Chau al Consenso de Washington

Por FEDERICO PINEDO / Ex Senador Nacional por Juntos por el Cambio

Con pocos días de diferencia, los principales países multiculturales que llamamos sajones, los Estados Unidos y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, informaron sobre cómo creen que será el mundo en los próximos turbulentos años. Por boca del asesor presidencial en Seguridad Nacional, Jake Sullivan y del secretario de Relaciones Exteriores, James Cleverly, respectivamente, expresaron cómo será su relación con China.

Primero, en la comida que el Lord Mayor de la City de Londres ofrece anualmente en su Mansion House, Cleverly ocupó con China un discurso que debía referirse a las relaciones británicas con todo el mundo. Fue un discurso cuidadoso, que enfatizó en la necesidad de realizar compromisos con China en todos los campos posibles. Destacó la importancia y la historia chinas y afirmó que ninguno de los problemas globales se puede resolver sin China, pero tras las palomas vinieron los halcones. El secretario describió que la política británica hacia China tendrá tres pilares: la seguridad nacional, el trabajo con los países socios en el Indo-Pacífico y los compromisos directos con China respetando los valores de cada uno. Sin embargo, en relación a los valores chinos, enfatizó en que si alguien quiere participar de un orden mundial, debe respetar sus compromisos con ese orden, en las Naciones Unidas y con los demás países. De paso, también le transmitió a su auditorio que los Estados Unidos, el Reino Unido, Europa y sus aliados, están en condiciones de oponerse militar y económicamente a cualquier otro poder.

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Luego, Sullivan fue más allá y dibujó un futuro que se asienta sobre la tumba del Consenso de Washington, aquella visión de otro demócrata, Bill Clinton, que impulsaba los tratados de libre comercio y la libertad económica de los empresarios en todo el mundo, como mecanismo de paz y prosperidad. La administración Biden considera que el libre comercio no generó necesariamente paz, como lo demuestran el armamentismo chino o las invasiones rusas y que la disminución de impuestos y el ataque a los sindicatos, produjo una desigualdad que amenaza la democracia.

Lo interesante es que un asesor de seguridad nacional sea el que haya anunciado la nueva política industrial de su país, continuando, sin decirlo, las orientaciones proteccionistas y de mano dura de Donald Trump. Antes de que nuestros estatistas, progresistas y empresarios subsidiados entren en éxtasis, corresponde decir que Sullivan aclaró que su gobierno no quería un estado empresario, ni quería que todo se produzca en su país, sino que lo que buscaban era que la inversión pública inicial abriera las puertas a la inversión privada, en sectores considerados estratégicos por razones actuales de seguridad (como el caso de los chips) o por el peso que tendrán en el futuro desarrollo de la economía y el poder global, como la inteligencia artificial o las revoluciones biológica y digital. “Se trata de atraer capital privado, nacional o extranjero, no de reemplazarlo; se trata de organizar el largo plazo, no de elegir arbitrariamente ganadores o perdedores”, aclaró, para desilusión de los beneficiados por el populismo vernáculo.

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De modo similar al inglés, el norteamericano aclaró que no pensaban en desacoplar a China de Occidente, sino en disminuir el riesgo (de-risk) de depender de China en aspectos críticos que pusieran el peligro su seguridad. Comentó así que el comercio sino-estadounidense era récord.

La Argentina deberá navegar en ese mundo en los próximos años. Nuestro poder dependerá de terminar con la inflación rápidamente, dar seguridad en todo sentido, revolucionar la educación para el trabajo, abrir mercados y construir confianza y previsibilidad de largo plazo con reglas claras, iguales para todos, sin privilegios, con austeridad y decencia, con convicción y con coraje. El kirchnerismo alardea de lo contrario: todo lo subordina a su propio poder arbitrario, con inflación y cepos, prohibiciones y cambio permanente de reglas. A partir de ahora, como mostró la fuga de Apple de China a la India, la arbitrariedad se pagará con sometimiento.