Por CARLOS FARA / Consultor político
Con las debidas ambigüedades que a veces aconsejamos desde la comunicación política, La Jefa confirmó que se corrió de las candidaturas este año. Hasta que no estén firmados los papeles a las 23.59 del día 24 de junio, todo puede cambiar, más en este mar de incertidumbres. Pero es poco probable que Cristina contradiga la impresión que dejó.
Más allá de las argumentaciones políticas e ideológicas –en las que ella cree- competir con un altísimo riesgo de perder no tiene sentido. Así podrá pasar a la historia, por el momento, como la mandataria que llegó con el mayor porcentaje de votos, y que estuvo tres veces en la boleta presidencial invicta (Menem también estuvo tres, pero se tuvo que retirar del balotaje de 2003 para no perder, ergo es que como si hubiese perdido).
El principal activo de Cristina es ser la gran líder de su espacio político, y su principal problema es… ser la gran líder de su espacio político. Lleva 13 años en el candelero sin depender de ninguna otra figura, con un nivel de control político interno sin precedentes. Ningún otro referente peronista logró tanto desde 1983. Pero claro, ese mismo capital se le vuelve nocivo porque 1) no hay alternativa dentro de su tropa más fiel, y 2) tampoco incentivó a que alguien se decidiera a ser una alternativa. Es verdad que no es fácil, pero tampoco imposible. Por h o por b, el bastón de mariscal en las mochilas de los militantes está roto o no lo supieron usar. El único que se plantó con dispar suerte fue Sergio Tomás Copperfield, quien quiere que le confirmen que es el otro gran accionista del Frente.
Dentro de la tropa más afín no solo se mira con mucha preocupación que ella no sea candidata, sino a una Cristina enojada con Alberto, pero en cierto punto también molesta con sus discípulos. Si todo depende de si Ella es o no candidata, entonces el proyecto no tiene mucho recambio. ¿Todo se le tiene que ocurrir a ella? ¿Desde la estrategia hasta las candidaturas, pasando por los mensajes centrales? El tiempo pasa para todos y alumbra otros enfoques y reflexiones.
Lo cierto que el ministro de economía es quien más mide claramente del pelotón restante. Más allá de su infinita autoconfianza personal, su apuesta es sobre todo política: si es candidato único, todo se ordena a partir de él, con el beneplácito de Ella. Como ya analizamos en esta columna, su mirada supera la elección y se posa en el 10 de diciembre. Pero… si Kicillof desdobla la elección general bonaerense ¿qué incentivo tendría ser candidato sin la tracción del poderoso aparato territorial? ¿Massa querría serlo en esas condiciones, “solito su alma”? Sería la mejor manera de decir que “como la presidencial, ya está perdida, entonces no importa, que pierda cualquiera y satisfaga su ego”.
Pero (bis)… ¿y qué pasa con el arrastre hacia las listas legislativas? ¿no es esa una de las mejores cartas de CFK para el 2023 – 2025, ejerciendo la jefatura con leales que marquen el paso en el Frente y cómo se pararán si es oposición? No cierra mucho el desdoblamiento (ojo con Milei, quien no deberá lidiar con la maquinaria pejotista…).
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Los ejercicios sobre quién sería el mejor candidato (por ahora los aspirantes son todos hombres) del Frente son relativos, ya que son fotos sacadas sin computar los pisos históricos de las fuerzas, y sin contemplar el efecto de que la Jefa eventualmente haga campaña por el elegido. Ella tiene cierto desgaste de incidencia política, y más cualitativo que cuantitativo en la propia base social, pero sigue siendo Cristina. En su contra, juega el hecho de que su protagonismo anule el del propio aspirante, y lo convierta en un anónimo “candidato de Ella”. Con Cristina no se puede, pero sin Cristina no alcanza. Se invirtió la consigna de 2019.
Mientras que las sucesivas elecciones provinciales nos arrojan un panorama de continuidades más que de cambios, aunque con oficialismos un poco desgastados y en un marco de descenso de la participación (no dramático), y el ministro Copperfield sigue tratando de sacar conejos de la galera (o cualquier otro animal), la interna del PRO –que es la de Juntos por el Cambio- se calma en la superficie, pero se enardece bajo la mesa. El Emir de Cumelén sigue operando bajo cuerda tratando de engordar la tropa y los equipos de Patricia Reina. El, al igual que Cristina, cree que sus discípulos necesitan de su andador para poder desplazarse, y que eso lo autoriza a tener una incidencia definitoria. Como por ejemplo en el futuro gabinete. La frase que trascendió de boca del Emir –“hay que rodear a Patricia”- emula a Yrigoyen respecto a su sucesor Alvear. ¿Lo hace por ser un ansioso promotor ideológico o porque desconfía de que no le cumplan algunos mandados?.
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Milei sigue de fiesta y expuso su plataforma electoral antes que nadie, con el mismo nivel de posturas polémicas que tanto resultado le han dado. Luego de transcurrir el primer cuatrimestre, está claro que la profundidad de la crisis lo beneficia. Sin embargo, faltan 3 meses para las PASO y 5 para la general, una eternidad. Como ya lo desarrollamos unas semanas atrás, tarde o temprano se instalará un debate sobre la capacidad de poder para hacer cambios. Al respecto, un relevamiento propio de estos días en la zona AMBA nos indica que el 48 % cree que el un presidente de Juntos por el Cambio tendrá más fuerza para gobernar vs. el 25 % que lo ve mejor al libertario, y el 58 % piensa que un mandatario cambiemita tendría más apoyo en el Congreso vs. el 17 % de “peluca”.
La Jefa mandó su nueva carta una vez terminado el congreso del PJ, como diciendo “ahí no se decide nada importante”, y solo 2 días antes de cumplirse el cuarto aniversario del famoso 18 de mayo de 2019, cuando anunció a su compañero de fórmula. Una semana litúrgica parece. La pregunta que seguramente dará vueltas por su cabeza es si tuvo sentido ganar esa elección: ¿era más importante desplazar a Macri en función de las bases, o que ella se ahorre los sinsabores de una “traición”? Nunca lo sabrá…