Por JUAN PABLO LOHLÉ / Ex Embajador argentino en Brasil
Los días se evaporan cuando recordamos el año 2022. De la pandemia a la guerra. De la globalización a más fragmentación. Los países capitalistas rivalizando con los capitalismos de Estado. Los nacionalismos autoritarios en auge. Las democracias desafiadas por las derechas e izquierdas.
El no reconocimiento de la derrota electoral por el derrotado como síntoma de la fragilidad del sistema. La no participación en la entrega de la banda presidencial como un acto de desprecio a la democracia. Se abre la tentación de suprimir el control parlamentario. Un poder judicial a la medida del poder político de turno para convalidar autocracias con limitado consenso popular.
Paradójicamente si en algo se parecen el kirchnerismo con el bolsonarismo es en la percepción del rol del poder judicial. Naturalmente por razones totalmente diferentes, los K lo definen como “Partido Judicial”. En cambio, Bolsonaro percibe al PT como un aliado del STF (Supremo Tribunal Federal).
Lo cierto es que la mayoría de sus miembros fueron designados durante los gobiernos de Lula y Dilma. Ellos resolvieron que Lula debía cumplir la prisión preventiva cuando fue condenado en segunda instancia y así se hizo efectiva. El mismo tribunal anuló las causas luego de dos años, por considerar que era incompetente por la jurisdicción en el estado de Paraná. Las actuaciones pasaron a los tribunales de Brasilia. Así fue que durante la campaña electoral del PT no se habló más del Lawfare.
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En cambio, en Argentina se mantiene como un mantra por razones políticas. Se repite a veces para explicar lo inexplicable con el objetivo de desnaturalizar la función judicial. El 1°de enero asumió Lula su tercera presidencia en condiciones internas e internacionales bien diferentes a las dos anteriores. El solo hecho de haber ganado en segunda vuelta por escaso margen implica un gobierno de minoría que deberá negociar para la aprobación de sus leyes. Un claro ejemplo fue la negociación del presupuesto por gasto social en el periodo de transición.
Durante la campaña electoral Lula comenzó a mostrarse con Fernando H. Cardoso, como señal de apertura de una amplia alianza política . Consolidada la victoria se tomó su tiempo para girar políticamente hacia el PT. Hábilmente le cedió la transición del poder (en Brasil está reglamentada ) a un extrapartidario como Geraldo Alckmin, que es al mismo tiempo su Vicepresidente y ahora su ministro de Industria y Comercio. Demoró mucho en nombrar como ministro de Economía al abogado Fernando Haddad y eso generó cierta desconfianza en los mercados. El ministerio de Planificación quedó para Simone Tebet, que ocupó el tercer lugar en la elección.
Es decir: el área de decisión económica se dividió en tres ministerios. Arminio Fraga, ex presidente del Banco Central de Brasil, expresó que no se arrepiente de haberlo votado a Lula, pero está preocupado.
En el mismo sentido Enrique Meirelles, ex ministro de Hacienda, expresó su disconformidad con las primeras acciones, sobre todo con la expansión del gasto público programado por el Partido de los Trabajadores.
La Folha de Sao Paulo titula que la política económica no comienza con buenos presagios. Se constituyen 37 ministerios, una cifra que permite albergar un número importante de funcionarios entre propios y aliados. Otra área sensible es sin dudas la Jefatura del Ministerio de Defensa, que está a cargo de Jose Mucio Monteiro del PTB , un político de experiencia y calificado para la delicada misión de hacerse cargo de las relaciones con los militares. Que con Bolsonaro tuvieron una activa participación en su gobierno. También por la presencia de militantes bolsonaristas en la puerta de los cuarteles reclamando la intervención militar para impedir el avance del comunismo . A ello se suma el intento terrorista de un camión bomba que debía ser explotado en Brasilia para provocar un caos e interrumpir el acto de asunción.
En lo internacional Lula designó como canciller al embajador Mauro Vieira, de larga trayectoria en Itamaraty, que repite su función por segunda vez y fue embajador en Argentina. Lula se autoimpuso sacar a Brasil del aislamiento y comenzó con su viaje a Europa, el punto débil de su antecesor. Participó en forma activa en la Conferencia de medio ambiente de la COP 27 en Egipto. Envió a Washington a un hombre de su confianza, Jaqués Wagner, fundador del PT, ex gobernador de Bahía y un político de raza, apreciado por los distintos sectores .
También recibieron a las altas autoridades de la Casa Blanca en Brasilia . El desafío de combinar lo interno con lo externo es un cúmulo de expectativas que se han creado sobre el futuro de su gobierno. El eje es el crecimiento económico y la producción para una mejor distribución, y ello debe ser acompañado con la inserción internacional. El Mercosur está dividido y debilitado. A la Unasur hay que rescatarla, quedó debilitada luego de la creación de Prosur y el retiro de Brasil.
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La Celac es la convivencia de las democracias y las dictaduras. México ocupó el liderazgo regional los últimos cuatro años. Intervino en la reciente crisis de Perú intercediendo por Castillo como así también en Bolivia con Evo Morales. La pregunta sin respuesta es por qué Maduro salió de Mercosur y cuáles serían las nuevas razones para su regreso. El informe de Bachelet será también fruto del lawfare internacional.
En cambio, la Argentina redujo la relación con Brasil a negociar el gas, al comercio y financiamiento. Siendo hoy gobiernos afines sería necesario ampliar la agenda y ponerla en movimiento. La experiencia reciente posiblemente sirva para hacer el manual de lo que no hay que hacer en política exterior entre países hermanos. Es de esperar que los gobiernos puedan tener continuidad y no ser disruptivos en sus políticas a lo largo del tiempo, en beneficio de sus pueblos.