Por LISANDRO RAMELLA / Consultor psicológico. Analista en marketing político.
Con bastante frecuencia se pueden escuchar diferentes personas afirmar o interrogarse sobre; “¿Sabes cuántos contagiados hubo en el día de hoy?” “Lo que pasa, es que estamos hablando de salvar vidas, la gente se muere por esto. ¿Sabes cuántos muertos por covid hubo hoy?” “Están haciendo lo mejor para todos, es para que no nos enfermemos. Nos están cuidando” “Si tengo que elegir entre la salud y la economía, elijo la salud”.
Lo anterior sucede en el contexto de una vida cotidiana en la cual se ha instalado la idea de que la salud o la enfermedad pasa por tener o no tener covid cuando esa idea es errónea en tanto el concepto de salud es algo mucho más amplio que engloba al ser humano en dimensiones biopsicosociales. Esto significa que para estar sano debo tener resueltas cuestiones de índole orgánica como así también psicológicas, sociológicas y económicas por lo que, la idea de salud o economía, bajo este paradigma, también falsa. Es decir, puedo tener el virus mencionado y estar sano (si soy o no vector de contagio es otro tema) y también puede que no tenga el virus y este enfermo. Así que la salud o la enfermedad no pasa por tener o no el virus del covid. Por el contrario, pasa por cuestiones más diversas y complejas que engloban la posibilidad de tener un trabajo estable, un futuro predecible, poder autorrealizarse personal y profesionalmente, vislumbrar un contexto favorable para el crecimiento de nuestros hijos y el envejecimiento de nuestros padres, poder disfrutar del aire libre, vacacionar, salir a la calle sin temor a ser asaltado y asesinado, poder emprender un negocio favorablemente, entre otros muchos etcéteras. El Estado funciona o debería hacerlo, para garantizar un contexto socio económico en el cual todo lo anterior sea posible.
Ahora bien, en Argentina, la posibilidad de un futuro cierto, un contexto amigable, lugares públicos seguros, el acceso a la vivienda propia y las condiciones propicias para emprender no son justamente cuestiones que abundan. Si a esto le sumamos cuarentenas, fantasmas de “volver a cerrar” y la ridiculez de pretender que los jóvenes salgan de vacaciones y se manejen en burbujas sin tomar contacto con otros jóvenes dan como resultado lo que es visible para cualquiera, incluso para aquellos que no quieren ver. Así, vemos miles de negocios cerrados, emprendimientos familiares destruidos, personas sin trabajo, padres con enfermedades terminales que no pudieron despedir a sus hijos y viceversa, futuros sombríos que aumentan claramente los casos de ataques de pánico, ansiedad, depresión, insomnio, ira incontrolable, asma, ataques de presión, infartos, enfermedades gastrointestinales entre muchas otras problemáticas de salud. Es decir, tenemos una sociedad cada vez más enferma, independientemente de la cantidad de casos de covid, es innegable, que hoy la sociedad está más enferma que hace un año atrás. La gente se enfermó, continúa enferma o se esta enfermando, no por contraer covid, sino por no poder desarrollar sus emprendimientos, por tener pánico a la caída de sus negocios, por el terror que les produce la idea de perder su trabajo, por la imposibilidad de planificar un futuro a tan solo unos meses adelante.
Cuando se plantea una idea como la que desarrolla en los párrafos previos, enseguida surge el discurso asociado al covid como un flagelo que azota la Argentina y el mundo y saltan a la vista nuevamente, los números de muertos y contagiados. Sin embargo, Argentina tiene enfermedades crónicas de hace décadas y sobre las cuales no se pone tanto énfasis en ejercer control. Así, el covid es el elefante que tapa el bosque. Si de curvas y flagelos se trata, flagelos crónicos existen muchos en nuestro país. Hace por lo menos cincuenta años que la curva de la indigencia (fíjese que hablo de indigencia, ni siquiera de pobreza) en Argentina sube interrumpidamente y sin embargo no se ven políticos tan decididamente abocados a bajar dicha curva y eso considerando que han tenido cincuenta años para hacerlo. La curva de chicos muertos por el consumo de drogas marginales como el paco sube desde hace décadas ininterrumpidamente. La curva de los muertos en accidentes de tránsito sube ininterrumpidamente. La curva de la inflación o pérdida de valor de la moneda argentina sube ininterrumpidamente. La curva de los que no pueden llegar a la casa propia sube ininterrumpidamente. La curva de la marginalidad, la exclusión social, la delincuencia, suben ininterrumpidamente. Si sumamos todas estás curvas, dan muchos más muertos y personas con secuelas irreversibles, siendo lo peor de todo esto, que seguirán aumentando porque se trata de enfermedades crónicas de la argentina. Enfermedades que hacen que todos estemos enfermos con o sin covid y por ende que la salud no pueda ser un concepto reducido y aislado a la presencia o no presencia del covid.
Debería entonces entenderse que la solución a la pandemia debe ser una solución en la cual se integre el concepto de salud, pero de una forma, justamente inteligente, que abarque al ser humano no como una curva de contagios sino como lo que es verdaderamente; un ser biopsicosocial y que por ende para estar “sano” además de no tener un virus, necesita también tener sociabilización, estabilidad económica, un futuro cierto, reglas de juego claras, confianza en sus instituciones estatales, contextos favorables a su desarrollo personal y profesional, entre otros. Pero claro, entender al ser humano como un ser biopsicosocial y obrar en consecuencia es mucho más complejo y parece ser un imposible para los numerosos diputados, senadores, ministros, presidentes, gobernadores, asesores, secretarios y consultores y es por ello, que quizás, sea más fácil decirte “quédate en casa” o, aunque parezca ridículo y hasta antinatural, decirle a un grupo de jóvenes que están en la playa que “no se salgan de su burbuja”. En definitiva, poner el elefante delante del bosque o el covid delante de todas nuestras enfermedades crónicas.