Por LISANDRO RAMELLA / Consultor en marketing
Al hacer Marketing Político siempre nos valemos de dos elementos para posicionar nuestras ideas y propuestas. El primero es la emoción y el segundo es la razón. En primer lugar siempre apelamos a la emoción ya que es el elemento que repercute con mucha fuerza en la conducta de las personas. Por ejemplo, si alguien va caminando por la calle y hay algo que le genera miedo, ese miedo va a repercutir en forma directa en la conducta de la persona en cuestión. Independientemente de cuál sea la reacción ya sea que se paralice por el miedo, salga corriendo, reaccione con violencia, lo que es indiscutible es que la emoción condiciona de manera directa en la conducta. Es por ello que en Marketing Político se apela a las emociones como primer recurso para obtener una determinada conducta del electorado.
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Ahora bien, cuando por algún motivo, la propuesta que ofrecimos la ponemos en práctica y al hacerlo dicha propuesta no cumple o no satisface la promesa realizada entonces lo que queda es apelar a la razón. Se apela a la razón en segundo orden para buscar justificar con argumentos racionales, las razones por la cuales esa propuesta que en principio emocionó, no funcionó.