Por LUIS ARAYA CASTILLO / Director de Postgrado en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello (Chile)
El sector en que participan las instituciones de educación superior es competitivo, dinámico y complejo; y presenta características similares a las de una industria de servicio, por cuanto es intangible y heterogéneo, cumple el criterio de inseparabilidad, al ser producido y consumido al mismo tiempo, satisface el criterio de perecedero y asume la participación de los estudiantes en el proceso de entrega del servicio.
Es por ello que se espera que estas instituciones se adapten a los cambios del entorno, demuestren la calidad de sus diferentes procesos y resultados, se comparen con las instituciones de mayor reconocimiento a nivel mundial, y desarrollen una base sólida que les permita alcanzar altos niveles de calidad a través de la creación de valor y la mejora continua de sus procesos organizacionales.
Dado esto, surge la pregunta, ¿qué se entiende por calidad en la educación superior? No existe consenso sobre el concepto de calidad a nivel general y obviamente tampoco en la educación superior, y sobre cómo esta debe ser reconocida y medida. Además, el concepto de calidad con frecuencia se tergiversa y/o se malinterpreta, usándose como sinónimo de eficiencia, equidad y efectividad.
Sin embargo, la educación se centra básicamente en el desarrollo progresivo del conocimiento, las habilidades de los alumnos y también en crear un ambiente de seguridad e interacción saludable entre los alumnos, académicos y el resto de las personas que integran las instituciones. Por lo tanto, la calidad es parte integral de la educación superior, y es una categoría dinámica que se basa en la aspiración de una mejora constante de todos los procesos y sus resultados, lo cual debe ser aplicable y exigible a todas las modalidades, pero se diferenciará en sus especificidades.
Esta perspectiva se está presentado de manera creciente en los establecimientos de educación superior, pasando de una visión reduccionista a la de asumir una perspectiva global e integral en la cual se incluyen los sistemas de gestión de calidad y los procesos organizacionales. Ello es necesario para ocupar posiciones de prestigio en el contexto nacional y/o internacional, tener adecuados indicadores de desempeño financiero y mantener, desarrollar y/o potenciar una posición competitiva y de liderazgo estratégico en los mercados en que participan.
Con ello, este sector está en condiciones de responder a los distintos actores que manifiestan su preocupación por mayores niveles de regulación. Esto explica que las instituciones se encuentren sometidas a la presión de mejorar los niveles de calidad en las distintas actividades que realizan, las cuales se relacionan con la enseñanza, la investigación y la extensión. A través de esto, las instituciones pueden responder a las demandas de la población, al deterioro de la calidad de algunas instituciones, a cambios en el comportamiento de los estudiantes, y a que desde las empresas y la sociedad se demanda por profesionales con nuevas habilidades y destrezas, como también a nuevos roles de las instituciones de educación superior.
Esta situación es relevante, por cuanto la educación superior presenta dinámicas similares entre los diferentes países, quizás con la excepción de aquellos de menores ingresos. En aquellos países donde la educación superior se relaciona con el crecimiento de la sociedad y su desarrollo socioeconómico, la calidad es vista por las instituciones de educación superior como una decisión estratégica para satisfacer las necesidades de sus clientes, y con esto obtener ventajas competitivas.
No obstante, en la educación superior no es posible una visión única de la calidad, debido a que esto depende de las opiniones de los clientes o grupos de interés. Dentro de los clientes de las instituciones de educación superior se incluye a los estudiantes, personal administrativo, profesores, gobierno, familias, empresas y la sociedad en general. Sin embargo, existe consenso en considerar a los estudiantes como los principales clientes en el sector de educación superior, debido a que son los principales beneficiarios de la educación, son estos quienes mejor pueden valorarla y, aunque tienen una visión parcial, su opinión proporciona un referente que debe ser considerado.
Esto implica de dichas instituciones, se deben esforzar por mejorar la calidad académica y los servicios que ofrecen a sus estudiantes, y por medio de esto lograr la acreditación de la calidad por parte de los organismos oficiales, que consideran dentro de los requisitos de certificación, la percepción de los estudiantes sobre ciertos elementos de la calidad de la educación, tales como la gestión institucional, la investigación, la infraestructura, la vinculación con el medio, los servicios online, la responsabilidad social y la docencia. Sin embargo, lo expuesto tiene importancia, no sólo para la educación superior, sino también para los sistemas de enseñanza y el desarrollo de los países, ya que, para lograr un desarrollo como nación, es fundamental la creación de conocimiento como un elemento central para mejorar la calidad vida y el progreso. Además, la riqueza o pobreza de los países depende en gran medida de la calidad de la educación -y dentro de ella la superior- puesta que la misma es reconocida como un elemento clave para la prosperidad económica, favorece la mejora de los procesos productivos, es un elemento central en el proceso de desarrollo de cualquier país, un aporte a la movilidad social, es vital para el progreso social, el eslabón central en el creación de talento, la cultura y fundamental para el desarrollo sostenible y mejoras en el bienestar de las personas.