Por LUIS ARAYA CASTILLO / Director de Posgrado en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello (Chile)
Las empresas familiares no sólo son la forma de estructura empresarial más común a nivel mundial, sino que también desempeñan un rol de liderazgo en muchos sectores, haciéndolas responsables de gran parte del bienestar de la mayoría de los países: son relevantes como generadoras de riqueza, de bienestar y empleo; de hecho, estas entidades tienen un rol clave en la economía mundial, lo cual explica que generen entre el 70% y el 90% del PIB mundial, que representen el 85% de las start-ups, y que mantengan o incluso mejoren su competitividad buscando expandir su actividades más allá de las fronteras nacionales.
Aun cuando existen diferentes definiciones para las empresas familiares, estas se caracterizan, sin importar su tamaño, porque en su mayoría la propiedad le pertenece a uno o más miembros de la familia, y porque además varios miembros de la familia participan en la gestión del negocio. A estas características se añade un argumento cualitativo, que dota a la empresa de un carácter verdaderamente familiar, lo que dice relación con que la continuidad generacional es un objetivo estratégico de la empresa, y se basa en el deseo conjunto de los fundadores y sucesores de mantener el control de la propiedad, el gobierno y la gestión de la compañía en manos de la familia.
Considerando que estas empresas representan en diferentes países y regiones una parte importante de su sistema productivo, cuando presentan problemas con sus tasas de supervivencia, generan impactos significativos en la población empresarial, laboral y en los indicadores de crecimiento económico. En un escenario competitivo que se encuentra determinado por la pandemia del Covid-19, y donde la persistencia de la crisis sanitaria está retardando la recuperación económica y social de los países, la orientación emprendedora y capacidad de adaptación de las empresas familiares, es un factor que influencia de manera positiva sus niveles de desempeño y la competitividad de los países.
La crisis del Covid-19 se presentó como un suceso no programado, y dado que fue difícil de advertir y reaccionar a tiempo, situó a las empresas familiares ante la dificultad para identificar los riesgos asociados y sus potenciales repercusiones, por cuanto las medidas restrictivas han tenido un efecto económico y social negativo al limitar las actividades productivas; por lo tanto, las empresas familiares tienen el desafío de ser resilientes y desarrollar alternativas de diversificación productiva y de servicios; lo hacen en mercados que son altamente competitivos y en entornos organizacionales que se caracterizan por ser volátiles, inciertos, complejos, dinámicos y ambiguos.
Lo anterior implica que las empresas familiares deben reexaminar sus estructuras, estrategias y procesos, realizar un adecuado tratamiento de sus recursos financieros, y gestionar los conflictos que se generan entre los mismos integrantes de las familias, así como las problemáticas derivadas de la sucesión del negocio; además, estas entidades deben tener como base la cultura del cambio, el trabajo en equipo y la innovación, y fomentar la creatividad para lograr el objetivo de mantener, desarrollar o potenciar sus ventajas competitivas, aumentar su productividad empresarial, y alcanzar posiciones de liderazgo en los mercados en que participan.
Pero las empresas familiares pueden hacer frente a dichos desafíos en razón de las particularidades que les caracterizan, que se manifiestan en la influencia de la familia en el negocio, de manera que la posición frente al riesgo se relaciona con la posibilidad de conservar la propiedad y la gestión, tener una actitud proactiva frente a las oportunidades y amenazas, generar lazos estrechos con su entorno, mantener una riqueza socioemocional que le es propia, y conservar aquellos recursos distintivos y capacidades que han logrado desarrollar internamente y que son factores que les agregan valor y les diferencian de los competidores.
Por lo tanto, en la gestión de la crisis sanitaria, la identidad de las empresas familiares es un catalizador no sólo de cambios, sino que también una fuente de motivación laboral y compromiso en tiempos de crisis. Los elementos que la familia proporciona a la empresa, tales como los valores, vínculos, conocimientos y una visión y propósito compartido, son recursos estratégicos que se caracterizan por ser valorados, escasos y difíciles de imitar y sustituir y, por ende, son utilizados por los tomadores de decisiones en sus planes estratégicos. Son estos recursos, competencias y capacidades que desarrollan las empresas familiares los que les permiten que puedan establecer la innovación como una estrategia para enfrentar la crisis del Covid-19, y que tiene repercusiones importantes para el desarrollo económico, social e intelectual de cualquier país.