Moscariello encabezó un nuevo aniversario del Partido Demócrata Progresista

El secretario general del Partido Demócrata Progresista Oscar Moscariello encabezó la conmemoración por el 107 aniversario del partido. Acompañado por dirigentes y militantes de dicha agrupación, se realizó un acto ante la estatua de Lisandro de la Torre, en pleno centro porteño. Asistieron también dirigentes de fuerzas afines, como Roberto García Moritán y Marina Kienast, legisladores porteños de Juntos por el Cambio; Yamil Santoro, presidente de Republicanos Unidos; y Andrés Passamonti, presidente nacional de la UCEDE.

A continuación, un texto escrito por autoridades del Partido Demócrata Progresista sobre el nacimiento y desarrollo de la agrupación:

El 14 de diciembre de 1914, 107 años atrás, un calificado grupo de hombres representativos de la vida política y cultural argentina y provenientes de diversas corrientes políticas, se reunieron en el Hotel Savoy, cercano al palacio de Congreso Nacional. Los guiaba la intención de buscar soluciones nuevas a la difícil situación del país, y para ello dieron vida a una nueva agrupación política, cuyo mismo nombre encierra en sí mismo un formidable programa de acción: el Partido Demócrata Progresista.

Dos años antes se había dictado la ley Saenz Peña, que establecía el voto universal, secreto y obligatorio para los ciudadanos varones, mayores y empadronados, y que abría el juego político a las fuerzas sociales emergentes en el país, representadas entonces por la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista. Era un tiempo de cambios profundos, de liderazgos emergentes por recambio generacional tanto entre los radicales como entre los conservadores. En ese contexto, ante el irigoyenismo y el viejo partido roquista y conservador, esta nueva propuesta se presentaba como una alternativa dispuesta a aunar voluntades y construir consensos, en base a acuerdos programáticos, que permitieran articular un partido definidamente democrático, porque sin democracia no hay república, definidamente progresista, porque para superar nuestras divisiones y buscar soluciones a los problemas estructurales que afectan a nuestro pueblo hay que mirar hacia el futuro en pos de un desarrollo sostenido.

Al momento de la fundación del PDP la Argentina era una nación de progreso y de vanguardia en materia de prosperidad económica y de movilidad social. Su adelanto se sustentaba en una educación y una cultura que ampliaron el desarrollo técnico y el conocimiento científico y que nos mostraban ante el mundo como un ejemplo digno a seguir para alcanzar los mejores niveles de desarrollo humano. Y ello se consiguió con la vigencia del Estado de Derecho, el apego a la división de poderes y la vigencia plena de la Constitución Nacional.

A lo largo de su historia el Partido Demócrata Progresista ha sido fiel a la intención de Lisandro de la Torre y sus compañeros fundadores de articular alianzas interpartidarias, siempre con otros partidos democráticos, para buscar soluciones compartidas e integradoras a los grandes problemas nacionales.

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Como producto natural de décadas de desgobierno la Argentina se encuentra hoy estancada económica y socialmente, corrompida por la demagogia populista que destruyó el sistema educativo, desarticuló el sistema productivo, malversó las garantías ciudadanas, permitió el aumento de la inseguridad ciudadana y dañó el clima social. A ello hay que sumar la pandemia global, que agravó muchos de los problemas preexistentes, y todo ello sugiere a viejos y jóvenes un futuro de incertidumbre y decadencia.

Nos encontramos en un punto de inflexión, y no nos resignamos a una triste mediocridad, sin respuesta a los graves problemas de la gente y sin significancia en el concierto de las naciones. Por eso hoy como ayer el Partido Demócrata Progresista reafirma una vez más su intención de promover una alternativa política para el 2023, convocando a fuerzas afines por espíritu y pensamiento, que estén dispuestas a defender los valores de la libertad, de la educación como instrumento para el crecimiento personal y el desarrollo nacional, de la reconstrucción de la República con división de poderes y justicia independiente que conforman la democracia liberal y en la que la corrupción sea un triste recuerdo del pasado.