Por JUAN PABLO CHIESA / Precandidato a diputado nacional en la Ciudad de Buenos Aires por Aptitud Renovadora
El triunfo de la voluntad constante debe desterrar los flagelos de la impolítica, la anti política y la pos política, causantes por igual de la fractura en tres partes beligerantes de una sociedad sumergida.
La impolítica es la causante del daño a los dirigentes que son incapaces o venales que, aunque a veces hablan de objetivos correctos, los desgastan y los frustran por su letal incapacidad para fijar métodos adecuados.
La anti política, persiste en los manejos burocráticos y las trampas legales con los cuales los ventajeros y oportunistas usurpan el nombre de un partido político y sus figuras señeras, para eludir toda autocritica y seguir robando con coimas y prebendas.
Por último, la pos política crea un sistema cerrado de tono elitista, negando el arte de la política y ocultando la corrupción sistémica con el sofisma de los conflictos de intereses con evasión fiscal, lavado d activos y fondo de inversión.
En el arte de la política la aspiración decisiva de un líder original consiste en organizar una fuerza política propia para disponer de una capacidad ejecutiva acorde con los objetivos e intereses de una comunidad en una época determinada. Pocos lideres hay y pueden organizar una fuerza política de modo resonante y virtuoso.
En la actualidad, muchos dirigentes políticos carecen de realidad política sesgados por una incapacidad temporal e incapaces de combinar valores funcionales a los liderazgos del siglo XXI.
La unidad nacional de un país es siempre un recurso estratégico, por lo cual, demanda estadistas y no gestores o lideres de apariencia “aplaudidores” del pasado.
Sin liderazgo carismático, pleno de ideas y de expresión elocuente, no habrá poder de convocatoria. Y sin políticos, técnicos y cuadros integrales, no habrá desarrollo organizativo ni solidez institucional.
El liderazgo aislado o rodeado de aplaudidores o de un círculo estrecho de amigos, terminado comerciando influencias y girando hacia el autoritarismo. El juego burocrático de candidaturas amañadas, lista de amigos y acomodados, tienden a disolver todo partido quedando como uno mas de la democracia insustancial. Así ocurre y ocurrió con los conservadores, peronistas, radicales y socialistas que no tiene la capacidad de aggionar las políticas al futuro.
Se llena la boca, babeando banderas del peronismo o del radicalismo, donde no se dan cuenta, que son charlatanes elocuentes que lo único que aben hacer es gritar e imponer un modelo que la sociedad ya olvido.
El liderazgo debe profundizar su conocimiento de la naturaleza humana. Es decir, tomar distancia de quienes exaltan el optimismo o el pesimismo, aquellos que quieren meterte por la oreja un pensamiento o lineamiento que carece de fundamentación temporal. Contra tales extremos, el líder resalta entre las trampas y las falsas antinomias.
Lo mejor de la naturaleza humana es el rescate de su dignidad, fuente de derechos y obligaciones que puedan construir una comunidad de realización a partir de una búsqueda sincera de sentido y trascendencia.
De allí la inclusión comunitaria de la política, sentida como servicio y construcción, descartando el sesgo de la vieja política manipuladora y autoritaria.
Llego la hora de la verdad. Es la hora culmine de la comunicación, de las redes sociales, del trabajo 5.0, de la inclusión de género, de la económica de plataformas y de la solidaridad entre argentinos. Vamos a librar una batalla cultural, basada en la sabiduría del trabajo, del merito y del sacrificio, haciendo una mejor política replanteándose y aggiornando muchos paradigmas dentro de los cuales se movió la política argentina en los últimos 100 años.