es importante llevar a cabo esta integración de manera planificada y estratégica, garantizando el desarrollo sostenible, la equidad social y la protección del medio ambiente. Solo así podremos asegurar un crecimiento económico sostenible y mejorar la calidad de vida de nuestros ciudadanos en un mundo cada vez más interconectado.