Por MARCELO D´ALESSANDRO / Ex Ministro de Justicia y Seguridad porteño
La foto de la violenta agresión a Sergio Berni es acaso la prueba más cruda de que no alcanza con la innegable buena voluntad de un ministro para luchar contra la inseguridad. Sin el apoyo del gobierno provincial, sin ningún respaldo del gobierno nacional, no hay esfuerzo individual que sea suficiente.
Berni, que efectivamente tiene el mérito de al menos poner la cara, fue solo al encuentro de una situación que parece ajena para la mayoría de la clase política: la gente está viviendo un infierno. Un infierno con los precios. Un infierno con la seguridad. La desconexión entre los que deciden y los que no deciden es total.
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Mientras el ministro de Seguridad bonaerense era golpeado por los compañeros del chofer Daniel Barrientos, la inexplicable vocera presidencial, Gabriela Cerruti, celebraba en las redes sociales un recital en el quincho de la Quinta de Olivos. Otro planeta.
El gobernador Kicillof, siempre muy atento a la fábula de la proscripción de Cristina, encontró en Berni a un personaje ideal, de alto perfil, para gobernar la Provincia sin que la seguridad sea “suya”. Él no ofrece explicaciones: es un tema de Berni.
En realidad, no es de nadie. Porque el Conurbano volvió a ser tierra de nadie. Porque los que trabajan no se pueden tomar el colectivo tranquilos. Porque volver de laburar se convirtió en algo peligroso.
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La falta de control sobre los miles de presos que se liberaron antojadizamente durante la pandemia también explican parte de este fenómeno dramático, en el que además contribuye la irrupción de nuevas y más sofisticadas bandas de narcotraficantes.
En ese contexto, el desafío de los próximos gobiernos nacionales y provinciales será coordinar rápidamente un plan de medidas concretas para la prevención y represión del delito, a favor de las familias y en contra de los delincuentes. Sin discusiones de café, haciendo lo que hay que hacer.
La decisión política de luchar contra la inseguridad tiene que ser efectiva desde el primer día, poniendo todos los recursos a disposición, sumando la máxima tecnología posible y dando respaldo a los integrantes de las fuerzas de seguridad, los fiscales y los jueces que todos los días se la juegan de verdad. El resto vive desconectado de la realidad.