Por EDUARDO DUHALDE / Ex Presidente de la Nación
Aprovechando la conmemoración de este 1° de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, y particularmente en su defensa, quiero plantear la necesidad de revalorizar el rol de los empresarios en nuestra sociedad.
Siempre he sido un convencido de la importancia de la producción y el trabajo como motor del desarrollo sostenido y en ese sentido, he expresado en innumerables oportunidades la necesidad de rodear de prestigio social al empresariado argentino.
Como intendente, gobernador o Presidente siempre defendí a los empresarios nacionales más allá de su tamaño. Son ellos, los verdaderos generadores de trabajo digno y de riqueza. Incluso, en una oportunidad, durante una reunión con dirigentes gremiales y empresariales en la Quinta de Olivos les dije “ustedes, la comunidad productiva es la que debe gobernar el país”.
Si bien puede resultar un poco exagerado, en aquel momento – tanto como lo es hoy – era preciso defender la economía real, frente al avance de las especulaciones financieras.
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Los empresarios, son los que apuestan por invertir en nuestro suelo, a pesar de todas las dificultades, generando empleo y actividad económica a su alrededor. Son personas que en lugar de invertir su dinero en la timba financiera deciden ponerlo en máquinas para fabricar cosas o en un campo para producir alimentos, contratan empleados y pagan salarios.
Grandes, medianas y pequeñas empresas son importantes. Las Pymes, en particular como principales generadoras de empleo, las medianas y grandes empresas como dinamizadoras de la actividad económica.
¿Alguien puede discutir realmente en serio el hecho respecto a que donde se instala una gran empresa se genera una gran actividad, tanto directa como indirectamente?
Y cuando me refiero a actividad, no solo hablo de lo económico y comercial, sino también de lo cultural, lo social, del arraigo que esto mismo genera. Estas grandes empresas en muchos casos subcontratan e interactúan con otras empresas más pequeñas, multiplicando así su capacidad generadora de empleo.
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En este punto, quiero también destacar la importancia, incluso simbólica, de las grandes empresas de origen nacional que se han expandido por el mundo y principalmente por toda la región, generando riquezas y prestigio para nuestro país. Muchas de ellas, son un faro para nuestro ecosistema de emprendedores que sueñan en convertirse algún día en Unicornios -nombre dado a empresas cuyo valor superan los mil millones de dólares- y brindar sus productos y/o servicios al mundo.
Por ello me indigna cuando se alzan voces en contra de los empresarios, usándolos de chivos expiatorios, culpándolos de todos nuestros males, para evadirse de esa manera de sus respectivas responsabilidades.
Por supuesto, que como toda actividad desarrollada por el hombre hay buenos, regulares y los hay malos. Pero no podemos seguir permitiendo que se menosprecie su importancia. Así como tampoco podemos permitir que se siga confundiendo a la gente, responsabilizándolos entre otras cosas por el alza de los precios.
Desde el Movimiento Productivo Argentino venimos desde hace años alertando sobre la inflación y su incidencia en la vida de la gente, principalmente sobre los sectores más necesitados de nuestra sociedad. También hemos avanzado sobre propuestas para bajar los costos de los alimentos y alertado sobre el peso de los impuestos que ahogan y limitan el desarrollo de nuestras empresas.
Mal que a muchos les pese el verdadero formador de precios es el Estado. En cualquier producto, por más pequeño que sea, el 60% de su valor está conformado por impuestos de índole nacional, provincial y municipal.
Es más, esta carga actúa en muchos casos como una barrera infranqueable para las pequeñas y medianas empresas que quieren crecer. Ya que se ven obligadas a trabajar al borde de la informalidad para sostener su actividad productiva, pero al mismo tiempo esto limita su posibilidad de acceso al crédito y financiación de calidad. En este sentido, el Estado -con su peso impositivo- genera más informalidad en lugar de promover la inclusión real.
Tenemos que dejar de estigmatizar al empresariado nacional, y por el contrario tenemos que fomentar el crecimiento y surgimiento de nuevos empresarios.
El Estado en lugar de ser solo un socio en las ganancias, debe enfocarse en aportar las condiciones necesarias para desarrollar todo nuestro potencial productivo. Solo así podremos salir adelante: con un modelo de desarrollo.